lunes, 21 de febrero de 2011

"ABRAZAR A SUSÚ ES COMO ABRAZAR A UNA HIJA"

Por Oscar Ranzani

La actriz encarnará a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo en Estela, el film que rodará Nicolás Gil Lavedra a partir de abril. “El encuentro fue como si nos conociéramos desde siempre”, coinciden, lejos de toda solemnidad.


Una es de esas mujeres que al hablar transmite una paz inmensa por cómo ha logrado transformar, a través de una vida de lucha, el dolor en esperanza. La otra es una de las actrices más versátiles que ha dado el cine nacional. Estela de Carlotto y Susú Pecoraro comparten una sensibilidad muy intensa que logran expresar cada una con su estilo de oratoria, y que las hermana cuando conversan. No es casual, entonces, que si esta gran actriz comparte ese amor por la vida que tiene una luchadora de la dimensión de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, sea la encargada de interpretarla en una película basada en su vida. Ambas charlan como si se conocieran de toda la vida, con una espontaneidad que desmorona cualquier intento de intervención externa que se aproxime a lo solemne. Son dos mujeres comunes y corrientes a las que la vida ha colocado en roles diferentes e importantes: una con una tarea social que es el orgullo de muchos argentinos; la otra, con la necesidad de interpretar sentimientos a través de la actuación. Ambas dialogan con Página/12 para contar sus impresiones sobre Estela, la película que rodará Nicolás Gil Lavedra a partir de abril. Con producción de la empresa Aleph Media, el film se basará en la vida de Estela de Carlotto, pero estará completamente alejado de la frialdad que puede tener una biografía clásica.

Hace años que Carlotto conoce a Gil Lavedra. “Lo conocí cuando estaba haciendo un corto de ficción muy importante que después fue premiado y sirvió para enseñar en las escuelas el derecho a la identidad. Se refería al encuentro de un nieto”, recuerda Carlotto, antes de adentrarse en las consideraciones de Estela, cuyo guión corresponde a Jorge Maestro y María Laura Gargarella. Carlotto conoció al joven cineasta hace un lustro, cuando el hijo de Ricardo Gil Lavedra (uno de los camaristas del Juicio a las Juntas) tenía 23 años. Y un día, el realizador le dijo a Carlotto: “Ahora quiero hacer una película sobre tu vida”. En principio, ella se negó “por pudor, porque mi slogan es que soy una mujer común y que hago lo que hago porque debo hacerlo y me siento bien haciéndolo”. Pero el director lo analizó desde otro punto de vista y finalmente logró convencerla. Carlotto aceptó colaborar “ante una realidad de que no tengo derecho a cercenar el derecho de nadie, sobre todo tratándose de Nicolás, que es un encanto y lo quiero un montón. Entonces, con más razón, no quería mortificarlo”. Una vez concretado el proyecto, se buscaron diversas alternativas y “para hacer esta película, trabajó con un grupo muy bueno, muy consistente y muy serio”, agrega Carlotto.

Pecoraro comenta que Estela tiene una estructura temporal al estilo mosaico. “De repente, se la ve a Estela en los ’80, y el film va para adelante o para atrás en el tiempo; luego vuelve al tiempo real.” La actriz considera que esta elección “es muy interesante porque no es un relato lineal, y además es un valor porque hace que uno vaya entrando en situaciones muy familiares, los ves a los chicos y de golpe, va a tiempo presente y la ves a Estela haciendo una cosa hoy, luego a Estela en otro momento de su vida”, cuenta la actriz responsable de interpretarla.

Carlotto manifiesta que hubo otros intentos de llevar su vida al cine pero que en otros libretos anteriores “no me encontraba”, según explica. “Con éste me identifico”, reconoce. Y sorprende cuando dice que es “bastante dura” para expresar los sentimientos. “Para que llore y se me llenen los ojos de lágrimas es difícil.” Este cronista le señala que, sin embargo, cualquiera que haya conversado con ella en privado o que la haya visto en algún escenario en público, puede ser consciente de que transmite mucha emoción. “Bueno, la emoción la tengo, pero no me salen las lágrimas. ¿Sabe cuándo me salen lágrimas? Cuando me río. Cuando me río, lloro. Pero la lectura de este libreto me llevó a estados de emoción muy grandes”, confiesa. Y se encarga de resaltar que Gil Lavedra “es muy respetuoso, todo lo consulta y no quiere que haya nada que no nos guste”. A Pecoraro, esta actitud del cineasta le resulta fantástica “porque cuando se acercó, me gustó mucho dónde estaba parado para contar una historia. El estaba en ella, en el amor que siente por Estela. Nicolás siente un amor muy profundo, una gran admiración y él, como persona joven que es, tiene una necesidad de mostrarle al mundo lo que ha pasado para que sirva realmente. Y eso la pasa a una persona joven”.

A la hora de narrar el primer encuentro entre Carlotto y Pecoraro, la presidenta de Abuelas se apresura a responder y reconoce que conocía a la actriz por sus trabajos en el cine. “Cuando Nicolás me dijo quién había aceptado hacerlo, me puse contentísima porque hay actrices y actrices. Cada una tiene su rasgo. Entonces, la sensibilidad de Susú era ideal porque tiene la cosa humana, la cosa tierna, la sensibilidad, todo eso que trasciende cuando ella hace sus películas”, admite Carlotto. Luego de la noticia “encantadora” que significó para Carlotto la elección de Pecoraro para el protagónico, “cuando vino a la Casa de Abuelas, abrazarla era como abrazar a una hija conocida, querida. Fue como si nos conociéramos desde siempre. No hubo eso de mirarse y no saber qué hacer sino que la cosa fue directa”. Pecoraro reconoce que siempre admiró a Estela de Carlotto. “Que Estela transformó su dolor en lo que lo transformó y que, encima, puede explicar y se ocupa día a día desde que se despierta hasta que va a su casa, yo lo sabía desde mucho antes de conocerla: cómo entregó su vida a esta causa y qué tipo de persona es ella. La ves en un acto paradita, la ves sonriendo, la ves con el sol que le está pegando, la ves con la lluvia... Y ella está siempre ahí con su espíritu. Y está presente con su ser. Entonces, yo sabía muy bien que me iba a encontrar con una persona importante con todos estos valores. Pero cuando la vi, superó todo eso, en su forma de hablar, de contar las cosas, casi me enamoré”, recuerda Pecoraro.

En cuanto a los aspectos que tendrá en cuenta para componer el personaje, la protagonista de Camila afirma que, a veces, se lo verá en situaciones límite y en otras no. “En las situaciones que son límite y donde está el dolor, buscaré transmitir eso. Pero Nico no quiere transformarla en un cuento. El quiere hablar de Estela como mujer. De alguna manera, en esas circunstancias, cómo fue esta mujer y también cómo era antes. Y ese cómo era antes es cómo es ahora: uno es lo que es. Ella pudo hacer lo que hizo en su vida por cómo es”, relata Pecoraro. Lo que más percibió la actriz en Carlotto fue que “Estela tiene un espíritu muy alegre, joven”.

–Estela, ¿cuánto de tristeza y cuánto de felicidad tiene su vida?

Estela de Carlotto: –Mitad y mitad. Pero sería un poquito injusta porque igual, aunque tengo este dolor, tengo felicidad, porque tengo que agradecer muchas cosas que me pasan. Tengo otros hijos, tengo nietos, tengo mucho amor de la gente. Por ejemplo, cuando estoy en el gimnasio, se me acerca gente que no tiene nada que ver con el tema de los derechos humanos y viene a sacarse una foto o a darme un abrazo. Y hoy vino un joven de veintipico de años, me dio la mano y me dijo: “Tengo que saludarla, muchas gracias por todo lo que hace”. Eso es parte de la felicidad.

Susú Pecoraro: –Sobre todo porque no es fácil que la gente quiera así. Ese amor que le dan a ella es un amor muy particular. No es el cholulo. Se acerca de verdad gente que la quiere. Se iluminan. Se conectan con mucho amor. Es lo que vos das Estela.

E. de C.: –Quizá, pero es todo un conjunto. No es nada aislado lo que pasa en la vida y en la sociedad; sobre todo en una sociedad tan golpeada como ésta, tan decepcionada por los fraudes, los engaños, las promesas que no se cumplen, lo que no se esclarece y es necesario sacar. Y las pérdidas, porque con la dictadura todos perdimos, no solamente nosotros: todo el país perdió. Y esa juventud suelta necesita referentes. Hay una abuela que me dice: “¡Qué paciencia que tenés!”. No es paciencia, son ganas, porque si yo no quisiera no hago nada y se acabó. Si viene un chico y me pide sacarse una foto conmigo y yo estoy recansada, igual le sonrío, le digo que sí y lo abrazo. Entonces, eso es una cosa que me hace bien.

–¿Y cuándo vislumbró que podía transformar el dolor en esperanza?

E. de C.: –Yo por naturaleza soy optimista. Fui optimista toda la vida, y muy tozuda, de decir “esto lo tengo que hacer”. Y hasta que no agoto todo, no me doy por vencida. En la vida fui así, digamos extrovertida. Para mí la injusticia es lo peor. Lo que es injusto, ya sea de palabra, de gesto, de acción o de vida, me rebela. Y también siempre puse paños de cordialidad entre los que se enfrentaban. No sé si es mi signo o qué, pero yo siempre fui así. Y alegre fui desde chiquita.

–Susú, ¿y usted cómo siente la tarea de Abuelas y la lucha de Estela?

S. P.: –Me produce amor. Es amor y pasión. Es la misma pasión que yo tengo por hacer bien un personaje, meterme en el libro, estudiar al autor. Eso es pasión. No me acuerdo quién dijo una frase maravillosa que tampoco la recuerdo, pero sí sé que unía estas dos cosas: el que va atrás de la pasión, del amor en la vida, es el que une, el que logra la unidad. Para mí, Estela simboliza eso. Ella une, porque está sacando la maleza, lo que no sirve, no se engancha con ningún rencor. Y sigue diciendo las cosas como son, buscando lo que tiene que buscar. Y mire todo lo que logró, uniendo con un alma muy femenina. Todo eso yo lo veo y lo admiro. En este momento me toca estar en un lugar que no es fácil pero tampoco lo quiero cargar de dificultades porque la mirada de Estela es como la de mi mamá: ella da mucha libertad. Entonces, a mí no me asusta. La veo a ella libre y yo también soy libre. Sé que de la única manera en que aparecen las cosas verdaderas es abriendo el corazón y sintiéndose libre. Apenas te empiezan a venir los miedos, todo se va al diablo. Entonces, yo no quiero los miedos.

–La lucha de Abuelas está representada en los escenarios a través de Teatro por la Identidad, y en la TV fue reflejada en Televisión por la Identidad y también en Montecristo. Ahora llega al cine. ¿Cómo observan el interés de los artistas por esta temática?

S. P.: –Yo pienso que el actor, el que se comprometió, el que viene del teatro, está muy ligado porque nosotros queremos comunicar lo mismo que ella está queriendo comunicar. Siempre estamos tratando de encontrar los valores de ese autor para que la gente que se siente a ver una obra de teatro se vaya con algo más, con algo que le haya abierto la cabeza. Entonces, hay algo ahí que se une y siempre ha habido un compromiso y una necesidad de poder servir, ayudar o poder hacer algo desde la actuación, y algunos militando.

–¿La sociedad está más permeable a ver películas, obras o programas televisivos de este tipo de temática que hace quince o veinte años?

E. de C.: –Sí. Recién estábamos hablando de Montecristo, por ejemplo, y de los especiales que se pasaron por Telefe que diría yo que fueron vistos por la humanidad, porque los comentarios nos llegan y nos llegan, y también la comprensión del tema. Instalarlo en la hora del almuerzo o de la cena es fantástico porque después los chicos preguntan y se hace una cadena. Teatro por la Identidad también dio difusión al tema porque la identidad abordada desde diferentes dramaturgos, de una manera distinta, conformaba a un montón de público. También estamos con Danza por Identidad: Iñaki Urlezaga está deseando trabajar para las Abuelas. Hay como una sumatoria permanente, una toma de conciencia.

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