El sociólogo Roberto Cipriani analiza el rol de las creencias. La relación de la fe religiosa con la cultura y la política en el siglo XXI. Las teorías del fin de las doctrinas y por qué permanecen a pesar de los pronósticos. Cómo serán a futuro.
Por Raquel Roberti
Hace más de cincuenta años, al menos dos sociólogos reconocidos anunciaron que las religiones pasaban por una crisis de tal magnitud que iban a desaparecer. El italiano Sabino Acquaviva, además periodista y escritor, publicó en 1961 El eclipse de lo sagrado en la sociedad industrial, donde predecía que la oscura noche en que vivía la humanidad se iba a cerrar totalmente. Cuatro años más tarde, el estadounidense Harvey Cox afirmó, en Secular City, que el hombre se había liberado de las ideas religiosas, haciéndose responsable del acontecer. Sin embargo, una reciente encuesta realizada en Italia determinó que si bien sólo el 25 por ciento de los ciudadanos asiste a los ritos religiosos, el 80 por ciento continúa rezando. “Rezar no es una constricción, una imposición, no tiene control social como la asistencia a un templo, por eso es un fenómeno de mucha consistencia. Y si hay el rezar, hay religión”, afirma Roberto Cipriani, autor de Manual de sociología de las religiones, que acaba de actualizar y reeditar con Siglo XXI. Cabe preguntarse, entonces:–¿Por qué no pierden peso las religiones?–La historia dice que hay cambios, adaptaciones, pero las religiones tienen la fuerza, el poder de la continuidad histórica, de las instituciones, de los templos, de la organización de personas que trabajan sólo para eso.–¿También ayuda el poder económico de las religiones?–Es un problema más complicado. Por un lado, Max Weber dijo que el capitalismo nace del protestantismo, donde la intensidad del trabajo y la acumulación de dinero demostrarían que son los elegidos. Otra idea es la del mercado religioso: una persona decide pertenecer a una religión porque le conviene para un negocio, para establecer relaciones o vender un producto, pero esta teoría también es criticada. En esa decisión influyen, además, las emociones, el grupo familiar, el contexto histórico, la cultura. Es evidente que una persona religiosa está predispuesta a aceptar casi todo, pero ahora, para evitar que quienes manejan dinero y bancos se aprovechen de eso, se va a difundir la ética económica. Tanto en Estados Unidos como en Europa está comenzando a dictarse una disciplina de valores éticos en la economía.–La pregunta se refería a que la mayoría de las iglesias se mantienen con el aporte de los practicantes y acumulan poder económico; tienen un funcionamiento similar al del Estado.–Sí, hay situaciones que permiten a la Iglesia Católica en particular, pero también a otras, recibir dinero del Estado. En Alemania se declara la religión en la declaración anual de impuestos y el gobierno reparte un porcentaje de las tasas en base a esa declaración. En Italia se aplica el 8 por mil: ese porcentaje de lo que cobra el Estado se destina a las iglesias por las que optan las personas. El problema es que sólo el 32 por ciento de la población especifica una opción, pero cuando se calcula cuánto le corresponde a la Iglesia Católica se hace sobre el total del dinero disponible, no sobre la opción efectivamente indicada. Es un sistema muy similar al diezmo feudal.–Dijo que se estudia ética económica, justo cuando las protestas de los indignados se extiende hasta Nueva York. ¿Cómo ve ese movimiento?–Los indignados de Nueva York no son los de Puerta del Sol ni los de Roma, pero creo que estas manifestaciones son sólo una pequeña parte del fenómeno religioso, que es más complejo. Al mismo tiempo, es una señal para comprender lo que sucede. Cuando enfrentan casos similares, los sociólogos saben que pueden ser la punta de un iceberg, el inicio de una actividad, operación importante. Sin duda, esta participación, esta respuesta al poder, puede estar basada sobre específicos valores religiosos, porque en las religiones en general el valor de la persona es fundamental y cuando está amenazado, hay una reacción, una decisión de contestar y preparar una revolución, un cambio en la situación dada. Aquí me parece aplicable el discurso de Marx: él hablaba del opio de los pueblos, pero también de la voluntad de cambiar, la religión como parte de una revolución.–¿Cambiaron las formas de revolución? En su inicio, las religiones dirigieron los movimientos revolucionarios...–Ciertamente, el cristianismo nació de una verdadera revolución. Ahora en muchas religiones, catolicismo, ortodoxia, protestantismo, judaísmo, hay grupos que constituyen movimientos de cambio. Los misioneros en África, los médicos que van a cualquier parte que los necesite, las personas que trabajan con los pobres, las que ayudan de manera voluntaria, son formas de revolución, al interior de la modalidad de diferentes iglesias.Cipriani viajó desde Italia para participar de las XVI Jornadas sobre Alternativas Religiosas en América Latina, que se realizaron del 4 al 14 de noviembre en Punta del Este, organizadas por la Asociación de Cientistas Sociales de la Religión del Mercosur, bajo la consigna “Religión, cultura y política en las sociedades del siglo XXI”.El tema no es nuevo en la sociología. Hace un siglo y medio, el francés Auguste Comte imaginó una religión de la humanidad, pero laica. Lo que parece una flagrante contradicción se explica en que aquel hombre estaba convencido de que la “Ciencia de la Sociedad” era “la madre de todas las ciencias” y que podía dar respuesta a cualquier problema social. Tan poderosa la pensaba que le dio categoría de religión universal, cuyos principios eran altruismo, orden y progreso. Hoy, Comte es considerado el padre nominal de la sociología, aunque fueron Émile Durkheim, Karl Marx y Max Weber quienes la establecieron como disciplina académica. El aporte más recordado de Marx, aunque no el único, es la frase tantas veces citada, “la religión es el opio de los pueblos”, en tanto Weber desató una polémica con su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo, donde asocia esa religión con el origen del sistema económico dominante.El Manual… –del también profesor en la universidad Roma III y miembro del comité ejecutivo de Sociedad Internacional de Sociología de la Religión– fue traducido del italiano al inglés, francés, español, portugués y chino, y luego de presentar esos orígenes de la sociología de la religión, se lanza a analizar las posiciones de diferentes autores europeos, norteamericanos y sudamericanos, entre los que se destaca Floreal Forni, referente en el país para el tema.“Ahora la laicidad del Estado empieza a ser un punto de discusión y la religión en el espacio público fue un tema central en las jornadas –señala Cipriani–. La sociología ayuda a ver la relación entre Estado e Iglesia de una manera no conflictiva. Sin duda la religión es parte de la cultura, una presencia importante en la sociedad, pero no puede gobernar el Estado ni el Estado puede aprovechar la religión para conseguir resultados. Entonces, una justa distancia, un buen acuerdo puede ser la solución.”–Los líderes religiosos tuvieron mucha presencia en los gobiernos a través de la historia, ¿se puede cambiar?–La semana pasada vi una obra de teatro en Roma, sobre un grupo de judíos que llegaron del África a Jerusalén. Son marginados y pobres en Israel y continúan manteniendo la misma forma de comunidad que tenían en África. En esa obra había dos cantores, sacerdotes, que cantaban los antiguos himnos. Cuando terminó el espectáculo hablé con el director y me contó que los sacerdotes son los jefes de las tribus. Poder político y religioso en la misma persona. La novedad es que ahora eso es una excepción, la idea es generar una mayor separación entre Estado e Iglesia. Mi perspectiva es de respeto recíproco, no de conflicto. Las personas deben tener libertad de practicar la religión que quieran. El problema es cuando se presenta como fundamentalismo, perspectiva única, poder religioso y político.–Las religiones no desaparecieron, pero ¿están en crisis?–Probablemente las religiones van a continuar su papel en la sociedad contemporánea, pero de una manera diferente. Lo que analizamos es que los practicantes prefieren una opción individual sobre la manera de vivir la religión. Hay una educación religiosa en la familia, la escuela, la iglesia, con influencia diferente. Pero si una persona debe decidir algo, los valores que funcionan son los religiosos, los adquiridos en la vida precedente, en la fase de producción de la concepción de la realidad. La construcción social de la realidad se basa en lo que las personas reciben en los primeros años de vida. Hay personas que no participan del culto, pero creen. Y cuando necesitan hacer una opción, proviene de los valores de base. Hay autores, como la inglesa Grace Davie, que hablan de “creencia sin pertenencia”, pero también es posible lo contrario, pertenencia sin creencia, porque hay personas en las iglesias que viven en contrario de lo que dicen creer.–Esa autora también habla de religión vicaria, ¿qué características tiene?–Esa teoría sostiene que la nueva frontera de la religión sería un grupo pequeño de practicantes, militantes, que están en las iglesias y organizan el culto, mientras la mayoría de los creyentes están afuera aunque, de todas maneras, están de acuerdo con quienes se mantienen en la institución. Hay separación de comportamiento, de estilo de vida, de acciones individuales. La fuerza de la religión está exactamente en esta relación entre las personas más involucradas y las menos, que tienen algo en común que permite la prosecución de la perspectiva religiosa.–¿Hay sociedad sin religión?–Se puede discutir. Probablemente no la hay si hablamos de una sociedad tecnológicamente avanzada, industrializada, urbanizada. Esas características permiten influencias provenientes de otras culturas y contextos. Si hablamos de una comunidad aislada, que no tiene mucha relación con el extranjero, se puede decir que no hay lo que interpretamos como religión, hay algunas cosas que parecen ser, pero no alcanzan a constituir un fenómeno de determinadas características.–¿Cuál es la tendencia dentro de las religiones?–A individualizarlas. Las organizaciones no contestan de manera adecuada las instancias provenientes de los practicantes, entonces ellos deciden construir su propia religión sin un conflicto directo. No significa una separación completa, hay continuidad.–¿Los rituales pierden presencia?–El ritual no es un modelo secundario de experiencia religiosa, es central. La cuestión es cómo se organiza. Las personas quieren rituales, celebraciones, fiestas, pero analizan cómo se usa el dinero, cuál es la verdadera finalidad de una fiesta. Creo que, en general, las personas no están contra las religiones sino contra algunas maneras de vivir la experiencia religiosa. Sin duda, en el catolicismo, el judaísmo, el islamismo, hay personas que creen y viven los valores religiosos, pero no son la mayoría.
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