miércoles, 24 de noviembre de 2010

CIEN AÑOS DE LA MUERTE DE TOLSTOI, EL AUTOR QUE PINTÓ EL COSMOS DEL SIGLO XXI


Nació aristócrata, se hizo cristiano crítico y pacifista. Retrató el universo de su época.

Por Gabriela Cabezón Cámara


Todas las familias felices se parecen entre sí; pero cada familia desgraciada tiene un motivo especial para sentirse así”. Con esta oración se abre Ana Karenina , esa novela enorme que León Tolstoi terminó de escribir en 1877. Entonces tenía 49 años, una gran familia y era considerado uno de los más grandes escritores rusos. Hacía no tanto, en 1869, había escrito su otra obra maestra, Guerra y Paz . Faltaba poco para que fuera considerado no sólo un gran escritor sino un gran hombre. Y un poco más para el día del que se están cumpliendo 100 años: el 20 de noviembre de 1910, cuando Tolstoi murió, a los 82, en la casa del jefe de la estación de Astapovo, adonde llegó después de 10 días de viaje. Huía de su familia.


Pero empecemos por el principio: Lev Nikoláyevich Tolstoi nació en Yasnaya Poliana, Rusia, en 1928. Hijo de una antigua familia noble y fue criado con todo el lujo y los privilegios. Eso fue su infancia. Después, fue un joven aristócrata tan preocupado por la cacería, la moda y los bailes como sus pares. Fue parte del ejército durante la Guerra de Crimea. Fue un borracho que se jugó a las cartas su propia casa. Y la perdió.


Hasta acá, nada demasiado sorprendente. Pero cambió Tolstoi. Cuando ya era el autor de esas dos obras maestras, Guerra y Paz y de Ana Karenina , y no podía pedir más prestigio ni fama, cambió. Tuvo una crisis espiritual. Volvió a su pueblo, a sus campesinos. Creó escuelas y una pedagogía para que los chicos aprendieran a escribir. Vivió en una casa sencilla. Ejerció el oficio de zapatero. Renegó de sus libros: de Guerra y Paz dijo que fue una “orgía a la que me entregué de cuerpo y alma” y que sentía “arrepentimiento y vergüenza” cuando lo leía.


La muerte de Iván Illich fue una obra bisagra en la vida de Tolstoi: cuenta la historia de un hombre que sabe que va a morir. Y busca una verdad, un sentido para la vida que está perdiendo y que le parece vacía. Termina encontrando un sentido, pero uno que niega toda su vida: tal vez a su autor temió que le pasara algo parecido. Es que todavía no estaban en boga las teorías que separan al escritor de su obra y muchísimo menos las que hablan de la muerte del autor o de la autonomía de la literatura. Tolstoi afirmó: “Ustedes creen que yo soy una cosa y mi escritura otra. Pero mi escritura soy yo”. Creía, además, que la literatura servía para algo mucho más grande, inimaginable para un autor del Siglo XXI: para difundir el bien. Ni más ni menos. Como le hace decir a Levin, uno de los personajes más importantes de Ana Karenina : “Mi vida no será ya irrazonable, no carecerá de sentido como hasta ahora, sino que en todos y en cada uno de sus momentos poseerá el sentido indudable del bien, que yo soy dueño de infundir en ella”.


El pensamiento de Tolstoi tuvo enormes consecuencias. Su prédica pacifista fue bien leida por uno de sus amigos por correspondencia: Mahatma Gandhi. También influyó a Martin Luther King.


Claro que además le trajo problemas: quiso ser coherente y renunciar a sus riquezas. Su familia, especialmente su esposa y madre de sus 13 hijos, se opuso. Murió huyendo de conflictos como este.


Es que las convicciones fuertes a veces generan conflictos. Su crisis espiritual lo llevó a hacerse cristiano. Y su cristianismo, a ser excomulgado de la Iglesia Ortodoxa rusa, que no soportó sus críticas y uno de cuyos voceros declaró ayer mismo que no podían revocar la excomunión de Tolstoi ni aun cien años después de su muerte. Lo consideran “co-responsable de la revolución de octubre de 1917, que condujo a la caída del imperio de los zares y, tras la toma de poder de los comunistas, a una represión de la Iglesia sin precedentes”. Tolstoi había escrito una carta al zar pidiendo la abolición de la propiedad privada. Lenin reconoció que había descripto las condiciones que llevaron a la revolución. Pero murió siete años antes, predicando la no-violencia.



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