Por Claudio Martyniuk
Los años 60 y 70 se recuerdan por los proyectos colectivos que incubaron, pero son también la marca del individualismo, reflejada en la pista de baile. Bailar suelto fue una revolución liviana, pero llena de vitalidad.
En general nocturno, a veces erótico, el baile es una condensación ritualizada de valores colectivos y anhelos subjetivos, de búsqueda de intensidad y de entrega a la diversión, de participación -en nuestra época- en ceremonias marcadas por el multiculturalismo. El historiador Sergio Pujol ha investigado las manifestaciones de este fenómeno en nuestra sociedad, desde los albores del tango hasta la escena tecno. ¿El baile es un ritual erótico? El erotismo no es algo inherente al baile sino a determinadas danzas de pareja enlazada. Primero fue el vals, que sólo se “adecentó” a partir del clima conservador que estimuló el Congreso de Viena de 1814. Más tarde, la irrupción del tango fue problemática, porque planteó el abrazo entre un hombre y una mujer a la vista de terceros. El varón llevaba a la mujer, la atraía sobre su cuerpo y avanzaba sobre los vacíos que ésta iba dejando. Aquellas formas se fueron suavizando a partir de un proceso de normalización que terminó con los típicos cortes y quebradas del 900. Por otra parte, los bailes relacionados con el jazz -del fox trot al lindy hop, pasando por el charleston- también trajeron una carga de erotismo, pero envuelta en un estilo más histriónico y, en algunos casos, gimnástico.¿Cómo era bailar tango en la Buenos Aires de hace un siglo? ¿A qué clases sociales convocaba? El tango nació en las orillas, en los pies de criollos y negros. Era música de las clases populares. El relato mítico sobre su origen prostibulario no es del todo falso, aunque en el proceso de su socialización intervinieron varios factores. Por un lado, los inmigrantes, especialmente los italianos, que lo adoptaron en los bailes de sus clubes. Luego, un puñado de miembros de las clases pudientes, los niños “jailafes”, que orillaban la ciudad en busca de aventuras nocturnas. Ellos lo bailaron poco antes de que los parisinos lo legitimaran mundialmente. Las partituras para piano que entraron a los hogares de la pequeña burguesía lo naturalizaron en las primeras dos décadas del siglo XX. Y los discos terminaron de afirmarlo. El tango fue bailado por todas las clases sociales, prácticamente desde su codificación como danza, si bien era objeto de impugnaciones. En 1919, la revista Atlántida organizó una encuesta para saber si era una danza indecente o no; la mayoría respondió que lo era, aunque reconoció que tenía una fuerza imparable y que carecía de sentido oponérsele. Cuando se produjo la gran crisis de los años 30, ¿la gente mantuvo igual el espíritu de fiesta y baile? Sin duda. En los años 20, las danzas derivadas del jazz formaban parte de modernidades primitivas. Cuando en 1929 Josephine Baker se presentó en Buenos Aires, hubo una revitalización de los bailes “americanos”, en la medida que estos reproducían el estereotipo de la modernidad yanqui. Ya al promediar los 30 el conocimiento de los estilos de jazz se incrementó, y entonces el swing se convirtió en sinónimo de big band. Las orquestas de jazz convivieron armoniosamente con las de tango, como si se repartieran funciones. Al jazz se lo solía bailar como descanso del tango, relajadamente, si bien aquí había cosas que aprender: los manuales de baile traían gráficos sobre el fox trot, que se bailaba “a los saltitos”, en contraste con el ritmo a tierra del tango. En los carnavales de antes, ¿el tango fue lo que la samba en Brasil? Los bailes de carnaval eran la culminación de los festejos del Rey Momo, si bien no hubo, como en el caso brasileño, una influencia tan directa de la festividad sobre la música. Para el tango, el carnaval fue un verdadero pase libre en tiempos más restrictivos para el género: los carnavales fueron la gran fiesta del tango. ¿Lo que se llamó Guardia Vieja tuvo un estilo especial de baile? El apogeo del tango de la Guardia Vieja se extendió hasta principios de los años 20. Se lo bailaba de modo canyengue u orillero, con cortes y quebradas muy pronunciados. Eran pasos cortos y apurados, de acuerdo a una marcación rítmica heredada de la habanera y la milonga. Eso fue cambiando, primero, con el alisamiento impuesto por los prejuicios morales de la época; y a fines de los 30, con innovaciones como el sobrepaso de la mujer y otras figuras, que con los años desembocarían en Juan Carlos Copes y Miguel Angel Zotto. El Cachafaz fue un bailarín de transición. Bailó en tiempos de la Guardia Nueva con un estilo de los viejos tiempos. Fue un gran bailarín, que supo hacer de la danza del tango un espectáculo de escenario. ¿Cómo fueron los ‘40, la época dorada del “bailongo”? En realidad, la época dorada del tango, eso que popularmente se denomina “los 40”, comenzó hacia fines de los 30, con la revitalización del baile a cargo de Juan D´Arienzo y el surgimiento de las orquestas de Aníbal Troilo y Osvaldo Pugliese, y se extendió hasta mediados de los 50. Las razones de aquel apogeo son varias. Por un lado, se consolidó un nuevo mercado del ocio, producto de una mayor disponibilidad económica de los sectores populares y algunas medidas de fomento de la música nacional. Se solía decir que el folclore era un baile de las mucamas. ¿Era así? Sí, podría decirse que el folclore en su dimensión de baile popular se relacionó directamente con los salones de “música nativa” instalados en Palermo. Se los llamaba Casas de Baile y abrían de 4 a 5 veces por semana, a veces en dos turnos. Allí las empleadas domésticas iban a bailar con los jóvenes provincianos recién llegados a Buenos Aires. Lugares como Palermo Palace, Palacio Güemes o La Enramada combinaban repertorios de tango, chamamé y música “característica”. En ese sentido, el cuento de Julio Cortázar “Las puertas del cielo” expresa, no sin prejuicios de clase, la visión de los sectores medios. Diferente fue el fenómeno de las peñas, como Achalay Huasi de los Hermanos Ábalos, familiar y orientado al folclore del noroeste. ¿El chamamé incluía lo erótico? En el caso del chamamé, se trata de una erótica bien diferente a la del tango, si es que puede hablarse de erótica. La danza es más festiva, más atenta al colectivo. Pero lo que definía la carga sexual del baile era el sitio y la circunstancia. Por ejemplo, era común que los jóvenes porteños de clase media fueran a seducir chicas que bailaban chamamé en las Casas de Baile de Retiro o Palermo. Los hoteles alojamiento aledaños al salón eran los destinos cotizados por estos “pescadores” de sexo rápido, en un tiempo en el que el mito de la virginidad de la noviecita tenía amplio consenso. Venimos hablando de baile en pareja. ¿Qué implicó bailar suelto? En realidad, en materia de baile, la gran ruptura no la trajo el rock and roll sino el twist. Porque con el rock, y antes el boogie, todavía se bailaba con alguna forma de contacto físico y en las mismas pistas del tango. Me refiero a la época en la que Eddie Pequenino era la versión rioplatense de Bill Haley. En cambio, con el twist se impuso el baile completamente suelto. Fue un punto de inflexión sin retorno. Hay una línea de continuidad entre el twist y la música dance o electrónica. Está marcada por un creciente individualismo, en sintonía con la celebración del Yo propia de los años 60. Tendemos a interpretar los años 60 y 70 como un escenario de proyectos colectivos. Es cierto, pero también se asistió a una búsqueda de autonomía del sujeto. El baile popular moderno revela esa búsqueda.Hay lugares míticos relacionados con el tema del baile. ¿Qué simbolizó Mau Mau, por ejemplo? Fue la boite más exclusiva de la Argentina, con un régimen de admisión que no sólo pasaba por el dinero y el estatus social, sino también por el nivel de actualización propio de la cultura pop. Lo c hic , lo in , eso que tan agudamente parodió el humorista Landrú, estaba representado en Mau Mau, en oposición a la moral ultramontana del gobierno de Onganía. Para quienes fuimos niños en los años 60 y leíamos las aventuras de Isidoro Cañones, Mau Mau se ganó un lugar destacado en nuestro imaginario de la nocturnidad, si bien hoy podemos reprobar su esnobismo.¿Qué pasó con las discos en el tránsito a la democracia? Pasó algo contradictorio. Por un lado, la disco traía aires liberadores. En Nueva York y Los Ángeles, la música disco representaba a las minorías: afroamericanos, latinos y gays. Pero a la Argentina llegó con un efecto más conservador, acaso por contraste con la cultura rock que aborreció de Travolta y compañía. Íbamos a la disco a conocer chicas, pero nuestra identidad cultural y en cierto modo política residía en los recitales.La vitalidad del tango es evidente. ¿Con qué rasgos específicos? El tango volvió para quedarse, eso está claro. El revival del género, centrado en la ceremonia del baile, ya lleva dos décadas. Hoy forma parte del mosaico multicultural del mundo, y sin embargo sigue manteniendo a Buenos Aires como capital del género.¿Qué trajo el tecno-dance? Fue una escena muy dinámica hace unos años; hoy está un poco desdibujada. Es parte del proceso de balcanización de la cultura rock. Su discurso sobre cuerpo y sexualidad retoma algunos elementos del discurso de la contracultura, si bien poniendo énfasis en el placer y el abandono del Yo. Es una suerte de conciliación de la disco con el rock. Algo impensable en tiempos de la dictadura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario