miércoles, 5 de enero de 2011

TOY STORY


El Topo Gigio, un camión Duravit, Marilú y su tienda. Muñecas negras vestidas como mucamas, un auto espacial. Juan Olcese tiene 45 y una gran colección de juguetes. Y conoce los secretos que guardan: los más antiguos, los que fueron masivos, los que lo son ahora, los raros, los emblemáticos. Aquí, cuenta la historia de los juguetes y el juego.


Por Sonia Santoro

El timbre no funciona en esta vieja casa de San Telmo reciclada. Hay que subir por unas escaleras de mármol veteado para encontrarse con Juan Olcese, 45 años, amante de los juguetes, que viste guayabera. Desde la puerta de la calle Venezuela todo lo que encierran esas paredes parece quedado en el tiempo. En el hall hay un triciclo oxidado. Luego habrá que recorrer varias habitaciones con anaqueles abarrotados de camiones, muñecas, aviones y también libros de Topo Gigio o fotografías de por lo menos cuatro décadas atrás. Es un tiempo bien mantenido si se quiere. Pero otro tiempo al fin.


Allí funciona El juguete ilustrado, que nació con dos divisiones: Editorial y Coleccionables. El Juguete Ilustrado Editor produce libros basados en el material y la iconografía acumulada por coleccionistas (ver recuadro). Mientras que El Juguete Ilustrado Coleccionismo es una tienda dedicada a la compra-venta de coleccionables y antigüedades de todo tipo, en particular aquellas relacionadas con el universo infantil. “Me despido con dolor de los juguetes de mi colección, pero puedo desprenderme. Me reservo unos 20 que no los pongo acá”, dice Olsece, su creador, mientras invita a recorrer esas vitrinas con dedicación. En el primer salón destacan las máquinas de coser de los años ’50 para educar a las niñas en las artes de la costura y el bordado (ver aparte). Y por ahí nomás un juego de costura, el de Marilú, con el que se podía hacer la misma ropa para la muñeca y para la nena. Había clubes de fans de la muñeca. Marilú tenía una tienda en la que se hacía ropa para niñas y también cuando iban creciendo para adolescentes y jóvenes; siempre era la ropa de la clase acomodada. Al lado está su hermanito Gubilay, con los labios pintados, vestido de marinerito, representando la imagen del niño en los ’30-’40 de alta clase.


Se pueden encontrar también los conocidos autos de caucho Duravit, que Olsece presenta como “una de las marcas más emblemáticas de la juguetería argentina”. El desafío que se les planteaba a los chicos era romperlos. Las propagandas mostraban a unos varoncitos con un martillo pegándole al autito. Por supuesto, la propuesta era muy atractiva para un chico.


En el estante de arriba se luce una muñeca negra cubierta con un vestido blanco y azul. “Las muñecas negras y otros juegos y juguetes relacionados replican las situaciones de discriminación en todo el mundo. Las muñecas negras en general están vestidas como mucamas o sirvientas. Hacia fines de los ‘40, principios de los ‘50, una fábrica de atracciones argentina hizo un juego tipo carrusel que se llamaba ‘Tiro al negro’. Hay negritos de madera en la carta del menú de los restaurantes’”, explica Olsece.


Se ven también unos autos espaciales inspirados en la conquista del espacio, y teléfonos que reflejan el adelanto de la tecnología. No podían faltar los clásicos revólveres de cebita, hoy no tan bien vistos, como todas las armas de guerra que se reprodujeron después de la Segunda Guerra Mundial.


Todo lo que posa en esos estantes lo recopiló y organizó el propio Olsece, que desde chico amaba juntar hasta piedras o cualquier objeto que trajera el Río de la Plata a las orillas de Colonia, donde veraneaba. En la adolescencia coleccionó libros de literatura universal. Los juguetes se le hicieron tentadores hace poco más de 10 años, mientras crecían sus hijos, que hoy tienen 18, 16, 11 y 5 años. Hijo de un papá juntador de cosas y una mamá poeta, busca con su colección exceder la simple nostalgia y la acumulación de objetos para recuperar el espíritu infantil que considera revolucionario.


–¿Cuál es su preferido?


–En general los juguetes vos los querés por la historia como llegaron a vos, algún preferido es ese que me regalaron especialmente. Puede ser el primer juguete que compré, pero trato de escaparle a la idea del que el mejor es el más valioso en el mercado de colección, me gustan mucho las cupecitas de carrera, es un punto intermedio entre el juguete artesanal y el industrial.


–¿Hay alguna “figurita” difícil?


–Sí, hay juguetes míticos y difíciles, hay una serie de títeres con figuras de próceres que sacó la fabrica Franci, con la intención de que fueran didácticos, pero cuando llegaron a las jugueterías se consideró una aberración jugar con los próceres. Los sacaron. Por eso es una cosa muy difícil de hallar. Se sabe que existieron pero no se sabe si sigue existiendo alguno.


–Usted dice que registra material del pasado que conserve el potencial de interpelar el presente, ¿cómo es eso?


–Escapo de la idea de que el pasado siempre fue mejor y que la infancia es una etapa que conduce a la madurez. Me interesa más el espíritu infantil en tanto espíritu artístico, de conexión e interrelación con el mundo. Lo interesante es poder recuperar en una persona mayor ese espíritu artístico y de alguna manera revolucionario que permite poner en tela de juicio ciertos parámetros opresivos de la sociedad de consumo, esta acción de no tener un objetivo justificado. Hay cantidad de artistas que se han concentrado en fabricar juguetes para niños, Picasso, Miró, Torres García, poniendo al niño como el ser que podía generar el cambio en la sociedad. Es muy distinto esto a tratar al niño como el ser que algún día logrará transformarse en un adulto adaptado a la sociedad de consumo.


–¿Qué juguetes de hoy cree que serán rescatados en el futuro?


–Hay una idea de desvalorizar los juguetes de hoy, como la Play Station, se dice que son alienantes. Creo que hoy por hoy tienen mucha influencia los medios, el cine. Son muy valorados los juguetes que son personajes de películas: Toy Story, Los Cuatro Fantásticos ya son objetos coleccionables. Después hay cosas que se nos escapan, que en su momento no se valoraron pero después sí. Me parece que hay como una cuestión de lo políticamente correcto, que lo bueno es jugar con juguetes de madera, artesanales, en el exterior, etc., etc. Pero resulta que ese juguete es elitista. Me da miedo de que termine siendo una concepción elitista del juguete y que a la vez ciertos juguetes populares sean considerados nocivos. A mí en particular no me gusta Disney, pero si masivamente todos los chicos llevan la mochila de Disney o Barbie, sería elitista de mi parte considerar que esos juguetes que están en el campo de lo popular son incorrectos. Creo que la cultura popular ya los adoptó y uno no puede ponerlos en la lista de las cosas prohibidas.


Ya en los ‘40 había juguetes de plástico, cuenta Olsece; lo que significó la masificación de los juguetes. “En la Segunda Guerra todas las fábricas de Europa se dedican a fabricar armas, entonces no hay más posibilidades de importar –explica–, empiezan a hacer en Argentina las muñecas que antes se traían de Alemania y el golpe total es el peronismo, que no sólo regala juguetes con la Fundación Eva Perón sino que se empieza a fabricar los llamados juguetes económicos. Para las fiestas se realizaban juguetes a muy bajo precio que los negocios tenían obligación de tener en las vidrieras y esto significa que se popularizó el juguete y muchas familias que lo veían como inaccesible empiezan a considerarlo una costumbre que continuó después del peronismo.”


Entonces, nada de sacralizar materiales. “Me gusta la madera por lo noble, me disgusta lo contaminante del plástico, pero lo que no me gusta es la idea elitista de los juguetes de madera”, dice.


–¿Qué juguetes perduran en el tiempo?


–El trompo tiene cientos de años y hoy hay reformulaciones de este juguete que tienen luces, como los de Ben 10 y Power Rangers. Se usaba como oráculo, tiene miles de años. Lo que uno ve es que los juegos vuelven y se ponen de moda en forma cíclica. Como el elástico, que ahora juegan varones y nenas. Se van reciclando y aggiornando, esto muestra que los chicos además de ser sujetos consumidores tienen un espacio para la investigación.


–¿Los mayores juegan más o menos que antes?


–Antes la gente jugaba a toda edad, el juego como una característica sólo de la infancia es algo posterior. A fines del siglo XVII, cuando comienza la industria del juguete, surge la idea del niño como alguien que está en un estadio aprendiendo a ser adulto. Pienso que en este momento en particular en Argentina hay una determinada revalorización del juego en los adultos, pero en general antes se jugaba más.


–¿Usted juega?


–No soy de jugar con los que colecciono, hay mucha gente que sí, que se retrotrae a su infancia y se reúne con otros coleccionistas a jugar. Yo juego con juegos de mesa.


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