De Jujuy a Tierra del Fuego, integrantes de las comunidades de pueblos originarios participan de la elaboración de contenidos propios, que reflejen su historia y su mirada sobre la vida.
La Coordinadora Audiovisual Indígena y sus proyectos.
Por Vanina Baraldini
Florecieron cientos de miles de flores en esta primavera sudamericana, y emergió la juventud como sujeto político. El movimiento indígena también tiene su primavera en los jóvenes dispuestos a militar por la inclusión del derecho a la comunicación con identidad en los actuales escenarios. Pertenecen a más de 20 pueblos con identidades territoriales, culturales, políticas e idiomáticas diferentes, pero motorizan la comunicación como una herramienta de liberación de antiguas sujeciones, cumpliendo aquel rol que el Che volcó en sus espaldas.Brenda Vilte tiene 30 años, vive en Tierra del Fuego y pertenece a la comunidad indígena Rafaela Ishton, del Pueblo Selknam, conocido como ona. Junto a Juan Chico, son los referentes de la Coordinadora de Comunicación Audiovisual Indígena de Argentina (CCAIA), que se lanzó a fines de diciembre pasado, mediante una conferencia de prensa en idiomas qom, mapuzugun, moqoit y quechua, además de castellano.“De nuestro pueblo se han escrito y dicho muchas cosas que están en los libros de la historia oficial pero que no son ciertas y que desvirtúan nuestra existencia –afirma Vilte–; cuando muere uno de nuestro pueblo aparecen los titulares de que ha muerto el último, y con eso venden meses. Hoy estamos trabajando como hormigas para fortalecer nuestra identidad y escribir nuestra propia historia. Ahí es donde la gravitación de la comunicación es importante, por más avances tecnológicos que existan hay cosas que no llegan a la isla, donde los medios de comunicación son escasos y no incluyen la realidad de nuestra comunidad. No escapamos a la hegemonización monopólica y centrista, que hace que sepamos más de lo que pasa en la 9 de Julio que de lo que sucede acá. El desafío de la CCAIA es desarrollar una estrategia comunicacional en donde estén reflejados todos los pueblos, de norte a sur, porque necesitan saber el proceso de reconstrucción identitaria en el que estamos embarcados”.La coordinadora tiene sus antecedentes en el Chaco, donde en 1999 se realizó un trabajo de recopilación histórica, basado en la memoria oral en torno a una de las masacres del siglo XX, en Colonia Aborigen Napalpí. A partir de allí se generaron diferentes líneas de trabajo, con el protagonismo de los mayores de las comunidades, hasta que la denuncia del defensor del Pueblo por desnutrición en las comunidades indígenas plasmó la necesidad de difundir el material.Juan Chico tiene 34 años, pertenece al Pueblo Qom y vive en Resistencia, es militante por los derechos humanos y los derechos de los Pueblos Originarios, presidente de la CCAIA, autor del libro bilingüe Napalpi la voz de la sangre y coordinador del Departamento de Cine Indígena, de la Dirección de Cine y Espacio Audiovisual (DCEA), perteneciente al Instituto de Cultura del Chaco.“La coordinadora nació en el año 2008, impulsada por equipos de comunicación de los pueblos Qom, Moqoit y Wichi, que veníamos trabajando en la elaboración de contenidos gráficos y audiovisuales, guiones, micros radiales, cortos y documentales, que se plasmaron en el Festival de Cine Indígena del Chaco. Debíamos mostrar que no sólo hay desnutrición y hambre en nuestros territorios, una realidad a transformar. Somos pueblos vivos, en muchos casos con mucha formación, por ejemplo en Chaco, donde se oficializaron los idiomas de los pueblos Qom, Wichi y Moqoit, tenemos planteles de docentes bilingües, espacios desde la gestión estatal para ejercer nuestros derechos y estamos realizando un documental sobre la historia del heroico Meguesoxochi, que peleó a fines del siglo XIX contra las campañas militares al Gran Chaco, comandadas por Victorica. Eso también es parte de nuestra historia y de nuestra realidad, pero los grandes medios no lo visibilizan”.Juan habla con firmeza, con la fuerza que da la verdad y con una tranquilidad y armonía que contagia a sus interlocutores. Expresa, casi sin esperar que le repregunten, los objetivos de la CCAIA: “Nos propusimos visibilizar la realidad indígena, pero contada por los propios indígenas, a partir de sucesos que reconstruyan hechos, como la masacre de Napalpi, apostando a formar técnica, política y culturalmente a los comunicadores, para que sean activos protagonistas de la realidad de nuestros pueblos”.La comunicación con identidad, en el marco del ejercicio de los derechos reconocidos a los pueblos originarios en la nueva Ley de Medios, fortaleció sin duda el trabajo que vienen realizando desde la vuelta a la democracia. Así como las organizaciones integrantes de la Coalición por una Radiodifusión Democrática venían bregando por una ley de comunicación desde mucho antes, los pueblos originarios venían trabajando en el mismo sentido, en articulación con experiencias de Chile, Bolivia, Brasil, Perú y Ecuador. Parte de esas actividades quedaron retratadas en el documental de Cristian Jure y Emilio Cartoy Díaz La guerra por otros medios.Junto con las inauguraciones de nuevas radios, como la FM Pachakuti, en Abra Pampa (Jujuy), y la entrega de autorizaciones a otras señales autogestionadas, el equipo de Comunicación de Pueblos Originarios que impulsó la inclusión del derecho a la comunicación con identidad en la ley 26.552, decidió ampliar la experiencia de los pueblos originarios del Chaco. “El nuevo espacio de construcción de la comunicación indígena estará abocado a la producción de material audiovisual y escrito, a partir del trabajo de organizaciones y comunidades que trabajan para la descolonización de nuestros pueblos, nuestras mentes y acciones –señaló Chico–. La idea es producir contenido con mirada indígena y difundirlo a nivel nacional, provincial e internacional, porque en el exterior se sorprenden cuando decimos que aquí hay 32 pueblos preexistentes al Estado.”Tanto Juan como Brenda remarcan el trabajo conjunto con los organismos como el AFSCA, el INTI, la CNC, el ISER, la Secretaria de Comunicación y el INAI, que ha permitido la puesta en marcha de las primeras radios indígenas y que apuesta a concretar las 50 solicitudes de autorizaciones que han sido presentadas por comunidades y organizaciones hasta el momento. Además, coinciden en que la CCAIA y el trabajo de los comunicadores indígenas no son fortuitos sino el fruto de años de militancia en la comunicación, y que a raíz de la necesidad de los pueblos originarios de ser reconocidos en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual crearon la propuesta de “comunicación con identidad”.Brenda –que trabajó en el Primer Congreso de Comunicación Indígena de Argentina, en julio de 2011, realizado para elaborar un plan nacional de comunicación– señala que “esos muchos años de experiencia se volcaron a que los pueblos originarios fuesen reconocidos como sujetos de derecho, se logró y ahora estamos en una etapa en la que debemos profundizar lo conseguido. En la coordinadora van a tener lugar comunicadores de todos los pueblos indígenas y sus comunidades, porque el derecho a la comunicación es básico. A esas comunidades del interior vamos a responder con nuestro trabajo, tal como lo venimos haciendo desde hace muchísimos años”. Chico concluye, con entusiasmo, que “estamos viviendo una etapa de importantes cambios políticos, desde nuestro lugar podemos aportar elementos que permitan deconstruir el relato histórico, ese que construyó la línea ideológica en contraposición con la unidad continental, aquel sueño que encarnaron San Martín, Belgrano, Güemes y Artigas. El bicentenario de la independencia que se celebrara en 2016 nos debe encontrar, a indígenas, afrodescendientes, migrantes y criollos, construyendo la patria grande”.A tres años de la aprobación de la ley 26.552, que continúa forjando su implementación, los comunicadores de los pueblos originarios conformaron una herramienta de producción de contenidos audiovisuales propios, que cuenta con una amplia y diversa proyección para poner a la luz la memoria, la historia y el futuro, achicando la brecha de desigualdad en el acceso a medios y nuevas tecnologías. Esta herramienta, en la voz de los que recuperan su voz, apunta a ser parte de la construcción social de un nuevo paradigma de comunicación, en el que el gran productor de la narrativa diaria no sea sólo el dispositivo emergente de la concentración mediática, sino como expresa Luis Lazzaro en La batalla de la comunicación. De los tanques mediáticos a la ciudadanía de la información (Colihue), “la reconversión democrática de ese dispositivo y la apropiación autónoma de las nuevas tecnologías será la condición para liberar aquella memoria como proyecto y para realizar aquel mandato de volver a la realidad. La historia entonces vuelve a encarnarse en los pueblos”
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