Por Felipe Deslarmes
Guardapolvos blancos, mochilas, útiles, pizarrones, alegría, griterío y entusiasmo de los niños no fue lo único que retornó esta semana con las clases a las escuelas porteñas. Algunas sumaron también: boquetes, mediasombra, situaciones de riesgo innecesarias, cal y cemento en el aire. Es que muchas obras de infraestructura no se terminaron en verano y el inicio de clases parece haberles sorprendido en plena ejecución.El martes 28 de febrero, el jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, inauguró el ciclo lectivo en la Escuela 16 William Morris, en Villa Soldati. Todo parecía impecable.A muy pocos metros, en la escuela Ramón Carrillo del mismo barrio, se vive otra situación: hay materiales de obra en el patio del jardín, faltantes de paneles en el techo, paredes sin revocar, la puerta al tanque de agua está tapiada y hasta se encontraron ratas.Macri, ya había destacado en su discurso de reasunción: “Hicimos una inversión récord en infraestructura escolar”. Esto es falso o, al menos, engañoso. Porque la inversión no puede medirse en términos nominales, sino en términos proporcionales. Así, la inversión que se realizó bajó de 1,27 en el período 2005-2007 al 1,17 por ciento del 2008-2011, según datos del Ministerio de Hacienda porteño.Con el inicio del ciclo lectivo, Miradas al Sur recorrió varias escuelas públicas de la Ciudad para dar testimonio de los reclamos de padres, alumnos y legisladores. La Escuela N° 7 del Distrito Escolar 5°, en Caseros al 700 está en obra mientras los chicos reciben instrucción. Y seguirá así por meses. En el patio interno, están construyendo una escalera. En cada uno de los pisos, ya hicieron los boquetes de techo a piso que dan al vacío apenas protegido por una madera. Para un total de 350 alumnos por turno, sólo hay un baño habilitado por piso ya que en el otro están trabajando. Apenas una mediasombra separa a los niños de la obra. Y hay cal y cemento por todos lados. No es difícil imaginar que son respirados por los alumnos. Algo que parece haberse naturalizado es que ningún inodoro tiene asientos ni rollos de papel higiénico y que no todos tienen puertas. También en la Escuela N° 11 del D.E. 4°, en Brandsen 1057, hay vidrios rotos, agujeros en paredes de durlock, salidas de emergencia con puertas obstruidas y a oscuras, techo con goteras que impiden la recreación, ascensores clausurados (de modo que los chicos con discapacidad motriz no pueden concurrir a sus aulas), cables sueltos y plafones acústicos a punto de caerse o que faltan.Según un relevamiento realizado por el equipo de la legisladora porteña María Elena Naddeo, con el dinero recaudado por la venta de los terrenos que la Ciudad tenía en Catalinas, debieron hacerse 31 escuelas; pero sólo se construyó una. Y hay 12 más que ni siquiera se iniciaron. Tal es el caso de predio de Zuviría y Piedrabuena donde debería haber dos escuelas, desde octubre de 2011, pero en allí sólo pudimos ver un baldío inmenso con yuyales que llegan a la cintura.Dentro del Polo Educativo Saavedra, que debería contener cinco escuelas y que durante los primeros cuatro años de gobierno macrista estuvo cerrado y sólo colocaron un cartel amarillo con una H, en 2011 se habilitó el jardín de infantes. Pero en la entrada no tiene baldosas, sino piedras de obra y al cerrarlo lo hacen con una red de alambre, cual tranquera.El secretario general de UTE-Ctera, Eduardo López, denunció: “La baja de presupuesto aparece directamente en la falta de vacantes, en problemas edilicios, en la baja de calidad de la comida de los niños, en la reducción de becas y en el cierre de 221 grados y cursos grados y cursos, el jueves pasado; y sin embargo, aumenta un 50% los subsidios a las escuelas privadas”. Para López la sobrecarga de alumnos por curso está dentro de un plan: “Macri pretende que formemos una clase de peones esclavos para que sean mano de obra barata para empresarios ambiciosos. Nosotros pretendemos formar hombres y mujeres dignos, sujetos de derecho, críticos y socialmente responsables que construyan una sociedad más igualitaria”.
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