viernes, 11 de febrero de 2011

CRIATURAS DIGITALES


Famosos y gente común cuentan cómo es vivir sin despegarse de la computadora y el celular. Pros y contras de un fenómeno cada vez más extendido.


Por Leandro Filozof


La película Wall-E describió un futuro oscuro y exagerado para la humanidad: todos apostados las 24 horas en un sillón que flota sobre el piso, con una imagen holográfica delante. Hombres y mujeres sólo se comunican entre sí en forma cibernética. No hay contacto físico ni ningún tipo de actividad por fuera de lo virtual. “Estamos camino a ese extremo, lo reconozco: la segunda cosa que hago cuando me levanto es prender mi computadora”, dice Gastón Silberman, autor de Sin cortinas. Conversaciones sobre el ser humano digital, un libro de diálogos con la psicoterapeuta Vivian Loew que analiza esta nueva era de hiperconexión, que se descarga gratuitamente de Internet.“La computadora no la apago –cuenta José María Muscari, autor de la obra Feizbuk, actualmente en el Konex–. Mi primera mirada a Internet es durante el desayuno: lo preparo y voy a conectarme al mundo irreal. Si bien soy muy consciente al conectarme, muchas veces tengo que hacer un esfuerzo para salir, sobre todo si estoy en el Messenger y algún romance sexual me sedujo.” Muscari es uno de los tantos argentinos que viven constantemente conectados. Otro es Guillermo “Fierita” Catalano, de Justo a tiempo, por Telefé: “No prendo la PC al levantarme: en los últimos dos años estuvo apagada solamente cuatro días, en unas vacaciones. Estoy todo el tiempo usando Internet, tengo que pensar en no hacerlo: hay que dormir. En mi vida, Internet ocupa el lugar de la radio en la de la gente que anda mucho en auto. En los semáforos chequeo Twitter. Sé que es un exceso”.También en el área de la música hay ejemplos. “Claro que me encuentro sumergida, pero sé que cada tanto hay que apagar todo y sentir ese vacío: probablemente aparezca algo que te dé más satisfacción –cuenta Juliana Gattas, cantante de Miranda!–. Yo pinto, y cuando me desconecto, por ahí termino un cuadro. Aunque después lo subo.”Para Daniel Molina, crítico cultural y director del área de letras del C.C. Rojas, “Internet es nuestro medio social. No hay un afuera de Internet. Tengo que hacer un esfuerzo enorme por desconectarme. Cada vez siento más claramente que no estoy conectado o desconectado: vivo en Internet”. Juliana Fortunato, consultora en comunicación, busca maneras de desconectarse un rato: “Estoy cada vez más ejercitando el ‘me olvidé el celular’. Me obliga a no prestar atención a otra cosa que la que estoy haciendo, sobre todo en reuniones familiares donde el ‘quality time’ tiene que ser tal. A nivel laboral, no voy a una sola reunión donde no suenen los setenta celulares de todo el mundo involucrado, hasta que se llega a un consenso y se apagan”.El empresario Gonzalo Alonso es cofundador de Clickonero, un sitio de ofertas online de servicios de ocio, tiempo libre y entretenimiento. Y se suma: “Estoy conectado las 24 horas. No me gusta hablar por teléfono: el que me conoce sabe que me contacta a través de las distintas plataformas de Internet. La tendencia mundial es contratar banda ancha para estar conectado todo el tiempo”.En su libro, Silberman habla de un nuevo modelo de Internet: “Con la creación de la web 2.0, el usuario se convirtió en protagonista. Ahora Internet permite el acceso a un medio de comunicación propio. La gente encontró en los medios digitales formas de expresión gratis y a la mano y eso democratizó –o universalizó– los métodos de expresión. Si ser objetos deseables es a lo que todos aspiramos, acá encontramos esa posibilidad. Nos convertimos en un producto non stop, 24/7. Nos conquistó esa metáfora del japonés que en vez de mirar, saca fotos. En vez de estar presentes, generamos contenido”.Andrés Gándara, un estudiante de Ciencias de la Comunicación de 24 años, percibe esa tendencia: “Hace poco estuve en el recital de Dave Matthews Band y un conocido estaba twitteándolo, subiendo fotos, poniendo qué tema tocaban. Es un sentimiento contradictorio: por un lado te dan ganas de compartir tu experiencia con los demás. Pero no te permite disfrutar de lo que fuiste a hacer ahí, te quedás con la cabeza en Internet”.Para Silberman, la necesidad constante de conectarse “tiene que ver con el personaje digital que vos creás y que tenés que revalidar porque, al haber tanto contenido, si no desaparecés en un toque. Las principales redes sociales tienen distintas características. Facebook tiene una cosa de seudo amistad y Twitter es más perversa, egocéntrica. No tenés amigos sino seguidores”.“Lo veo como un lienzo donde se puede pintar, aunque lo hago como el orto –dice Fierita–. Me río pensando que alguien en su casa está cagándose de risa con lo que escribo. No está mal que cada uno pueda plasmar su puta vanidad, como la mina que está buena en la oficina viene con la pollerita corta y tiene sus tres minutos de fama. Que el gordo pelotudo que escribe cosas graciosas también los pueda tener. Es democratizador que los nerds, que estuvimos toda la vida con la computadora, tengamos nuestra alegría.”Gattas sostiene que la presencia de Internet en la vida cotidiana “cambia los hábitos. Uno pasa a necesitar estar más informado, tener feedback. A mí me sirve tener todo al alcance todo el tiempo. La desventaja es que algunas personas, en general adolescentes, lo convierten en una dependencia”. No sólo se van modificando las actividades diarias, sino también las relaciones. Fortunato confiesa: “Me he encontrado a mí misma viendo un episodio de la serie Mad Men a las 2 AM y comentándola online con otros freaks como yo. Es ridículo. Pero en ese momento tiene toda la onda”.Fierita rescata la posibilidad de encontrar gente afín. “Tengo amigos que no conozco personalmente y con quienes tengo lazos más profundos que con muchos que veo a diario. Un amigo con el que me escribo es militante del software libre y peronista como yo. Y también le gusta la música uruguaya y Zambayonny.”A pesar de la omnipresencia, Silberman cree que la ausencia de Internet no nos afectaría: “A algunos les saldrían ronchas en la piel, pero nos adaptaríamos en un rato. Hace seis meses nadie tenía Twitter, y hoy parece que está hace veinte años”. En la misma línea opina Muscari: “Internet no tiene poder, sólo lo adquiere si se lo damos. Armé Feizbuk para ganar la pulseada con la red. Y el año próximo haré Twitter”. Para Molina, el cambio es irreversible. “Hace veinte años yo pasaba decenas de horas por semana en contacto físico con gente. Ahora, hay días en los que no me contacto físicamente con nadie. Mi contacto constante (para trabajar o divertirme, para pensar o dejar de pensar) se da en Internet. Es nuestro mundo. Hay un continuum real-virtual” que no es bueno ni malo. “Siempre nos pusimos máscaras para enfrentar a los otros: ahora son más virtuales, nada más (y nada menos). Y esto no es un juicio de valor, porque no lo tengo: es como si tuviera juicio de valor sobre tener que respirar para seguir vivo.” El fundador de Clickonero coincide: “Sacar Internet sería como quitar la columna que sostiene a un edificio. Internet es eso para los negocios y para la sociedad. Yendo de lo más general –como denunciar a un dictador– a lo más particular, como que mis hijos me vean, si quitamos esa clave, se derrumba nuestra comunicación contemporánea”.Difícil es saber por dónde va a seguir la tendencia. Qué va a surgir dentro de unos meses. Además, la situación es distinta entre los que conocieron Internet de grandes y las nuevas generaciones que nacieron conectadas. Pero por ahora, lejos estamos de que, como sucede en Matrix, Terminator o la misma Wall-E, las máquinas tomen el control. Al menos, hasta donde sabemos.

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