Grupos de “pescadores” se dedican a buscar y sacar cuerpos de los ríos y luego los venden a las familias.
Por David Brunat
La familia Song es una de las más prósperas de la aldea de Changpo, bien pegada al curso superior del río Amarillo. Sus ingresos anuales alcanzan los 100.000 yuanes (15.000 dólares), una verdadera fortuna en China. Sin embargo, pocos vecinos los envidian. La razón es precisamente el origen de su riqueza: los Song son pescadores de cadáveres, gente que pasa los días navegando por el río en busca de personas muertas para capturarlas, remolcarlas en su barca hasta la orilla y venderlas luego a las familias en “lonjas” improvisadas.
No son los Song una macabra excepción en el país más poblado del mundo. Cientos de personas se dedican a este lúgubre negocio a lo largo de miles de kilómetros de ríos y canales. Sacar cadáveres de las aguas es en realidad una tarea ancestral en China . La diferencia es que antes eran los pescadores locales quienes asumían la tarea como un servicio público y recibían licores o cigarrillos como regalo de las agradecidas familias. Hoy, con el país sumido en el capitalismo salvaje que le ha elevado al rango de segunda economía mundial, hasta este servicio se ha profesionalizado , originando con ello un turbio negocio que extorsiona a miles de familias cada año.
¿Pero cómo se convierte un cadáver flotante en un producto con alto valor añadido? El requisito fundamental es ocultar su identidad en todo momento . Por eso estos pescadores mantienen siempre a su presa hundida bajo el agua. Las familias, ansiosas por saber si el cuerpo que flota es el de ese ser querido que lleva días o semanas desaparecido, pagan grandes sumas por el solo hecho de poder verle la cara al muerto. Si nadie reclama el cuerpo, éste es lanzado de nuevo al río. Sin más.
Recientemente, un reportaje publicado en la prensa anglosajona reveló cómo uno de estos pescadores, Wang Shouhai, recolectó la friolera de 5.000 yuanes (750 dólares) antes de mostrar el rostro de uno de los tres estudiantes universitarios que habían perdido la vida tratando de salvar a un grupo de niños que se estaban ahogando en el caudaloso río Yangtsé.
La falta de escrúpulos de Wang, a quien no le importó que el chico fuera casi un héroe, y sobre todo una foto suya en la que a parece en su bote negociando el precio de su joven presa , a quien sólo le asoma un brazo, destapó a ojos del mundo las miserias de esta industria y causó ira y estupor entre los chinos.
Zhong Yi, el fotógrafo que captó a Wang en pleno regateo , reconoció que “la situación no ha cambiado” desde entonces. “Hace sólo unos días, en el mismo tramo del río, unos padres esperaron durante tres días a que el cuerpo de su hijo saliera a la superficie porque no podían pagar 12.000 yuanes (1.800 dólares)”, denunció.
“Este trabajo debería volver a ser un servicio social en el que sólo se paguen los gastos que conlleve el rescate. Que alguien pida dinero por enseñar la cara del fallecido es inhumano”. Quien esto afirma es Cui Jie, 62 años, más de una década dedicado a la búsqueda de cuerpos en los canales y estanques de Beijing. Él es uno de los pocos “pescadores de cadáveres” que faenan en la capital china, y desde luego el más reconocido. Tal vez porque su efectividad es tremenda y porque no trata de chupar hasta el final la sangre de los familiares.
“Mis tarifas dependen del poder adquisitivo del cliente. La mayoría de las veces cobro 3.000 yuanes, aunque también puede llegar hasta los 6.000, sobre todo si es una empresa la que paga. Si se trata de una familia sin recursos a veces decido no cobrar”, cuenta a Clarín .
Cui Jie es lo que podríamos llamar un pescador de gran ciudad. No trabaja en bote sino enfundado en su traje de experto submarinista. Suele operar por encargo y casi siempre de noche para no alterar la tranquilidad de una de las principales capitales del mundo. De entre los 20 lagos y 180 kilómetros de aguas abiertas de la ciudad saca “unos 50 cuerpos” cada año , una cifra menor que sus colegas del centro del país. Wei Jinpeng, por ejemplo, vecino y competencia de los Song en los alrededores de la remota Changpo, captura cada año cerca de un centenar de cuerpos. Los mantiene en un escondido recoveco de aguas turbias, bocabajo siempre, hasta que consigue un precio adecuado y les da salida.
Mujeres, migrantes y suicidas, las víctimas en el agua
El 26% de los suicidios de todo el mundo tiene lugar en China, según datos de la Organización Mundial de la Salud. De ellos, un buen número se materializa en sus aguas, sobre todo en los cursos de los ríos Amarillo y Yangtsé, los dos colosos que cruzan el país.
“La gente se ahoga por accidente, pero también hay asesinatos y muchos suicidios”, confirma Cui Jie, el pescador de cadáveres más reconocido en Beijing. “Sin embargo, si hay algo que une todos los casos es que las víctimas suelen ser migrantes ”, prosigue. Y es que hasta en estas ocasiones son los trabajadores rurales, gente que abandona el empobrecido campo para buscarse un futuro en las incipientes regiones urbanas, los que pagan la factura del brutal desarrollo de China .
En concreto, el suicidio es la primera causa de muerte entre las mujeres migrantes . Ellas son en general las mercancías que los “pescadores” devuelven al agua una vez nadie ha reclamado su devolución. Nacen sin esperanza, trabajan lejos de sus familias y mueren solas, en la más absoluta desesperación.
Pero no son las mujeres migrantes, la mayoría casi adolescentes , el único reflejo oscuro de esta China de cambios drásticos y crecimiento voraz. Las aguas también devuelven el turbio reflejo de la corrupción y las mafias organizadas, uno de los problemas que más inquietan al gobierno por su capacidad para romper la tan ansiada armonía social. Algunos pescadores, como el mismo Wang Shouhai, son asalariados de las tríadas (mafias), que usan los ríos como vertederos donde arrojar a sus elementos molestos.
Lanzhou, pegada al río Amarillo, es el mejor ejemplo de esta tendencia. En pocos años se ha convertido en un polo de crecimiento regional, una ciudad levantada por miles de obreros venidos del campo, mal pagados y carentes de cualquier derecho laboral . En el tramo de río de Lanzhou cada día flotan decenas de ellos, residuos de una sociedad que en su prisa por crecer marchó sin avisarles.
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