Un debate sobre la tensión entre el aluvión de nuevas propuestas y la falta de espacios para desarrollarlas.
Por Sebastián Feijoo
Alguna vez Gustavo Beytelmann aseguró que el tango llegó a una etapa en la que ya no crecerá naturalmente: son tiempos de ponerse a pensarlo y actuar en consecuencia. La afirmación del gran pianista y compositor, miembro del octeto electrónico de Ástor Piazzolla, resulta inquietante y movilizadora. Se puede estar de acuerdo, coincidir parcialmente o refutarla. Pero propone un desafío que merece asumirse. El tango es una de las construcciones culturales más potentes, ricas y originales del siglo XX. En pleno 2012, cada vez más músicos se meten en el género, estudian, investigan, construyen, tocan, graban discos, se autogestionan: ponen piel y huesos en una escena que no ofrece grandes posibilidades de desarrollo. Lo primero es una gran noticia. Lo segundo, un escenario que necesita de políticas de Estado inteligentes, acompañamiento del sector privado y una presión más organizada desde la sociedad civil.Resulta difícil imaginar otra era dorada como la del ’30 o el ’40. La Argentina no es la misma, las condiciones de producción son muy diferentes y el caudal de las industrias globales cuenta con una dimensión y peso infinitamente superiores. El tango creció y explotó a través de una construcción colectiva maravillosa, pero también gracias a una industria que desde sellos discográficos, cine, radios y canales de TV decidió sostenerlo. Más allá de que luego gran parte de esa industria decidiera –después de sacarle un enorme provecho– desplazarlo, negarlo y agraviarlo –la regrabación de masters debiera ser tipificado casi como un delito cultural–.Nunca se va a dejar de tocar tango. Al menos no parece verosímil por un tiempo muy largo. El gran desafío es no encerrarse en el pasado, no consagrar el género a una expresión testimonial, sino que cada vez más voces lo interpelen y le den el recorrido de una lengua viva. Afortunadamente, día a día son más los músicos que se lanzan por ese camino, lo que falta son circuitos aceitados para difundirlos y permitirles un desarrollo atendible.Reemplazar a un jugador tan influyente como la industria es casi imposible. Al menos con los mismos resultados. Pero la articulación de políticas de Estado efectivas –particularmente en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires– constituyen una necesidad imperativa. La música está. Desde agrupaciones numerosas como El Arranque –también responsables de un trabajo de investigación y recuperación valiosísimo, la Orquesta Típica Fernández Fierro, rupturistas y difusores de tango contemporáneo desde su centro cultural y su radio online– y Astillero; líderes de formaciones pequeñas con una gran audacia como Sonia Posetti, Diego Schissi y Ramiro Gallo; compositores solistas como el Tape Rubín; conjuntos de guitarras como Bardos Cadeneros y 34 Puñaladas; compositores militantes como La Chicana; cantantes de peso como Ariel Ardit, Lidia Borda, el Cardenal Domínguez y Hernán Lucero; históricos de orígenes y miradas tan diferentes como Leopoldo Federico, Rodolfo Mederos y el Tata Cedrón; y muchos, muchos más.Ignacio Varchausky (El Arranque), Acho Estol (La Chicana), Edgardo González (34 puñaladas), Federico Terranova (Orquesta Típica Fernández Fierro) y Sonia Possetti (líder de su propio sexteto) hablaron con Miradas al Sur del presente y futuro de este pensamiento triste que se baila (Enrique Santos Discepolo).–¿Qué espacio tienen hoy los músicos de tango para desarrollar sus propuestas?Ignacio Varchausky: –Hay muy pocos lugares para desarrollar propuestas artísticas que no hagan foco en el perfil más comercial del género. Más allá de algunas iniciativas oficiales valiosas, los conjuntos y solistas de tango tocamos dentro de un circuito off, en muchos casos creado y/o gestionado por los propios artistas. Como sucede en otras disciplinas, hoy más que nunca es el tiempo de la autogestión, fenómeno que se multiplica en Buenos Aires como en ningún otro lugar del mundo. La cantidad y calidad de la producción cultural independiente local son poco menos que sorprendentes y dignas de estudio y análisis.Acho Estol: –Poco, pero en crecimiento. Creo que hay una masa crítica, un punto sin retorno –del que no estamos demasiado lejos– en el que el tango puede volver a ser popular en serio en la Argentina. Especialmente en Buenos Aires estamos acostumbrados a ser –y seguimos siendo– rehenes culturales de Europa y Estados Unidos. Pero ahora yo veo una tendencia de resistencia estética que forma parte de lo que sería una verdadera revolución cultural: revalorar lo nuestro frente a propuestas mediocres que por venir del extranjero arrasan comercialmente. Hacen falta ciertas conquistas. Por ejemplo, que la televisión redescubra al tango y lo trate con respeto, algo que en los medios gráficos sucede hace rato.Edgardo González: –Hay un circuito comercial acotado de salas entre las que se destacan el C.A.F.F., el Teatro Orlando Goñi, el Centro Cultural Torcuato Tasso y Café Vinilo, donde el tango ocupa buena parte de la programación y –en mayor o menor medida– están abiertas a propuestas contemporáneas. A ello se le suman pequeños espacios sostenidos en el tiempo pero menos formales como El Bar de Roberto, Sanata o el ciclo El tango vuelve al barrio en El faro de Villa Urquiza. También surgieron en los últimos años una serie de festivales como el de Almagro, el de La Boca, el Festival Independiente y el de Valentín Alsina. Es importante mencionar que la mayoría de estos espacios son gestionados por músicos y es allí donde menos condicionamientos económicos y artísticos existen.Federico Terranova: –Hay desde espacios chicos para 50 personas hasta lugares para 300. Ese es el margen, con alguna excepción. Pueden ser under o bien caretas. Después están las tanguerías que no sirven para nada. En cuanto a medios de comunicación, no hay mucho y por eso www.radiocaff.com.ar es fundamental. Desde hace un tiempo algunas revistas también empezaron a hablar del tango contemporáneo.Sonia Possetti: –Los espacios son los que los mismos músicos han generado. En ese sentido, el tango ha vuelto a ser marginal. Los teatros no le abren las puertas al género, mucho menos a las nuevas expresiones.–¿Es más difícil construir una carrera tocando composiciones nuevas en lugar de clásicos?I.V.: –Depende. Si el objetivo es convocar al público aficionado, vender entradas y algunos discos, diría que sí. Si la apuesta es construir prestigio y desarrollar el potencial laboral que genera ese prestigio, diría que no es necesariamente así.A.E.: –Son carreras distintas. Cantar clásicos es lo de siempre, el tango hibernado, en suspensión animada. Componer es ver al tango como vehículo de expresión vigente, darle relevancia a lo que este momento nos propone. Creo que seguir creando es un homenaje al tango: darle el lugar de expresión social que alguna vez tuvo, confiar en el género como medio vivo. Como carrera puede ser más exigente al principio, pero a la larga da otras satisfacciones.E.G.: –Nunca lo pensamos en términos de dificultad. Para nosotros fue una necesidad inexorable en cada momento. En nuestro caso, después de tres discos con gran mayoría de interpretaciones, publicamos Bombay Bs.As., un trabajo que acercó muchísimo público joven, fue muy reconocido por la prensa y por colegas, al punto de que varios interpretan nuestras composiciones. Si consideramos todo esto, parecería ser que nos fue más fácil construir la carrera con las composiciones propias. Pero sabemos que este presente no hubiese sido posible sin la etapa anterior.F.T.: –Construir hoy una carrera sólo con tangos clásicos resulta imposible. Es completamente limitado. A lo sumo podás conseguir más trabajo al principio, pero si lo que querés es hacer una carrera artística tenés que sumarte a la movida de la composición contemporánea. Sino, sólo vas a hacer feliz a tu abuelo.S.P.: –Siempre es más fácil recorrer un camino ya transitado. A propósito, de esto cuento una anécdota: hace unos cuantos años llevé un material a una compañía discográfica multinacional. Me atendió muy amablemente el director artístico y luego de escuchar la música que le había dejado unos días antes me dijo: “La música está bárbara, pero nosotros acá no inventamos nada, nos dedicamos a reproducir moldes”.–¿Qué estímulos están faltando para que el tango tenga más desarrollo?I.V.: –Falta plata, porque ideas y proyectos sobran, y además está probado que se pueden hacer cosas muy piolas con casi nada. Con más recursos estatales (¡o privados!) inteligentemente administrados se podrían lograr muchas cosas interesantes. El tema es no confundir estímulos reales con gestos puramente demagógicos. Pero es difícil lograr más apoyo cuando la mayoría de la gente no tiene una real dimensión de la importancia del tango y muchos sólo lo piensan como una suerte de commodity.A.E.: –El gobierno de la Ciudad y su Secretaría de Cultura deberían ser los jugadores clave en el apoyo del Estado a una forma artística valiosísima –original y regional– que vive en jaque. Pero no la ven ni la entienden: el Festival de Tango es una vergüenza cada vez peor. Sólo les importa el negocio turístico.E.G.: –Que puedan extenderse los circuitos a nivel nacional. Si bien no pretendemos nada imposible –nadie reclama la recreación de la época de oro–, sería interesante rescatar un rasgo cultural fundamental de ese momento que es el hecho de que el género –sin perder su epicentro urbano– se retroalimentó de muchos compositores e intérpretes de todo el país y accedió a esos públicos.F.T.: –Lo que estaría bueno es que los bailarines se sumen a la movida. El tango es y será música, letra y danza. Hoy hay muchísima música nueva, muchísimos músicos, muchos temas con letras. O sea que esta movida está por ahora comandada por los músicos y los letristas. Falta que se sumen los bailarines. Que por otra parte son los más conservadores: siempre bailando lo mismo, siempre grabaciones viejas.S.P.: –Si los músicos tuviéramos la posibilidad de mostrar nuestras obras de manera continua y en condiciones dignas, ayudaría muchísimo. Las grandes orquestas tenían la posibilidad de tocar y así crecer de una manera natural. La experiencia del vivo es irremplazable y eso también genera que el público se acostumbre a escuchar nuevas composiciones. El otro punto es el tango y el folklore sean prioridad como políticas culturales.–¿El turismo da trabajo, pero puede ser una trampa?I.V.: –Para el músico de tango, el turismo es a la vez premio y castigo. Premio porque permite poder trabajar y ganarse la vida. Castigo porque delimita con fuego el margen de acción artístico, al punto de ignorar y hasta despreciar cualquier expresión que se corra del modelo comercialmente probado. Si existiera alguna vocación de los dueños de las casas de tango por articular junto a los artistas –y por qué no también el Estado– una programación más abierta, menos superficial y estereotipada, podríamos hasta soñar con algo parecido a una segunda época de oro. Algo que hoy parece al menos improbable.A.E.: –Creo que es más importante como aprendizaje o fogueo para los músicos que como fuente de ingresos. Pero si te quedás ahí, en la comodidad de un sueldo, morís.E.G.: –Los lugares de shows orientados al turismo están absolutamente al margen de cualquier propuesta creativa. Hay músicos que participan en ambos espacios, en uno como fuente de ingresos y, en el otro, como espacio de desarrollo artístico.–¿La recuperación del formato orquesta es uno de los hallazgos más valiosos de los últimos tiempos?I.V.: –Sin duda. La orquesta típica es uno de los mayores aportes que el tango le ha dado a la música universal. La combinación tímbrica que resulta de la articulación del piano con las filas de cuerdas y bandoneones es bellísima y no existe en ningún otro género. Las posibilidades de orquestación de la típica son vastísimas y soportan las más variadas miradas estéticas. Haber recuperado la orquesta es un paso enorme hacia una mayor apreciación de lo mejor que ha producido el género.A.E.: –El formato orquesta nunca dejó de existir –Pugliese, Salgán, Garello…–. Creo que la verdadera recuperación pasaría por lo económico. Una sustentabilidad e independencia que las orquestas hoy no tienen y que podría pasar por repartir mejor la carga de trabajo y plata que trae el turismo –ofreciéndole de paso al turista una gama más amplia y representativa que la postal fosilizada que se ve en las grandes casas de tango–.F.T.: –Orquestas siempre hubo. La diferencia la hacen orquestas como la nuestra que hace su repertorio. Formar una orquesta hoy sólo para tocar clásicos es casi un curro.S.P.: –Es algo importante, sobre todo porque hay muchas orquestas con una organización de cooperativa.–¿La influencia de Piazzolla ya no es tan potente?I.V.: –Su influencia sigue siendo muy fuerte, incluso abrumadora. La diferencia es que hoy ya no es una influencia hegemónica como lo fue para los músicos en los ’70 y ’80.A.E.: –Pasó de ser casi la única referencia obligada de varias generaciones a ser una influencia más en el variadísimo corpus del género.E.G.: –La influencia de Piazzolla va más allá de la cuestión musical, aspecto en el que fue y sigue siendo determinante. Tiene que ver también con la inserción del género a nivel internacional.F.T.: –Lo es en algunos casos y en otros no.S.P.: –Piazzolla es potente y siempre lo será. Pero al contrario de las generaciones próximas a él –que quedaron paralizadas con su grandeza–, los que venimos después tomamos su empuje y la convicción de que el tango también tiene que evolucionar.–¿Qué lugar imaginan que podría tener el tango en el siglo XXI?I.V.: –Además de ser una forma de arte extraordinaria que hace felices a muchos y una de las mejores cosas para compartir con el mundo, el tango es el gran as en la manga para entender nuestra profunda e irreconciliable crisis de identidad.A.E.: –El de la versión local de la revolución de los folklores, algo que se atisba en todo el mundo frente a la decadencia de las fusiones globalizadas como el pop.E.G.: –Es difícil imaginar hasta dónde puede llegar teniendo en cuenta las limitaciones de la autogestión, la indefinición aún de políticas oficiales a largo plazo y la crisis de la industria de la música a partir de las nuevas formas de circulación. Por lo pronto, tenemos la certeza de que el género está vivo como hecho social y cultural a partir de una genuina construcción de base que lleva más de una década.F.T.: –No creo que sea lo popular que fue en el ’40. Pero en estos diez primeros años del siglo creció tanto y tan rápido que puede llegar lejos. O desaparecer en un minuto. Hay que aprovechar ahora y vivirlo.S.P.: –Me gustaría que el tango nos represente desde un presente vivo. Lo que veo es que institucionalmente el género no interesa para nada.
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