El 3 de noviembre de 1978, hace 32 años, se inauguraba oficialmente el estadio que sería “el templo del rock” hasta 2008.
Por Eduardo Slusarczuk
La noche del 3 de noviembre de 1978, Charly se calzó una malla negra de baile y un saco blanco y, para no compensar, zapatillas. Pedro Aznar, Oscar Moro y David Lebón se vistieron de blanco total, níveo, inmaculado.” Así ataviados, hace 32 años, los cuatro Serú Girán inauguraban oficialmente el espacio por el que pasó, hasta fines de 2008, buena parte del rock de acá. Una historia que Gloria Guerrero comenzó a desandar hace unos tres años, y que resumió en el recientemente editado Estadio Obras - El templo del rock (Ed. Sudamericana).
Es cierto que, poco antes, Luis Alberto Spinetta había “probado” el escenario. Pero el testeo fue llevado a cabo a puertas cerradas, con algunos pocos elegidos en las butacas que lució la superficie que con el tiempo transmutaría de Platea a Campo.
“Era nuestra casa. Durante 31 años vivimos ahí dentro. Rojo y Negro (bar ubicado frente al estadio) se hizo lugar gracias a nosotros. La calle que nos llevaba hasta Cabildo a tomar el colectivo, después de los recitales, tiene nuestras pisadas”, dice Guerrero.
Un repaso de las listas anuales de shows realizados allí, que la periodista tomó de las Memorias del Club Obras Sanitarias (que eran de la Nación) certifica que allí se escribió, durante tres décadas, un capítulo esencial en la historia de un género que por entonces no disponía de muchas locaciones.
“La experiencia de hacer ‘el primer Obras’ siempre excedió al estadio en sí. Para el rock, hacer ‘él primer Obras’ era lograr la legitimación. Y hablo de los ‘80, pero también de bandas como la Bersuit, Los Piojos, Massacre o cualquer otra de tiempos más recientes”, explica Guerrero.
Pero esa mole rectangular de ladrillo a la vista, construida con promesas de financiación del EAM 78, trascendió su rol de escenario de rock. “Durante la dictadura fue una excusa para una reunión contracultural. Era un lugar de encuentro, de resistencia y de historia”, cuenta la periodista.
Del posible estreno, incontrastable, del hit “Se va a acabar la dictadura militar” a Walter Bulacio. De la reunión de Serú y Spinetta Jade, a los recitales de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Del Festival de la Solidaridad Sudamericana del ‘82 a la patada de Andy Summers a un policía de la Federal, la “caja de zapatos” de Avenida del Libertador al 7300 lo fue también de resonancia del pulso de la ciudad.
El 27 de diciembre de 2008, Almafuerte cerró el estadio “para refacciones”. “Se transformará en otra cosa”, señala Guerrero. Y cierra: “El Obras que conocimos. El de la puerta cuatro, el de los ‘viejitos’ de los controles, el de los baños sin puertas, ya no existe ni va a existir nunca más.” «
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