martes, 27 de marzo de 2012

PLATILLOS VOLADORES


Ex bateros de Divididos. Pasaron años aposentados en la silla más eléctrica del rock argentino, acompañando a Ricardo Mollo y Diego Arnedo. Hoy viven de su actualidad y guardan recuerdos de los más diversos.
Por Ezequiel Ruiz
Federico Gil Solá: "Vivo de lo que me gusta"
En el estudio de Federico Gil Solá se respira olor a madera, a los eucaliptus típicos del Oeste, donde está el agite. En esta sala de Hurlingham se demearon Acariciando lo áspero (1991) y La era de la boludez (1993). Y La paciencia de la araña (1998) cuando existían Los Caballeros de la Quema. También grabaron Palo Pandolfo y Celeste Carballo. Pero lo que nos trajo hasta aquí no es un montón de anécdotas jugosas de los ‘90, sino lo último que hizo este lungo baterista. Junto a su mujer, Laura Ros, hicieron un ciclo en Libario Bar para recrear canciones de los dos discos solistas que cada uno tiene. Editaron un DVD ( Tercer Jueves , tal era el nombre del ciclo) que plasma la energía, entre acústica y eléctrica, que hay entre ellos: “En el 2009 me ofrecieron hacer unas fechas, pero como en ese momento no tenía banda, me incorporé a la de ella. A pesar de que lo que hacemos por separado es distinto, hay lugares en donde nos encontramos”, define Gil Solá.–¿Es terapia de pareja? –No, la terapia la tuvimos que hacer después (risas). Es difícil cuando hay dos líderes en una banda. Cada uno tiene su carácter: yo soy algo desprolijo y ella tiende a ser más estructurada. Y tiene oído absoluto, que sirve para laburar sobre los detalles.Gil Solá habla pausado, tranquilo; distinto al lenguaje salvaje que emplea con la batería. Tiene en carpeta un álbum con Gringui Herrera y Tito Losavio (“No sabemos cuándo va a salir, pero ya está terminado”) y material para cuando tenga ganas de retomar su carrera solista: “Cuando no tengo nada para decir, no digo nada, por eso no me apuro. Pero en todo este tiempo estuve encontrando mi voz, aunque nunca al frente de la banda. Me siento cómodo con la batería”.–¿Sos batero antes que músico? –Claro, soy el mejor amigo del músico (risas). Me divierte el chiste, aunque en una época me lo tomaba en serio. Hay que tener sentido del humor y de autoparodia, porque sino te convertís en Pomelo. Sé que hay gente que me respeta, pero no tengo, lamentablemente, el problema de tocar en estadios. Tengo que pelearla.–¿Cómo la llevás?–A veces querés patear todo a la mierda y dedicarte a otra cosa. Pero tampoco me voy a quejar: puedo vivir de lo que me gusta. Cuando arranqué con Divididos, ellos tocaban en bolichitos para treinta personas y habían sacado un disco que no conocía nadie. Tenían la chapa de ser ex Sumo, pero eso te puede jugar a favor y en contra. De hecho es lo que me pasa a mí, ahora. Pero yo aposté a eso porque tenía ganas de estar ahí.–¿En qué te juega en contra la “chapa del ex”?– En que quizás haya gente que no se interesa en lo que hago por prejuicios que tienen con lo que hice antes, que es lo más conocido. Pueden pensar que es más de lo mismo y ni se molestan en escucharlo.–Esperan que toques “El 38”, por ahí…–Eso no sería tan complicado, porque no lo toco y listo. Y si un día quiero, lo toco. Son mis temas, los compuse con ellos. No tengo algún fantasma con eso. Y seguro que debe haber gente que, si no toco El 38 , después no vuelve a verme. Si estoy pendiente del deseo de los demás, me vuelvo loco.
Gustavo Collado: "No me fui a las piñas"
A la luz del sol y en el jardín de su casa, en el bajo San Isidro, a Gustavo Collado se le notan las marcas de mil batallas libradas en el rock. En su paso por Divididos, estampó la firma en el debut del trío ( 40 dibujos ahí en el piso , 1989), pero antes y después formó parte de La Sobrecarga. Disueltos a fines de los ‘80, volvieron a reunirse en 2010 los originales César Dominici, Gamexane y Collado, junto al bajista Hernán Firpo (en lugar de Willy Robles). Comenzaron a trabajar sobre un nuevo álbum, al que le falta ser mezclado pero… “ocurrió la desgracia de Horacio” dice Collado en referencia a la muerte de Gamexane. “Veníamos tocando bastante, estábamos sonando mejor que nunca, pero con esto quedamos en stand-by”. Sin embargo, la pérdida no los frena: “César y yo queremos seguir. Vamos a buscar un nuevo guitarrista y le daremos para adelante. La base del disco está: quedaron grabadas todas las guitarras de Gamex”.–¿Cómo había entrado Gamexane a La Sobrecarga?– Luca Prodan nos decía que nos faltaba una guitarra y lo sugirió a Skay (risas). Pero nuestro Skay fue Horacio. Después de un show en el Zero Bar, nos dijo: “Yo tengo que tocar con ustedes”, así de una. Cambió nuestro sonido con su toque. A pesar de su impronta punk, era muy fino.La separación de La Sobrecarga dejó desahuciado a Collado. Igual estaban Mollo y Arnedo tras la muerte de Luca, a fines de 1987. Ahí chocaron los planetas. “Me encontré con Diego en Prix D’Ami y me invitó a la sala que tenían en El Palomar. Me hicieron escuchar algunas cosas que tenían grabadas con una máquina de ritmo. Eran los demos del primer disco”, relata.–¿Qué te acordás del primer show?– Estaban Fito Páez y cincuenta personas más (risas), muchos pidiendo temas de Sumo. Había una energía impresionante, fue un quilombo divino. El público siempre estaba muy al palo. En dos años tocamos como ciento ochenta veces en barcitos.– ¿Y después?–Empezamos a trabajar en lo que terminó siendo Acariciando lo áspero (1991). Lo paradójico de mi paso por Divididos es que grabé los temas que no hice y no grabé los que compuse. Me fui porque hubo un impasse muy grande: estaba podrido de ir todos los días hasta Hurlingham para ensayar. Un día planteé mi salida y se dio de común acuerdo. Ya no me interesaba, estaba muy cansado del ambiente, le huía a la noche, a las drogas. Por eso no sólo me fui de Divididos, sino que me terminé yendo a vivir a España.–¿Sos el único que se fue sin pelea de por medio? –Sí, conmigo no terminaron a las piñas. Con todos tuvieron juicios, quilombos. Cuando yo formé parte del grupo, Divididos era un trío. Después dejó de serlo: pasó a ser un dúo con baterista. Te lo digo yo que toco menos que los que me siguieron: soy el peor baterista de los cuatro. Pero podía hablar y opinar. Tenía voz y voto. Después no hubo más voz y voto para el baterista. Y seguramente fue para bien. Mirá cómo les fue después de mí…
Jorge Araujo: "Lo que rescato es haberlos conocido"
Quizás habrá una tarde más terrible que esta en la historia, pero la del encuentro con Jorge Araujo es la más calurosa del siglo, sin dudas. El aire irrespirable de Martínez, aun cerca del río, hace brotar gotas de todos lados, incluso de la cara y el cuello de Magoo: un tipo amabilísimo, muy conversador. Pero no sólo con la prensa. Alguna personas se acercan a saludarlo al pasar por la mesa del bar en la que tuvo lugar esta charla. No son encuentros casuales entre ídolo y fan, sino más bien el cultivo de una relación vecinal.Está recién llegado de Venado Tuerto, donde se presentó con AyQ: un duo que tiene con el baterista Quintino Cinalli (de currículum larguísimo: Rubén Rada, Beto Satragni, Esperanza Spalding y más) que va por la senda rioplatense: “Es sin baterías. La primera vez que nos juntamos salió música con lo que había: cajón peruano, guitarra acústica, bajo. Arrancamos a grabar en marzo y lo va a producir Javier Malosetti”.También es voz y batería de Gran Martell: trío que formó en 2005 junto a Tito Fargo (guitarra) y Gustavo Jamardo (bajo y voz), con dos álbumes y medio. Después de editar la primera parte de Un volcán (cuatro temas, “el lado A”), se preparan para liquidar la segunda: “Ya se grabó la música y ahora vamos a meter las voces”, comenta. Se suponía que el disco debería haber estado completo el año pasado, pero justifica la demora en una búsqueda artística de la banda: “En cada nuevo trabajo intentamos dar algo diferente a lo que hay en los anteriores. Esta vez, Tito propuso combinar guitarras y sintetizadores. Lo esperamos para ver si podía tocarlo en vivo cómodamente, sintiéndolo parte de su lenguaje, porque cuando tocamos no queremos reproducir secuencias. Lo probamos en un show en Niceto y sonó bárbaro”.–¿Cómo funciona la banda? –Somos muy dinámicos, no están tan estructurados nuestros roles. Los tres necesitábamos estar en un grupo en el que cada uno tuviera ganas de estar atento a las ideas del otro. Esa es la condición de Gran Martell. No hay un líder que viene siempre con la idea y el resto lo tiene que acompañar. Cada uno tiene libertad para crear. Nos juntó la música y si llegamos a separarnos, espero que sea también por la música. Cuando el grupo no tenga más nada para decir, no dirá más nada. Pero claramente no es este el momento, ni en pedo.- Hablando de separaciones, ¿qué relación tenés hoy con Divididos? - La verdad es que los quiero mucho, son muy buena gente. Ricardo, Diego y Killing (NdeR: el mánager) son amigos, juntos hemos vivido cosas maravillosas, desde lo humano y lo artístico. Cuentan conmigo para lo que quieran. Y sé que cuento con ellos. Más allá de lo que quedó en los discos, lo que más rescato es haberlos conocido. Los nueve años en Divididos me hicieron conectar con el ambiente del rock. Si no me habría cruzado con ellos, quizás no hubiera armado una banda de rock. Estaría tocando otra cosa.

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