miércoles, 5 de enero de 2011

UNA MURGA DE LA TETA


Es divertida, colorida, ruidosa, como debe ser una murga. Pero sus temas son el machismo, la violencia doméstica, los problemas más duros. Su nombre se debe a su primera obra, sobre la lactancia.


Por Mariana Carbajal


Se sacan el guardapolvo blanco o el ambo celeste y se ponen una peluca, vestimentas coloridas y algo de maquillaje. Así, disfrazados, un equipo interdisciplinario de profesionales de la salud, entre ellas varias médicas, utilizan el teatro popular, con guiones divertidos que apelan a la parodia y al grotesco, para abordar temáticas duras como la violencia machista y la trata de mujeres para explotación sexual, y esparcir por Misiones un mensaje contra la discriminación de género. El grupo se llama La Murga de la Teta, porque la primera obra apuntaba a concientizar a las madres sobre la importancia de la lactancia materna. Lo dirige una funcionaria del Ministerio de Salud Pública de la provincia y neonatóloga: Beatriz “Betty” González, coordinadora de la Unidad de Género y Salud.

“La murga fue modelando mi ejercicio profesional y entonces pude ver que detrás de ese bebé que había que amamantar había una madre, una mujer, que había que incorporar como sujeto de políticas y derechos, empoderándola. Ahí me empieza a caer la ficha de que esas madres que no tenían una buena lactancia, o un buen apego al bebé, no era solo por falta de conocimiento: eran madres muy superadas en su vida privada por diversas circunstancias”, señala González. Así fue que empezó a enfocar las obras hacia la desigualdad y la inequidad de género. Este año La Murga de la Teta cumplió diez años.


“La murga recorrió toda la provincia”, cuenta Betty, en uno de los salones del Ministerio de Salud Pública, donde están por ensayar. Al día siguiente tiene una función, en un club barrial de las afueras de la capital provincial. Lleva una década de actuaciones en distintos lugares, en congresos médicos, en barrios populares, en pasillos de hospitales, en escuelas, en plazas. El impacto de las obras, dice, es emocionante. “Mucha gente después de vernos actuar se acerca para contar historias propias y ajenas” a veces llorando, se sienten identificadas, dejan de pensar que a ellas es a las únicas que les pasan esas cosas. Para la misma gente de La Murga de La Teta esto es un grupo de resistencia. Y para la gente es un servicio, porque se acercan sin tanto miedo, con más confianza. Personas distantes, autoritarias, después de la murga se transfiguran, “salís de la tensión”, describe, con una sonrisa enorme, que siempre la acompaña y deja ver sus dientes, blancos y algo separados.


Billetitos


Los guiones y las letras de las canciones de las obras los escribe Betty. Es pediatra, especializada en neonatología, y antes de llegar al cargo del ministerio, fue jefa de Servicio del Hospital Madariaga, de Posadas.


“De repente me miré el espejo y me dije ya es hora de decir ‘Me amo’ cuidar mi cuerpo y disfrutar del sexo es el mejor regalo, y nadie en el mundo hará ése trabajo si yo no lo hago.


El fin de semana saldré de paseo, compraré un vestido, unos lindos aros Y el lunes temprano... el Papanicolaou”.


Así dice la protagonista de la obra Qué lindo es ser mujer, un texto que pone el foco, con humor e ironía, en el sometimiento que significa para muchas esposas sumisas la vida conyugal, y aborda el problema de la violencia doméstica, simbólica, emocional y física, y el acoso sexual laboral, y además muestra con claridad cómo actúan las redes de trata en los barrios periféricos para captar adolescentes. Misiones está señalada, en diversas investigaciones, como uno de los centros del país de reclutamiento de jovencitas para ser encerradas luego en burdeles en otras provincias.


Hace algunas semanas cerraron con esta obra el Tercer Encuentro del Observatorio de Género y Pobreza de Argentina, que dirige Virginia Franganillo, que se realizó en Posadas, en una iniciativa conjunta de la UBA, la Universidad Nacional de Misiones y la Unsam. En ese ámbito académico, Betty expuso los alcances de esta herramienta, el teatro popular, para concientizar a la población sobre las desigualdades de género. Y después, el elenco de La Murga representó la obra. Uno de los momentos más movilizantes fue cuando al finalizar, luego de un cerrado aplauso, cada actriz se presentó, y reveló su función laboral: “Soy enfermera”, “Soy odontóloga”, “Soy asistente de odontología”, “Soy docente”, “Soy pediatra”, “Soy cirujana infantil”, “Soy técnica nutricionista”, “Soy farmacéutico”. No tienen formación teatral profesional. En el grupo la mayoría son mujeres, pero entre la veintena de integrantes también hay cinco varones.


Quien se encarga de la preparación actoral es Cecilia Santos, de 63 años. Es la única actriz de la compañía. “Teatrera”, prefiere definirse ella. “Ninguno de los que trabajan en La Murga tiene formación teatral profesional. Lo que prevalece en las obras es el mensaje. La idea es que las obras sean entendibles para la gente común”, cuenta Cecilia, que se desempeña como promotora de salud desde el Centro de Salud N0 1 del barrio San Miguel, de esta ciudad. En la década del ’70, Cecilia recorrió el país en una experiencia de teatro independiente. Dice que no podría vivir sin La Murga. Las anécdotas de tantas actuaciones, cuenta, le llenan el espíritu. “Una vez, personificaba a una mujer golpeada. Al finalizar la obra, una señora del público se me acercó y muy compungida me dio unos billetitos enrollados, para ayudarme, me dijo. Le había llegado tanto la obra que había confundido realidad con ficción”, recuerda, en diálogo con Página/12.


Del cólera a la violencia de género


La Murga de La Teta, recuerda Betty, nació una década atrás. A mediados de los ’90, el psicólogo social Víctor Reck había llegado desde Buenos Aires a Misiones, llevando la técnica del teatro popular y estaba haciendo una obra para concientizar sobre la importancia de purificar el agua con dos gotitas de lavandina para prevenir el contagio del cólera en poblaciones sin agua potable. Betty era por entonces jefa de Neonatología del Hospital Madariaga y le pidió que escribiera una obra para promover la lactancia materna. Reck le dijo que ella se tenía que involucrar también. En eso estaba, cuando Reck muere sorpresivamente, a los 42 años, y el grupo queda acéfalo.


Paralelamente, había llegado a Misiones Adhermar Bianchi, el director del grupo de teatro Catalinas Sur, que trabaja con los vecinos del barrio de La Boca en la elaboración del texto y de la puesta en escena. En 1999, Bianchi crea en Posadas el grupo de teatro comunitario La Murga de la Estación y su primer espectáculo, Misiones, tierra prometida. “Con Adhermar estuve trabajando tres años, con él aprendí mucho”, dice Betty. Entonces, después de un impasse, Betty decidió tomar la posta dejada tras el fallecimiento de Reck y con una primera obra, en el año 2000, sobre la lactancia materna, nació La Murga de La Teta.


“La Murga fue modelando mi ejercicio profesional y entonces pude ver que detrás de ese bebé que había que amamantar había una madre, una mujer, que había que incorporar como sujeto de políticas y derechos, empoderándola. Ahí me empieza a caer la ficha de que esas madres que no tenían una buena lactancia, o un buen apego al bebé, no era solo por falta de conocimiento: eran madres muy superadas en su vida privada por diversas circunstancias”, señala Betty. Así fue que empezó a enfocar las obras en la desigualdad y la inequidad de género, en las relaciones interpersonales. Para contactarse con La Murga, escribir a:


beatrizgon2001@yahoo.com.ar.


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