El rol de la prensa durante la última dictadura cívico-militar se reactualizó en estos días gracias a los entretelones de Papel Prensa. Hay un punto interesante en ese debate: el de los medios que llevaron la complicidad con los jerarcas a niveles impensados. Tal es el caso de editorial Atlántida. Durante los años más negros del terrorismo de Estado, esa fábrica de revistas no sólo obturó y mintió sobre lo que realmente pasaba en el país, sino que fue más allá: fue parte activa de la maquinaria de terror. La editorial tenía una vinculación muy estrecha con los grupos de tareas y con los militares encargados de la represión. Por el caso de Thelma Jara de Cabezas, una operación de prensa armada con los esbirros de la Esma, periodistas y directivos de ese entonces deberán ahora dar explicaciones en la Justicia.
Thelma fue una pionera de los organismos de derechos humanos. Eso le valió que en abril del ’79 la secuestraran y la llevaran a la Esma. Gustavo, uno de sus hijos, estaba desaparecido. Otro hijo, Daniel, estaba exiliado. El represor Ricardo Cavallo la amenazó de muerte para que hiciera una nota con la revista Para Ti. El objetivo era contrarrestar la campaña internacional contra las graves violaciones a los derechos humanos. A Thelma la sacaron del centro clandestino y la llevaron a un bar donde la entrevistaron el periodista Eduardo Scola y el fotógrafo Tito la Penna. Días después salió la nota. Las cinco páginas se publicaron en la edición 2.983 de la revista y llevó por título “Habla la madre de un subversivo muerto”. En uno de los tramos se destaca el motivo de la nota: “Sacar a la luz la verdad y la infamia que se esconden detrás de grupos con clara e inequívoca ideología, que se amparan en una supuesta y malintencionada defensa de los derechos humanos”. Cavallo no sólo fue el brazo ejecutor, sino que hasta escribió parte de la nota. Thelma fue dejada en libertad en noviembre de ese año.
Es la primera causa en la que se imputa a dueños de medios de comunicación y periodistas que cumplieron una actividad de participación en delitos de lesa humanidad. “Pero no será la única”, aclara a Miradas al Sur Pablo Llonto. Es periodista y abogado de derechos humanos. Representa a Thelma. Explica Llonto: “Actualmente se trabaja sobre la base de recopilar los casos en los que hay evidencia de que la prensa, pese a tener conocimiento de las detenciones ilegales, trabajaba mancomunadamente con los servicios de inteligencia en la agitación de la consigna aniquilar a los subversivos estimulando la conciencia represora.” Y adelanta: “Estamos preparando otras denuncias que involucran a Atlántida y a algunos de sus directivos y personal jerárquico de prensa –entre ellos Samuel Gelblung– en casos vinculados al terrorismo de Estado. Como el tema es probar la responsabilidad penal, el examen minucioso debe hacerse hecho por hecho. Hay que demostrar que existía conocimiento y relación con los servicios de Inteligencia. Estamos evaluando el rol cumplido por Clarín y La Nación ”.
–¿En el caso de Atlántida, qué pasará si se comprueba el delito?
–Como en derecho penal no se condena a empresas, sino a personas, la condena debe recaer sobre los principales integrantes del directorio de la época de los hechos.
En 1984 se inició una demanda por este hecho, iniciada por Eduardo Varela Cid. Hoy ese expediente forma parte de la megacausa Esma. Al igual que la querella criminal presentada por Llonto, que es una continuación de aquella. La reapertura de los juicios en 2003 lo hizo posible. La editorial Atlántida perteneció históricamente a la familia Vigil. Hace tres años la compró Televisa, el pulpo mexicano de medios. “El plan criminal que llevó adelante la dictadura incluyó a un grupo de medios y personas cuya tarea fue difundir, sostener y justificar la máquina de terror”, señaló la periodista Claudia Acuña, directora de la revista MU. Lo hizo en el juicio público a periodistas que, en abril, organizó Madres de Plaza de Mayo. Allí, Acuña sostuvo que las revistas de Atlántida difundieron de manera “sincronizada y sistemática” un discurso homogéneo que podría distinguirse en dos grandes líneas narrativas. La primera: difundir el sustento ideológico del terror. La segunda: contrarrestar las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos.
Daniel Cabezas es uno de los hijos de Thelma. Era militante montonero y estaba exiliado en México cuando secuestraron a su madre. Inició una campaña internacional para determinar su paradero. Daniel cree que la nota armada con su madre fue una respuesta a la campaña que él estaba armando desde el exterior. El próximo 16 de septiembre deberá declarar en el juicio. Y adelantó a Miradas al Sur: “Voy a contar con detalles todos los pormenores de la nota de Para Ti. Mi testimonio va a ser una reivindicación de la resistencia. Y voy a reafirmar que lo que pasó en la Argentina fue un genocidio que se llevó a cabo para eliminar oponentes políticos, quebrar los lazos sociales y generar miedo.”
Periodismo de ficción. La falsa entrevista a Thelma no fue un caso aislado. Daniel subraya la familiaridad que tenían los funcionarios de la dictadura con Atlántida: “Actuaban de común acuerdo con directivos y personal periodístico de la editorial, que conocían lo que estaba sucediendo y prestaron ayuda y conformidad para tergiversar la realidad.” Los responsables periodísticos eran Agustín Botinelli y Lucrecia Gordillo, directores de Para Ti de aquel entonces.
En la querella se señala: “Todos ellos permiten apreciar cuál era el nivel de compromiso, vinculación y complicidad de directivos de Atlántida y periodistas con los represores, en una perversa demostración de impunidad. Es que no sólo se cometían los delitos, sino que se planificaba, en forma conjunta con civiles, la realización de reportajes apócrifos para mostrarle a ‘los lectores’, lo que llamaban ‘la otra realidad argentina’. Mientras, se señalaba a los detenidos-desaparecidos y a sus familiares como ‘peligrosos subversivos’, ‘subversivos arrepentidos’ o ‘subversivos en proceso de recuperación’. Ejemplos hay:
En marzo de 1977 Para Ti publicó el artículo “Cómo reconocer la infiltración marxista en las escuelas”. Se lee: “Lo primero que se puede detectar es la utilización de un determinado vocabulario (…). Aparecerán frecuentemente los vocablos diálogo, burguesía, proletariado, América latina, explotación, cambio de estructuras, compromiso. El trabajo grupal que ha sustituido a la responsabilidad personal puede ser fácilmente utilizado para despersonalizar al chico. Estas son las tácticas utilizadas por los agentes izquierdistas para abordar la escuela y apuntalar desde la base su semillero de futuros combatientes”.
La revista Somos publicó una nota con el título “Cómo viven los desertores de la subversión”. Allí se habla de la existencia de “centros de recuperación de detenidos” y hasta se transcriben declaraciones textuales de personas desaparecidas, sin identificarlas. Las fotos de la nota indicarían que se trata de la Esma. Es evidente que la revista sabía de la existencia de esos centros clandestinos, a los que llama “cárceles de especial seguridad”. El 26 de enero de 1979 se publicó otra nota bajo el título “Dos ejemplos aleccionadores”: se referían a dos jóvenes que fueron conducidos a “casas de recuperación” donde fueron “atendidos” por psicólogos, médicos y sacerdotes. El 30 de diciembre de 1977 Somos publicó “Los hijos del terror”. Y el 24 de marzo de 1978 editaron “Los herederos del odio”. Se referían al “abandono” de tres nenes, “hijos de María Luisa Cerviño, una notoria subversiva”.
También se transcribieron declaraciones de detenidos-desaparecidos obtenidas en sesiones de tortura. Así lo denunció Osvaldo Papaleo en el juicio al capellán Cristhian Von Wernich, condenado a reclusión perpetua. Papaleo dijo que antes de su detención ilegal había enviado un telegrama a Atlántida pidiendo que rectificaran una información publicada. Tiempo después, sus torturadores le exhibieron el original del telegrama que él había enviado. La misma situación vivió Jacobo Timerman: en una nota de Somos sobre el caso Graiver se citaron declaraciones del periodista obtenidas bajo tortura.
El caso de la revista Gente también es paradigmático. Gelblung fue director de la publicación en los años de plomo. En una nota con su firma llegó a acusar de “terrorismo internacional” a los organismos de derechos humanos. En diciembre de 1976 Gente publicó la “Carta abierta a los padres argentinos”. Decía: “Después del 24 de marzo de 1976, usted sintió un alivio. Sintió que retornaba el orden. Que todo el cuerpo social enfermo recibía una transfusión de sangre salvadora. Bien. Pero ese optimismo –por lo menos, en exceso– también es peligroso. (…). En esta guerra no sólo las armas son importantes. También los libros, la educación, los profesores. La guerrilla puede perder una o cien batallas, pero habrá ganado la guerra si consigue infiltrar su ideología en la escuela primaria, en la secundaria, en la universidad, en el club, en la iglesia. Ése es su objetivo principal.Sobre todo si usted, que tiene hijos, no está alerta. Si usted se desinteresa, no tendrá derecho a culpar al destino o a la fatalidad cuando la llamen de la morgue”.
Una de las notas que tuvo quizá más repercusión salió en la revista El Gráfico durante el Mundial ’78. Allí, al capitán de la selección holandesa, Ruud Krol, le decía supuestamente a su hija, en una carta fraguada: “No tengas miedo, papá está bien, tiene tu muñeca y un batallón de soldaditos que lo cuida. Que lo protege y que de sus fusiles disparan flores. Dile a tus amiguitos la verdad. Argentina es tierra de amor. Algún día cuando seas grande podrás comprender toda la verdad”. Ese año nació la idea de la “campaña antiargentina”. Para Ti decidió, en agosto de ese año, reemplazar sus tradicionales fichas de cocina por postales. Explicaba la revista: “Son para que usted participe. Para que usted conteste personalmente a todos aquellos que nos juzgaron desde lejos y sin conocernos. Y no vamos a ir para atrás en el tiempo. Vamos a mostrarles a la Argentina de hoy, a un país que está empeñado en defender la paz que tanto le costó ganar.”.
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