Los líderes del mundo fracasaron en la cumbre de Copenhague, pero en el país, estudiantes de todos los niveles demuestran que es posible cambiar.
Por Sabrina Díaz Rato
Gandhi decía que Inglaterra necesitó de la mitad de los recursos de la Tierra para alcanzar su actual bienestar. El paladín indio se preguntó, entonces, ¿cuántas Tierras necesitaría la India? La ironía no hace más que convocar a la reflexión, sobre todo en el actual contexto donde cumbres y banquetes internacionales, como el de Copenhague, no hacen más que decepcionar al mundo con frustradas negociaciones.Mientras tanto, ante los desmontes permanentes e indiscriminados, los ríos contaminados, la crisis alimentaria y la sucesión de inundaciones y sequía –por enumerar sólo algunos de los problemas del planeta–, la educación ambiental aparece como una alternativa de cambio y alivio. Programas educativos, proyectos independientes, carreras universitarias y nuevos posgrados son apenas una parte del arco de iniciativas que en la Argentina –pese a la inexistencia de una ley de educación ambiental– buscan soluciones concretas.Para Sergio Mogliati, profesor de la UBA y consultor en temas ambientales, conviene estructurar la educación ambiental desde una perspectiva integral: “Si bien las carreras universitarias están produciendo muchos profesionales abocados a la temática, en la formación de un estudiante hay que evitar esta idea de lo ambiental como instancia separada de lo técnico y otras áreas de la gestión de servicios, como el agua, la basura y la energía”.Existen variadas ofertas orientadas exclusivamente a los contenidos ecológicos, pero otras se agregan al tradicional régimen educativo. La Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo, por ejemplo, dictará en 2010 por primera vez una Maestría en Derecho Ambiental para los abogados que no tuvieron contenidos relacionados con la temática mientras cursaron su carrera. El decano de la facultad, Roberto Saba, cree que como la cuestión ambiental es un fenómeno ineludible “debe ser abordada desde la formación universitaria y exige de profesionales con conocimientos técnicos especializados”.Julieta Manterola es licenciada en Filosofía de la UBA y será la encargada de educar a los abogados en “Valores Ambientales”, una asignatura orientada al abordaje filosófico del asunto. Según explica Manterola, “una perspectiva ética en una maestría en Derecho Ambiental implica reflexionar acerca de qué principios y valores deberían estar plasmados en el Derecho y cuáles son los argumentos para defender esos valores y principios”.Otro caso –entre tantos que revelan cómo las disciplinas tradicionales se introducen en lo medioambiental– es el de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Desde la carrera de Ingeniería Ambiental la institución busca contribuir al desarrollo de políticas, tecnologías y métodos para el uso sustentable de los recursos naturales. Desde la universidad también se promueve que los alumnos de grado aprendan a través de la experimentación. Por ejemplo, con el proyecto de monitoreo de la contaminación atmosférica en el municipio.Un poco más cerca de los chicos y lejos de las instancias formales, se desarrolla el programa “El agua va la escuela”, a cargo de Mogliati. Diseñado para promover el uso responsable del agua, este taller se está implementando en nueve provincias. Lo destacable es que además de estar pensado para alumnos de 5º y 6º grado, busca transmitir esos conocimientos a sus familias y la comunidad a través de los mismos chicos, a quienes considera transmisores de valores y actitudes que pueden colaborar con el cambio: “El programa busca hacer conscientes conductas que están incorporadas a lo cotidiano, como el derroche y el descuido de las instalaciones sanitarias del hogar”, cuenta Mogliati.Más allá de las distintas iniciativas que surgen localmente, en el país la educación ambiental no cuenta con un marco normativo que la instaure como disciplina obligatoria a nivel nacional. Un proyecto de ley que intentaba incorporarla en los niveles primario y medio tuvo media sanción en Diputados, pero como nunca se trató en el Senado, perdió estado parlamentario. Desde la Subsecretaría de Política Ambiental y el Ministerio de Educación de la Nación, a través de los consejos federales de Educación y Medio Ambiente, intentarán reflotar el proyecto este año con el objetivo de promover el tema con más fuerza en las escuelas. Porque como señala Mogliati, “las cuestiones ambientales son necesariamente transversales a las disciplinas tradicionales y es precisamente este aspecto el gran desafío”.
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