Miradas al Sur auspició esta semana una charla sobre la cárcel de la dictadura, con Eduardo Anguita, Eduardo Luis Duhalde, Alejandro Marambio y Luis Franganillo. A continuación, los principales tramos.
La cárcel de la dictadura. De este tema complejo se debatió esta semana en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Los disertantes fueron Eduardo Luis Duhalde, Eduardo Anguita, Luis Franganillo y Alejandro Marambio. La charla fue convocada por el área de Políticas Culturales del centro cultural, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y Miradas al Sur. A partir de los relatos de quienes estuvieron detenidos durante la dictadura se pueden sacar conclusiones acerca del plan sistemático de exterminio y sometimiento sobre aquellos que pensaban diferente y luchaban por un país inclusivo e igualitario. Por eso la importancia del libro Psicología y dialéctica del represor y el reprimido, de Carlos Samojedny, que fue usado como guía para la reflexión sobre las formas en que ese sometimiento se manifestó respecto de las personas privadas de libertad en establecimientos no clandestinos y con la participación de la administración penitenciaria. A continuación, los principales fragmentos de la charla.Eduardo Luis Duhalde: “El libro de Samojedny tiene una serie de profundas reflexiones y estigmatizaciones del mundo brutal carcelario dictatorial. Las tesis de este libro se encuentran, además, reflejadas por los propios testimonios en la sentencia del TOF de La Plata, en la causa de la Unidad 9. Se engarzan, encajan entre sí, los análisis hechos por Samojedny por los comprobados por la Justicia. No se puede analizar el problema carcelario si no es enmarcándolo en el proceso criminal del asalto a las instituciones y que dio por resultado el Estado terrorista que asoló a la Argentina entre 1976 y 1983. Aquí hubo un plan sistemático racional de asalto a las instituciones del Estado que bien denominaron en la dictadura cívico-militar Proceso de Reorganización Nacional, porque fue uno de los modelos de los que Daniel Feierstein llama los genocidios reorganizadores. Esta dictadura cívico-militar tuvo el propósito de reformular social y económicamente la Argentina a través de la implementación de un plan sistemático de control y dominación de la sociedad mediante el terror y exterminio de los sectores sociales más dinámicos en lo político, en lo social o cultural. Ese plan sistemático que tenía como centro el modelo concentracionario y como instrumentos operacionales aplicados por las Fuerzas Armadas, los decretos de noche y niebla del Tercer Reich, la doctrina de la seguridad nacional, la doctrina de los franceses en Argelia. Más los propios aportes aberrantes del Ejército, la Armada y la Aeronáutica argentina, que también pusieron su cuota de creatividad. Lo dice Samojedny: ‘Se convirtió al país en un verdadero campo de concentración’. El campo de la Esma no estuvo encerrado en la base de Puerto Belgrano, donde no pudiera advertirse: estaba en pleno centro de la ciudad. Campo de Mayo es casi una ciudad militar donde nadie podía ignorar lo que estaba pasando. Además, la existencia de sobrevivientes tiene que ver con esta perversión de que el modelo se conociera. Si no hubiera habido sobrevivientes no se podía conocer lo que pasaba y el efecto disciplinador exigía que para que el horror fuera efectivo, todos lo conocieran. Las cárceles tuvieron una importancia muy singular en este proceso de exterminio, hostigamiento, disciplinamiento social. En la sentencia de la U9, dice el tribunal: ‘A partir de diciembre del ’76 se impuso un régimen de extrema crueldad sobre los presos políticos que en numerosos casos culminaron con su muerte violenta. Desde entonces, en esa cárcel coexistió a la par del régimen penitenciario formal un régimen de represión ilegal el cual se caracterizó por la práctica sistemática de imposición de tormentos a los presos políticos con el fin de quebrar su resistencia física y moral y de lograr su despersonalización’. Funcionaba dentro de la cárcel un verdadero centro clandestino de detención, tortura y muerte. A los presos se los calificaba en distintas categorías según fueran irrecuperables, según tuviesen posibilidades de recuperar o a aquellos que se consideraba de menor compromiso ideológico político. Pero además se actuó sobre los familiares de los detenidos, para abortar cualquier tipo de resistencia, militancia política, crítica afuera. Otra constante fue la de asesinar presos con el sistema de la ley de fuga, la falsa fuga, como sucedió en las cárceles cordobesas o dejándolos en falsa libertad para que salieran y asesinarlos como sucedió en la U9 y en otros establecimientos. Lo que debe quedar en claro de todos estos análisis es la sistematización del horror, el grado de conciencia con que se aplicó por parte de las fuerzas represivas y sus socios y cómplices civiles, como fueron los médicos, los sacerdotes que supuestamente prestaban los servicios religiosos en las cárceles y otros estamentos complementarios del sistema de la represión. Esto no fue un proceso degenerativo del sistema carcelario, sino que se impuso un nuevo sistema carcelario que convivió en sus aspectos formales con un sistema supuestamente habitual en las cárceles que llevó al asesinato de por lo menos ochenta y tantos presos políticos en las cárceles, que llevo a suicidios, que llevó a grados de tortura y de humillación que dejaron sus rastros y sus huellas en muchos muy profundamente”.Eduardo Anguita: “Hay un libro fundamental para entender la Argentina de esos años que es el libro que escribió Eduardo Luis Duhalde: El Estado terrorista argentino. Lo escribió en sus últimos años de exilio en España, así que es contemporáneo con la escritura que hizo El Sordo Samojedny. Estamos hablando de algo que sucedió hace 30 años, y sin embargo, todavía tenemos la necesidad de volver a esos años para entender muchísimas de las cosas que pasan hoy en la Argentina. Quiero hacer hincapié en que la mirada inevitablemente que va a hacer Alejandro Marambio, además de abogado, un tipo formado en la filosofía del derecho. Es la mirada de quien tuvo a su cargo estos años las cárceles federales. Alejandro, habrás tenido que tratar de desentrañar la mentalidad de muchísimos penitenciarios”.Alejandro Marambio: “Me surge empezar con la pregunta ¿por qué leer hoy el libro de Samojedny? Primero porque el texto es valioso como documento histórico. Logró desdoblarse para contar su experiencia personal y darle un análisis sobre eso que le ocurrió, cuando lo que le ocurrió no es algo más ni menos que puro sufrimiento. Además, nos permite trabajar sobre el presente, ver qué líneas conductoras quedaron entrampadas dentro de una institución de éstas características. El planteo central del libro de Samojedny es un planteo complejo y ambicioso: ¿Qué hizo la dictadura en la cabeza de los argentinos? ¿Cómo actuó un Estado fascista dentro de la conciencia de los argentinos? Por eso, tiene tres planos: un plano en el núcleo duro del desaparecido, del campo de concentración, un plano segundo sobre lo que serían las cárceles legales –según la definición de Samojedny–, y un tercer grupo que sería la sociedad toda. Hubo una sistematización, un ritual de degradación especialmente establecido. Marco como primer punto la fuga de Rawson de agosto del ’72: es un momento central porque demuestra a las FF.AA. con la dificultad de tener presos políticos, porque se pueden fugar. Esta dificultad hay que ponerla dentro de la lógica de trabajo para la hora de que vuelvan a tomar el poder. De hecho, la caída de Lanusse bien puede identificarse como un final de ese hecho, que le marca a las FF.AA. la necesidad de cooptar la situación carcelaria, un espacio que tenía medianamente conocido pero que no lo tenía total y absolutamente integrado a lo que importa aquí, que es la doctrina de la seguridad nacional.El segundo punto es el cambio de una ley que todavía sigue vigente, la 20.416, la Ley del Servicio Penitenciario, que se cambió el 18 de mayo de 1973. Recordemos que el 11 de marzo de 1973 había un gobierno electo que iba a asumir el 25 de mayo de 1973, con lo cual ese cambio legislativo tiene un marco de referencia importante a la hora de analizar sobre lo que ocurrió en esta época, no hay un motivo ingenuo de hacer este cambio legislativo. En el ’75, vía lucha contra la insurgencia, las FF.AA. toman el espacio carcelario, lo empiezan a controlar. Samojedny lo marca como un momento especial, como un cambio en las condiciones carcelarias. No porque antes hubiese estado mejor, pero sí hay un marco de mayor rigurosidad. Se despoja al personal penitenciario de una lógica de reinserción, seguridad y tratamiento y se le empieza a introducir doctrinas de seguridad nacional, de fuga, de despersonalización del terrorista. El terrorista como sujeto peligroso al que hay que desmontar, no hablar con él, no dialogar, no permitirle que lo convenzan. En el golpe militar no es que las FF.AA. empiezan a preguntarse por la cárcel. Lo que hacen es profundizar lo que ya venían haciendo en la cárcel. Era necesario ocupar ese espacio, controlarlo, dominarlo. Someter a las personas que estaban ahí adentro y construir un ejercicio de despersonalización y sometimiento para facilitar el control de los que estaban afuera. Este es el argumento, la tesis de Samojedny. Este es un punto de grado de intensidad que él compara especialmente en la diferencia entre el desaparecido o el centro clandestino y las personas privadas de libertad en centros legales. Otro punto es: ¿En qué consistían las torturas? Cuál es la descripción que hace Samojedny sobre las torturas: picana, privación de alimentos y líquidos, prohibición de visitas y hasta allanar los lugares donde estaban las visitas. La falta de comunicación, la falta de posibilidad de acceder a medios gráficos, a la televisión, la inyección de drogas para producir un cambio en la personalidad, simulacros de fusilamientos, desatenciones médicas, interrupciones constantes de sueño. Dice que hay un momento iniciático de la tortura en Rawson, de la tortura sistemática. La plantea el 14 de febrero del ’77. Dice: ‘Hay una sanción colectiva de 30 días de aislamiento y esa sanción es el origen de una forma de análisis de cómo se podían ir lavando los cerebros de las personas que estaban ahí detenidas. En este caso había otro tipo de violencia, una violencia muchos más sistemática, mucho más esquemática y que dura según él hasta bien entrado el ’81, donde se hace un análisis y un replanteo de las condiciones de detención para poder profundizar este lavado de cerebro’.¿Cómo reflexionar acerca de la actualidad? Plantear que en la actualidad todo esto no puede haber incidido es de una ingenuidad profunda, que las cárceles no tienen esto de fondo es de una ingenuidad profunda, y también es ingenuo creer que todo sigue exactamente igual. Las cárceles son el reflejo de la sociedad. Esa sociedad permitía ese tipo de cárcel porque por eso mismo había una desnaturalización del proceso social y de la conciencia histórica del momento que se estaba viviendo. La cárcel en sí como definición, como lugar de encierro, tiene inevitablemente ejercicios de despersonalización, de desmantelamiento de voluntades. Con esta dificultad nos vamos encontrar siempre. Claro, los niveles de intensidad del pasado y del presente son distintos y esto también es importante destacar, pero que la cárcel es un espacio de estas características que engendra y genera violencia no sólo nos lo muestra nuestra realidad, nos lo muestra también la existencia de un protocolo facultativo a nivel mundial que implica justamente la prevención de la tortura en los espacios carcelarios. Lo que ocurre aquí, sigue ocurriendo en todos los espacios de encierro. Se plantea la existencia de unas condiciones de deterioro que genera la propia cárcel. Si esto está de por sí está instalado como un problema, imagínense la dificultad que también se da en espacios donde la tortura estaba institucionalizada. Remover esas condiciones de tortura implica inevitablemente construir una opción distinta de formación del personal penitenciario. Y nunca puede plantearse esta modificación de las condiciones de encierro sólo desde el punto de vista del ataque constante al personal penitenciario. ¿Por qué digo esto? Porque la única forma de construir un servicio penitenciario distinto es con la gente que controla las cárceles, no contra la gente que controla las cárceles. No digo en casos comprobados de hechos de tortura donde no hay discusión, sino por si acaso renovamos una plantilla, como ha ocurrido. Si no se hace una formación distinta, un cambio de mirada, un cambio de lenguaje, un cambio cultural desde afuera hacia adentro es imposible hacer un cambio real de las condiciones de detención. Reencausar en valores democráticos es un desafío enorme frente a un espacio que tiende a ser un espacio de institucionalización represiva, pero creo que desconocer los niveles de intensidad desde donde venimos para desmantelar lo que ocurre en la privación de libertad es también un ejercicio de falta de compromiso por la modificación de las condiciones de detención. Es fácil negar la tortura, pero también es fácil decir que todo es tortura”.EA: “Hoy, cuando dialogué con Luis Franganillo, surgió el tema de cómo la causa que se había iniciado en el juzgado federal de Rawson por las torturas cometidas allá, fue una causa que no pudo continuar precisamente por la aplicación de la impunidad”.Luis Franganillo: “El horror que fueron los centros ilegales de detención, la realidad de los centros ‘legales’, no está tan en el conocimiento público. Entonces me parece bueno reflexionar alrededor de lo que ocurrió, siempre con la vista hacia delante. Yo estuve en esa cárcel casi todo el tiempo de mi detención, desde fines del ’75 hasta mediados del ’81, que es un poco el período central que analiza Carlos en el libro. Yo recuerdo que convivía en el mismo pabellón 2 con Carlos, y en ese pabellón había como tres o cuatro compañeros que eran psicólogos y psiquiatras. Y ya en ese momento los compañeros hicieron una caracterización de lo que se venía, que se tradujo después en un documento interno, porque no teníamos nada, pero teníamos papelitos y lapiceras para escribir. Él lo llama régimen de represión multilateral: plantea que son múltiples gotas de acciones permanentes, sin prisa pero sin pausa, que van o pretenden ir horadando la voluntad, la moral, la psiquis del preso. Arranca con el tema de la realidad familiar y toda la represión y la presión que sufrían los familiares. Todos sabemos que hubo familiares desaparecidos, hubo familiares hostigados. Ir a Rawson que queda lejos de todo, menos de la Patagonia, los familiares podían ir cada un mes y medio y ahí tenían seis días para estar y en algún momento fue realmente peligroso, los familiares tenían que agruparse porque no sabían qué pasaba si iban al día siguiente digamos. Esa misma realidad familiar fue afectada hasta que nos prohibieron tener fotos de nuestra familia durante todo ese período, que duró como tres años. Después todo lo que atentaba contra la salud física, obviamente estaba prohibida la actividad física, la atención médica era mala. Estaba prohibido cantar, estaba todo prohibido salvo lo que estaba expresamente autorizado que era muy poquito. El aislamiento informativo que fue total y absoluto. Estaba prohibido reír, silbar, cantar. El debilitamiento de la voluntad al tener que estar obligatoriamente 15 horas acostado y con un régimen militarizado. Después fuimos contrarrestando cada una de estas medidas. Estaba prohibido hacer gimnasia, pero a nosotros nos apagaban la luz a las 10 de la noche y hacíamos 45 minutos de gimnasia sistemáticamente todos los días. Tuvimos nuestros costos, tuvimos un par de suicidios, tuvimos la muerte de compañeros. Pero viendo a la distancia la profundidad y la agresividad del plan, no lograron sus objetivos”.ELD: “Quería hacer unos comentarios breves. Trelew no fue una guardia borracha, ni una represalia sobre los 19 compañeros que habían quedado sin poder lograr la fuga. Eso se decidió a nivel de comandantes en jefe de las tres FF.AA. y fue una señal para la sociedad, el típico mensaje del terror como forma de disciplinamiento. Eso le va a pasar a quienes se burlen o atenten contra la dictadura militar. Ese era el mensaje de Lanusse y los genocidas que lo secundaban. El segundo tema que quería decir es que aquí hemos señalado que es importante el recuerdo de lo que ocurrió y también para repensar el presente, en última instancia para saber cómo se reconstruye un sistema carcelario que respete la dignidad del hombre, si es que en algún sistema carcelario es posible respetar la dignidad del hombre.Pero lo que quería señalar es que hay otro elemento por el cual tenemos que volver sobre estos temas que es la construcción de la memoria. La memoria no es el simple recuerdo, es la resignificación de ese recuerdo analizado en todas sus implicancias y en vista a la construcción del presente y del futuro, como los elementos constitutivos de ese período del horror que tenemos que lograr que sea comprendido por nuestra generación y las sucesivas para que el Nunca Más, no sea simplemente una petición de principios o una consigna, sino para que en la Argentina no vuelva nunca más a suceder. Y la memoria no es pacífica, hay un combate por la memoria. La memoria está ligada a los sectores sociales en pugna. No es lo mismo la memoria de las víctimas y la que hacemos nosotros aquí, que la que hacen los genocidas sobrevivientes o, por ejemplo, Bussi cuando se pone a llorar en los juicios pensando en el poder perdido. Entonces para nosotros es un instrumento de lucha y de construcción del presente y del futuro el ejercicio y la construcción de la memoria.Y por último quería señalar que yo si tuviera que sintetizar cual es el principio, el paradigma con que funcionó el sistema represivo carcelario en la dictadura, diría que el axioma es ‘a un hombre libre ideológicamente consciente no basta con tenerlo en prisión si no se lo destruye’. Esa es la esencia de lo que buscaron con la destrucción de los presos políticos, que felizmente como vemos no lo han logrado. Hay muchísimas muestras de ello, pero si algunos quedaron en el camino, perdieron la vida porque fueron la demostración más brutal de los propósitos de esa dictadura”.
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