lunes, 28 de febrero de 2011

EL REY MIDAS DE LOS HUMILDES


Por Nahuel Gallotta

Soldado en la Guerra de Triple Alianza contra Paraguay (1865-70), el gaucho Antonio Mamerto Gil Núñez desertó durante la guerra civil correntina. Luego de morir, su verdugo rezó en su nombre por su hijo y se curó. Cada 8 de enero, llegan personas de todo el mundo. Los argentinos, para rezar. Los extranjeros, para hacer turismo exótico.


La devoción por el Gauchito Gil, cuyo santuario está en Mercedes, Corrientes, genera cada vez más dividendos. Estampa de chiringuitos, choferes y aventureros que hacen de lareligión popular un negocio turístico
Parece ser un sueño. En el piso superior de un ómnibus de larga distancia, tres gendarmes despiertan a los pasajeros diciendo que el chofer no encuentra su teléfono celular, y que en minutos todos serán requisados. Es la mañana de un 8 de febrero y en el micro que salió de Retiro y finalizará en Mercedes, Corrientes, muchos viajan por lo mismo. Los cuatro morochos de adelante, contra el vidrio, que dejaron en el piso una bolsa llena de latas de cerveza vacías subieron con el mismo fin que los dos pelados sentados a la altura de la escalera, y que la familia del fondo. Y el que escribe también: todos vamos al santuario del Gauchito Gil.Todavía nadie corrió las cortinas; apenas se ve que es de día, que hay sol. De repente alguien pregunta dónde estamos varados, y el gendarme responde que en Piedritas, Corrientes. De golpe uno de los pelados se para, dice que no puede ser, pide un papel y una lapicera y comienza a pedir los datos de los choferes, grita un poco de cómo los van a revisar si no hay ninguna orden judicial para hacerlo. Todos se suman y los gendarmes bajan sin que aparezca el celular. A la hora el micro llega a Mercedes. El mismo pelado, que es de Floresta y lleva un Gauchito de casi un metro para que sea bendecido, se acerca a la boletería y se vuelve a quejar.Un mes atrás, 200 mil personas llegaron de distintos puntos del país a lo mismo. Por la principal de Mercedes hay más camionetas que autos. Una Kangoo pasa y hace señas, como que si voy para el santuario, que me lleva si quiero. A los dos minutos de viaje me entero de que no es de favor. Que es un remís y que tiene un puesto en el santuario, y que el viaje vale $ 25 pero va a cobrarme apenas 10. Los 8 de enero, el día del Gaucho, los remises cobran $ 30 hasta el giro a la izquierda por la que se deben recorrer 2,5 kilómetros más. Para llegar al santuario, hay que hacer filas de 3 o 4 horas. Y $ 30 no es rentable en 4 horas de viaje. Por eso te dejan ahí.El remisero se llama Jorge y no dice “si Dios quiere”. Dice “si Dios y el Gaucho quieren”. Se le pregunta por la camioneta y dice que después de pedirle tanto al Gaucho se la pudo comprar. Anualmente, 40 familias viven de lo que venden en los puestos linderos al santuario. La suya es una de ellas. “Vos pensá –dice Jorge con su tonada– que todas las personas que pasan por acá frenan. Todas, eh, y los que no lo hacen es porque pasaron el día anterior. Y siempre una cintita, un recuerdo, un regalito, algo te vas a llevar. Así trabajamos todos, gracias al Gaucho”.Los domingos se acerca mucha gente. De madrugada, los colectiveros son los que más se acercan. Además de los puestos están los pibitos que caminan y ofrecen sus productos. Son muchos, andan por todos lados. Un grupo de cuatro descansa jugando al truco de parados, tirando las cartas al piso.Sobre la ruta pareciera la previa de un recital de los Rolling Stone. Por los vendedores, los trapitos, el trabajo para estacionar. Falta poco para el mediodía, bajamos, y Jorge me lleva a su puesto. Atiende uno de sus hijos; tendrá siete años. Entre cintitas, llaveritos, calcomanías y estampitas, me cobra $ 54. Acá se paga hasta para ir al baño o para calentar el agua. Además del merchandising uno puede encontrar puestos de ojotas y de CD truchos atendidos por dueños que ponen cumbia y cuando se aburren pasan un DVD que recorre la historia del Gauchito. El lugar no es tan grande como el que uno podría imaginar antes de llegar. Se siente el olor a asadito, a vino tinto barato, que atrae a las miles de moscas que en el salón se refugian del calor. Suena cumbia, chamamé. En las mesas uno puede reconocer a abuelitas que no paran de darle al vino y a pibes de conjunto deportivo que provienen del conurbano. Gente que por su camiseta de fútbol dice de qué provincia o ciudad es. Comer media porción de asado, un chorizo y una morcilla y una gaseosa ronda los $ 60. Aquí hay hasta una yerba mate llamada Gauchito Gil. Los que deben recaudar, y mucho, son los que graban en el momento leyendas en placas que agradecen favores concedidos. Están colocadas por todos lados. Después cuelgan pasacalles, pero son los menos.“Cada 8 de enero la oferta se expande –cuenta Javier Díaz, productor del documental El último refugio, sobre la vida del Gauchito–, y se arma el bingo. O podés tatuarte con un tipo que se dedica especialmente a tatuar Gauchitos. Hay puesteros que durante todo el año producen su mercadería para venderla ese día, y está bien. El Gauchito defendería la posibilidad comercial de mucha gente humilde.”
La Internacional Gauchita. Son varios documentales los que se hicieron. También hay libros de fotos y expositores que recorrieron el país retratando los monolitos. El los últimos años muchos estudiantes de cine llegaron de Europa para filmar.“Todo el mundo viene el 8, y ya muchos vienen a emborracharse, hay muchos robos”, cuenta Jorge, el remisero.Por lo que dice Jorge, muchos devotos prefieren esquivar el 8 de enero. Para alquilar una pieza o una habitación en un hotel, se debe hacerlo con una anticipación mayor a un año. Algunos visitantes llegan la semana del 1º de enero y se quedan hasta el 9. De Buenos Aires se acercan muchos buscas a trabajar la temporada.Daniel es de Villa Urquiza y se toma el micro a Mercedes todos los 8 de enero hace cuatro años.“Rinde. Hay días que recaudas $ 5000. Llevo remeras, cintitas, lo que puedas imaginarte que tenga un Gaucho. Y mucho repelente para mosquitos. En los últimos años es mucho más rentable venir acá que ir a la costa atlántica. Y estamos viniendo todos.Mercedes puede ofrecer hasta 310 plazas para visitantes. Después, la otra opción son piezas de casas familiares. De ese trabajo se encarga Graciela Díaz Pérez, directora del departamento de turismo de Mercedes. En clubes, refugios o casas de vecinos que pueden recibir visitantes se ofrecen como opciones para esa fecha.“Mercedes ha sido la ciudad que más creció de todo Corrientes según el último censo, con un 21%. Es un fenómeno muy fuerte. Hoy en día tenemos visitantes holandeses. Pero todavía falta. Quienes vienen, se acercan al predio y se vuelven. Lo hacen en condición de visitantes y no de turistas, que es un porcentaje que llegará al 20%”, cuenta la funcionaria.En una esquina de la principal, desde el último 7 de enero, está el comedor y hotel de Sergio. Sergio es del conurbano, del Oeste, de la localidad de Moreno. Dice que vino para eso, y su local podría haberlo instalado en Palermo. Tiene esa onda. Mientras muestra la habitación con pantalla LCD y aire acondicionado, que cotiza $ 100 por seis horas, comenta que en pocos años espera recuperar su inversión.“La gente mucho tiempo no se queda en el santuario, y los micros no salen cada una hora, entonces en algún lugar tenés que pasar el tiempo. La que llega es gente que ahorra durante el año y se la gasta toda, disfruta, se da gustos. Vas a ver, con el tiempo, vamos a ser muchos más los que inviertan acá”, dice.Al viaje a Retiro de las 13.10 le sigue el de las 20 horas. Ahí están los dos pelados:–Me dijeron que llame a este teléfono –dice mostrando el boleto de vuelta, todavía caliente con los gendarmes–. Seguro me regalen un pasaje. Buenísimo, vengo cada dos meses.

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