Por Frederic Santangelo
Era la responsable de la misión que trajo a Alice y Léonie al país en la última dictadura militar.
En 1977 era la monja superiora de Alice Domon y Léonie Duquet, las religiosas francesas desparecidas durante la dictadura militar. Ahora, Evelyne Lamartine tiene 78 años y ayuda a jóvenes adictos a escapar del infierno de las drogas. Los 170 chicos de la granja “Vencer para Vivir” dicen que antes pensaban sólo en consumir drogas, pero que ahora algo cambió. Gracias a la ayuda de esta mujer están aprendiendo a repensar su vida.Evelyne no es una monja común y corriente. No suele ir a misa y siempre intentó mantener una distancia prudencial de la Iglesia católica. Durante la dictadura era la responsable de las Misiones Extranjeras de París en la Argentina. Vivía en una villa de Hurlingham. Es una de las últimas personas que hablaron con Alice Domon y Léonie Duquet. El 24 de noviembre de 1977, 15 días antes de desaparecer, Alice fue a la casa de Evelyne para contarle que quería fundar talleres y escuelas en la villa William Morris. El día de la detención de Alice, Evelyne llamó a Léonie y le pidió que se escondiera. No lo logró, y lo lamenta todavía. Léonie fue detenida dos días después.Evelyne tiene un nombre francés y estudió en París. Pero es argentina. El principio de su Orden es compartir la vida de los pobres. Ahora la monja lo hace con 170 jóvenes que se volvieron dependientes a las drogas (cocaína, paco y marihuana) y a algunas veces robaron para conseguirlas. En el pueblo de Manzone, cerca de Pilar, esta mujer flaca, de pelo gris y corto, mira a los jóvenes con los ojos bien abiertos. Dice: “Vengo a dar una mano. Acá los chicos descubren que pueden ser nuevos hombres”. La granja tiene huerta, animales, panadería. En el lugar crían gallos, gansos, cerdos, patos, conejos, ovejas y chivas. Y siembran de todo. Corren y juegan al fútbol.“El contacto con la naturaleza es una forma de desintoxicarse”, dice Gastón Priano, director de la granja, que se “recuperó” hace 19 años. Sus brazos musculosos son el recuerdo de ochos años de práctica de boxeo. Y su mirada trasmite autoridad. Cuando un chico no quiere comer con sus compañeros, Gastón le ordena: “Sentáte y respetá la mesa”. Al hablar de Evelyne, se llena de dulzura: “Vos no sabés cuánto la necesité. Es increíble lo fiel que es a su ideología. Tiene muy poco y es 10 veces más feliz que nosotros”. Evelyne vive cerca de la granja, en una casa de unos 20 metros cuadrados. Tiene una pequeña cama, una mesa, un baño, un viejo televisor y libros. “En la sociedad estamos rodeados de maldad. Acá hay cosas sanas. Evelyne nos permite ser nosotros mismos”, dice Jorge, de 24 años, Y Franco, de 16, agrega: “Acá puedo tener una vida digna. Evelyne nos hace despejar la mente”. El director de la granja dice que el 60% de los que pasan por allí logran recuperarse. “Hay una diferencia abismal con los centros convencionales, que son una mentira. Tienen 15% de recuperación. Medican y luego los chicos son adictos a los fármacos. Acá no damos ningún tratamiento”, afirma.La monja finaliza con otra enseñanza: “Lo importante es que los chicos actúen por sí mismos, para encontrar su vida”.
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