Por Mauricio Pedrat
Los colecciona desde hace 30 años, son de una marca francesa y muchos eran del hijo.
Cajas y cajas de objetos que forman distintas colecciones cohabitan la casa de los Gonzáles, en La Plata. Casi toda la familia tiene el mismo pasatiempo, pero Jorge es el más aplicado. El tiene llaveros y almanaques, prolijamente ordenados, pero su verdadera pasión son los autitos. Es que a los 61 años, el jubilado de un cargo estatal tiene más de 400 autitos de la marca francesa Majorette que viene recolectando desde hace casi 30 años.“Empecé para terminar cosas que empezaron otros”, admite y cuenta que el inicio del hobbie llegó de la mano de su hijo mayor y sus juguetes. Jorge se quedó “enamorado de los autitos” del hijo y siguió conservando las piezas que había usado el chico cuando era un niño y fue comprando nuevas. Hoy, según cuenta, “la cosa se dio vuelta” porque antes era él quien llegaba con un paquete en sus manos y les decía a los chicos “mirá lo que te traje”, pero ahora son ellos los que le traen una nueva pieza para la colección y se lo anuncian con esa frase, capaz de sacarle una sonrisa a cualquier niño, y a Jorge.Como todo coleccionista, tiene sus desafíos, y el problema que enfrenta hoy por ser un apasionado de un producto de industria extranjera es la traba a las importaciones que rige en estos momentos en el país. “No sé cuantos containers con productos Majorette hay en la aduana, pero son muchos. De repente encontrás modelos en todos los quioscos, y por ahí desaparecen del mercado por un tiempo. Todo depende de la aduana”, protesta.También hay malas representaciones, que los años le han enseñado al jubilado a detectarlas. “Te das cuenta. El francés tiene las puertas móviles, tiene suspensión, todo. El tailandés, normalmente viene son movimiento y algunos sin amortiguación. Los mejores, sin dudas, son los franceses; aunque en un momento vinieron al país algunos de China y eran muy buenos”, explica.Otro de los problemas que enfrenta Jorge son los modelos repetidos. Le llegan, principalmente, de manos de amigos y familiares que intentan colaborar con la colección. Pero su memoria también, a veces, le juega malas pasadas, por eso tiene catálogos de la marca francesa que lo ayudan a recordar qué piezas tiene. Los libritos parecen álbumes de figuritas en miniatura, y en lugar de “figus” tienen papeles blancos que tapan las ilustraciones de los autitos que ya consiguió. En esa búsqueda organizada, el hombre destaca un dibujo del catálogo. Es una réplica de la camioneta que se hizo famosa por ser la elegida por los hippies. “Conozco gente que trabaja en jugueterías y ha visto cientos y cientos de modelos y me dice que a esta nunca la vio. Pero existir, existe. Acá está”, relata mientras asegura que ese modelo es el que coronará su colección.A pesar del precio oscilante de las piezas, que recorre la franja de los 10 a 20 pesos, él sigue comprando, y lo seguirá haciendo, pero tiene en claro que ese gasto no es una prioridad, y lo resume en su frase de cabecera: “hay que comer”.Pero, en contraste, el jubilado asegura que su pieza favorita es “la próxima”, esa que ocupará un lugar más en las cajas y cajas que cohabitan con los Gonzáles en su casa de La Plata.
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