La cúpula de las FARC anunció un cambio radical en su método de “retención política”. La nueva camada de dirigentes guerrilleros busca otro camino.
Por Alfredo Grieco y Bavio
El domingo pasado, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaron la liberación de los últimos diez policías y militares que tienen en su poder. Pero en su comunicado incluyeron un anuncio auténticamente revolucionario, porque significa un cambio de métodos que, acaso, implique también uno de doctrinas. Las FARC declararon que no volverán a secuestrar a civiles y reiteraron que quieren dialogar con el gobierno. ¿Prueba de debilidad de una guerrilla que ha perdido territorios y combatientes? ¿O reconcentración y fortalecimiento internos, para ganar por añadidura una mejor posición negocial? Son preguntas que se hacen observadores y analistas del conflicto colombiano, el más prolongado de América, que dura desde 1948 y ha dejado casi cuatro millones de desplazados desde 1997, cuando el gobierno inició un registro oficial de esa categoría.Lavada de cara. Más acá del buen éxito que encuentre, un objetivo de las FARC es recuperar apoyos entre una ciudadanía colombiana que ha sido casi unánime en darle la espalda. “El gran error de la guerrilla, especialmente de las FARC –dice a Veintitrés, desde Bogotá, David Mayorga, analista político y económico de El Espectador–, fue atentar contra la clase media a finales de los años ’90”. En aquellos tiempos, la economía colombiana pasaba sus horas más frágiles por el descalabro hipotecario, la crisis de la banca local, los efectos de la gripe asiática y la huida de inversionistas por cuenta de la violencia.La economía, herida dolorosa. “Cuando la guerrilla comenzó a secuestrar a la clase media, el tejido social se fragmentó –sigue Mayorga–. El estancamiento de los diálogos, las acciones de violencia (secuestros masivos, tomas de pueblos, etc.), las violaciones de derechos humanos (por parte de las guerrillas, paramilitares y narcos), la impotencia del gobierno de Andrés Pastrana, y ver a los jefes guerrilleros de gira por Europa, ayudaron a convencer a los contribuyentes de que Colombia, tal como lo decían los analistas internacionales, se había convertido en un país inviable”. La situación se agravó entonces por la debilidad económica. No fueron pocos los colombianos que por entonces quedaron con sus viviendas embargadas por deudas impagas, o sin empleo, o con créditos hipotecarios que se triplicaron. En la visión colectiva de entonces, además, encerrados en sus casas ante el temor de ser secuestrados si salían de viaje. “Muchos padres –narra Mayorga– optaron por emigrar a Europa o Estados Unidos. Una gran generación de niños, sobre todo en el Eje Cafetero, se crió con sus abuelos”.La generación perdida. Hoy la clase media celebra cada golpe contra la guerrilla. “Y condena los anuncios de diálogos de paz, porque les recuerda aquellos años negros. En efecto, la clase media colombiana se derechizó”. Pero no sólo por las acciones de la guerrilla, concluye Mayorga: “En esto ayudaron mucho los medios de comunicación, que entendieron que darles un gran despliegue a las noticias de guerra –especialmente aquellas en las que la guerrilla era victimaria– se traducía en buenos números de audiencia y, por ende, de publicidad”.Sin negociación a la vista. Hoy los que iniciaron, dentro de las FARC, la política de las “retenciones políticas”, o secuestros, están todos muertos. Los nuevos “farcos” escucharon a la opinión pública. ¿Habrá un nuevo proceso de paz? “Ahora no –responde desde Washington a esta revista Adam Isacson, director de Programas del Center for International Policy– porque dejar de secuestrar no es declarar un cese de hostilidades. Pero una vez que las FARC dejen de secuestrar de forma verificable, el gobierno del presidente Juan Manuel Santos debe aprovechar del momento aumentando de forma importante sus contactos –silenciosos y por medio de intermediarios de confianza mutua– con la guerrilla para sentar las bases de un eventual diálogo formal. Aunque tal diálogo es poco probable antes de las elecciones de 2014, el gesto de las FARC (si es cierto) representa una oportunidad que no se debe dejar perder”.Los dilemas del presidente Santos. Acercarse a las FARC, para el gobierno, parece ser una opción difícil pero necesaria. “El principal desafío que tiene el presidente Santos es hacerles entender a los colombianos que es necesario negociar con las FARC –nos dice por correo electrónico desde Cali Gustavo Morales Vega, profesor en el Departamento de Ciencia Jurídica y Política de la Pontificia Universidad Javeriana–. Primero, porque es la salida de fondo al conflicto, y segundo, porque pese a estar derrotada estratégicamente sus seis mil hombres en armas tienen mucha capacidad de hacer daño aún. Tanto la favorabilidad popular como la amplia coalición que lo respalda le dan al presidente un enorme capital político para entrar en una posible negociación. Sin embargo, hacerlo de cara a una posible reelección, en un país que prefiere la ‘mano dura’ y unas FARC que manejan un discurso ambiguo puede ser una maniobra altamente riesgosa para el gobierno de Santos. Claro que puede ser también la oportunidad histórica para ser el gran pacificador de Colombia”.Las llaves de la paz. Indudablemente, las FARC “devolvieron la pelota en el campo del gobierno –nos escribe desde la capital colombiana Frédéric Massé, codirector del Centro de Investigaciones y Proyectos Especiales de la Universidad Externado, y especialista en el conflicto armado–. El gobierno del presidente Santos seguía repitiendo que no había botado la ‘llave de la paz al fondo del mar’, pero que quería verdaderos gestos de paz –y no solamente palabras– para poder empezar a dialogar. Ahora bien, no es tanto la falta de voluntad sino la desconfianza la que se interpone para seguir adelante. Cada uno teme que el otro lo engañe. La reciente iniciativa en enero de este año del colectivo Colombianos y Colombianas por la Paz, pidiendo una tregua bilateral, reabrió la polémica alrededor de la conveniencia o no de decretar un cese al fuego entre las fuerzas armadas colombianas y las guerrillas de las FARC y del ELN (Ejército de Liberación Nacional)”. En suma, todos los expertos coinciden en que la prudencia manda. Para el gobierno de derecha de Juan Manuel Santos, heredero de dos mandatos de Álvaro Uribe; para la ciudadanía colombiana. Pero también, para la misma guerrilla de las FARC.
El fraude recorre Rusia
Después de unas elecciones legislativas marcadas el 4 de diciembre por una victoria del partido oficialista, Rusia Unida, que la oposición y muchos ciudadanos calificaron de fraudulenta, el actual premier Vladimir Putin, seguramente, se convertirá en presidente el domingo 4 de marzo. ¿Habrá fraude en las presidenciales? “Siempre que alguien es derrotado, atribuye su derrota a las malas artes del vencedor”, dijo a Veintitrés el miércoles pasado el diplomático Leonid Golubev, que tiene la dignidad de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la Federación de Rusia. Pero todos los sondeos dan un triunfo “del 60 por ciento en las presidenciales al actual premier. Y el primer opositor viene mucho después. Si estuvieran cabeza a cabeza… pero no es el caso”, destacó Golubev. Putin, jefe de gobierno y candidato presidencial, acusó también el miércoles a la oposición de planear actos violentos y manipulación electoral, para después acusar a la cúpula dirigente. “Quieren provocar enfrentamientos y están dirigiendo sus fuerzas hacia ese objetivo”, dijo Putin durante un encuentro con sus simpatizantes en Moscú. “Ese grupo es capaz de todo”. Algunos opositores al gobierno intentarán provocar, tras la votación presidencial del domingo, advirtió el ex jefe de los servicios secretos citado por la agencia de noticias Interfax. Lo que es seguro es que opositores al Kremlin convocaron para el lunes posterior a la jornada electoral a una gran manifestación. Todo parece indicar que el país, de 143 millones de habitantes, corazón de la ex Unión Soviética, tendrá como presidente a Vladimir Putin, quien ya fue elegido en 2000 y en 2004, antes de pasar en 2008 a ser primer ministro.
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