lunes, 26 de marzo de 2012

LA MAS MARAVILLOSA MUSICA


Litto Nebbia, Miguel Cantilo, Piero y Willy Quiroga analizan la relación entre el rock y el peronismo en los ’70.
Por Sebastián Feijoo
Toda música es política. En forma directa o indirecta. Condicionada por el clima de época, las formas de producción del momento, el humor social que la decodifica o el aparente desinterés por una, dos o todas esas variables. En estos tiempos entusiasma ver la creciente participación política de la juventud y el compromiso de cada vez más músicos de rock. Pero, por supuesto, no se trata de un fenómeno sin antecedentes en la historia argentina. La semana pasada, León Gieco le dijo a Miradas al Sur que el fragmento de “Solo le pido a Dios” en que habla de un traidor apuntaba a Juan Domingo Perón, particularmente por la histórica ruptura con Montoneros y otras organizaciones juveniles en la Plaza de Mayo. Esa agria confesión puso en foco al período de máxima ebullición política de la Argentina moderna. ¿Cómo vivieron algunos de los referentes musicales más determinantes de la época el período 1973/1974? ¿Cómo navegaron entre la ilusión, la alegría, la desazón y la muerte?La victoria de Héctor Cámpora en las elecciones presidenciales de marzo de 1973 significó mucho más que un triunfo electoral aplastante. Implicó el inminente final de la proscripción de casi dos décadas de la que fue objeto Perón, la derrota del partido militar y sus aliados, y la apertura de un caudaloso proceso de esperanza. Quedaban atrás años de resistencia popular, dolor y sangre. Para algunos, la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Para otros, el retorno de Perón significaba volver al sendero de la justicia social. En todos los casos, esas perspectivas se traducían en júbilo y ansiedad. Y electrificaban el manto social.La música no permaneció ajena a esa ebullición y la cultura rock también se comprometió con el clima de época. Muy lejos de la era del rock esponsorizado que se vive hoy, Los Gatos ya habían dado a fines de los ’60 el puntapié inicial para un fenómeno creciente de convocatoria y venta de discos. Pero ese fenómeno también incluía una experiencia colectiva que promovía nuevos valores y, en algunos casos, manifestaciones políticas de diversa índole que a veces llegaban hasta las letras de las canciones. Estas alusiones podían ser casi tangenciales como “Cantata de puentes amarillos” –Spinetta aclaró que parte del texto estaba inspirado en un cadáver que vio tirado en una comisaría–; “Violencia en el parque”, de Aquelarre –referida a los hechos de Ezeiza, pero con un tono elíptico–, o gestos de militancia rabiosa como el disco Cancionero de la Liberación –con la participación de Piero y Marilina Ross y composiciones sin margen para la doble lectura como “Movilizar, organizar”, “Curas del Tercer Mundo” y “Hasta la toma del poder”.Miradas al Sur habló con Miguel Cantilo, Litto Nebbia, Willy Quiroga (Vox Dei) y Piero, para repasar sus vivencias, opiniones y reflexiones sobre los convulsionados eventos que se desarrollaron entre 1973 y 1974 y desembocaron dos años después en la dictadura más sangrienta y dramática de la historia del país.–¿Cómo vivieron la vuelta de la democracia con Cámpora y el regreso de Perón?Litto Nebbia: –Desde lo macro, lo viví con alegría. Desde lo íntimo, con bastante preocupación. El regreso de Perón, emocionalmente fue de gran impacto, pero no tenías que ser un genio para darte cuenta de que figuras como López Rega y la misma Isabel no traían nada bueno. Desde niño fui influido por mi madre, que admiraba a Eva Duarte. A medida que crecí, sentía preocupación por los desniveles e injusticias sociales. Esto hizo lógicamente que mi pensamiento estuviera ligado al peronismo, reconociéndolo como una fuerza preocupada por las clases más populares. Sin embargo, mi militancia, si así se la puede llamar, ha sido la de declarar sin tapujos lo que pienso. Muchas veces esto me llevó a ser ignorado en cuanto a mi trabajo artístico, cosa que a veces me sigue sucediendo.Piero: –Era un época muy particular. Antes de las elecciones en las que triunfó Cámpora como presidente, vivíamos bajo un gran consenso. Si eras peronista o radical era casi una anécdota. La alternativa era democracia o militares. Vivíamos una gran ilusión, muchas ganas de cambiar todo lo que había que cambiar. En Ezeiza hubo casi un millón de personas. Yo fui con la agrupación José Podestá, que reunía actores y músicos. Me acuerdo que estaba con Marilina Ross y el Chango Farías Gómez, entre otros. Pero a Perón no lo dejaron ni aterrizar. Los tiros marcaron las fracturas internas irreconciliables. Yo vi morir a una chica por una bala perdida.Willy Quiroga: –Fue un período de mucho descontrol. Hubo mucha esperanza que rápidamente se transformó en una locura total. Yo siempre fui bastante apolítico. Me siento argentino y quiero que todos mis compatriotas tengan trabajo digno, libertad y justicia. Pero siempre me mantuve al margen de las banderías políticas.Miguel Cantilo: –Es un tema complejo que excede los espacios periodísticos. He escrito canciones y libros que abordan el tema. Por ejemplo el libro Chau loco, en el que describo detalladamente lo que vi. Entre otras cosas, narra en primera persona los peligros que acechaban a cualquier comunidad, banda o familia rockera cuyas casas eran allanadas y metidas en la misma bolsa de la subversión. También dejé plasmada mi impresión en el rock “La leyenda del retorno”, que se publicó en mi primer disco solista Miguel Cantilo y Grupo Sur. Podría sintetizarla en una estrofa: “La muchedumbre jubilosa canta/ alrededor de la fogata santa/ tres guerreros ahumados/ manejan el asado./ La multitud festeja su retorno/ mientras el pan espera por el horno/ que no está para bollos/ y no está para pan./ Traigan al líder/ el pueblo lo quiere vivar”.–¿Cómo se llevaban la cultura rock y la política en aquellos años?M. C.: –Bien. Pero por carriles absolutamente diferentes y apetencias disímiles. A uno no le preocupaba demasiado lo que hacía el otro. Eran como agua y aceite. El humo del faso no se mezclaba con el de los fierros. En mi reciente libro Qué circo –memoria y presente de medio siglo de rock argentino–, abordo detalladamente el tema. Allí cuento anécdotas muy graciosas como cuando un camión de militantes encontró una caterva de hippies muy colgados y le cantaban: “Los hippies con Perón, que suban al camión”. Los aludidos no podían siquiera articular respuesta de lo pasados que estaban.L. N.: –El rock tenía sus propias convicciones. Una forma de vivir distinta a la que imponía la sociedad.P.: –En muchas partes se juntaban rockeros y militantes. Pero antes de Ezeiza. A partir de ese momento los tironeos por Perón dividieron aguas y espantaron. Antes de Ezeiza éramos casi todos del mismo equipo.W. Q.: –Eran espacios diferenciados. En esa época, el rock quería cambiar el mundo, pero con una mirada muy romántica. Nuestra música se alimentaba de Woodstock y las experiencias con las drogas. Queríamos cambiar al hombre, pero no desde la política. Nuestro mensaje era de paz y nuestro disco La Biblia fue muy claro en ese sentido.–¿Ese clima político marcó sus composiciones? ¿Cuáles?P: –“Para el pueblo lo que es del pueblo” y “Que se vayan ellos” son las que tomaron más fuerza por aquellos años. También fue muy simbólico el disco Cancionero de la revolución (1973), que hicimos para la campaña de Cámpora. Las letras eran muy directas: “Vos que votaste como yo, con fe, con bronca, con visión, con esperanza. Vos que ganaste como yo, con la Argentina y con Perón, cuidado: el enemigo no está derrotado, la lucha continua, tenemos que pelear codo con codo con los compañeros sin olvidar a nuestros muertos de la guerra popular… porque una cosa es gobernar y otra la toma del poder” (“Hasta la toma del poder”).M. C.: –Añado a “La leyenda del retorno”, “Señora violencia e hijos” y “Para Raimundo”, compuestas con Piero. El resto de mi obra en ese momento apuntaba a experiencias patagónicas, ya que prácticamente residí en El Bolsón hasta la muerte de Perón. En lo que atañe a mi tarea personal, la época no pasaba exclusivamente por todo ese clima político. Para mí la política es, fue y seguirá siendo un telón de fondo para la realidad que realmente me interesa. En ese caso, están las canciones de los álbumes Apóstoles (Pedro y Pablo) y el que grabé con el Grupo Sur, en las cuales se puede ver qué proporción ocupa la política o lo social y cuál la naturaleza y otros tópicos más propios del individuo y su búsqueda.L. N.: –Siempre he creído que una canción que le habla a los individuos y refleja una forma en común de sentir y pensar es más revolucionaria que otra que narra un hecho político concreto con fecha y dirección. Hay canciones de las que se llaman políticas, aunque toda canción es política, finalmente, que son necesarias de tiempo en tiempo. Pero creo que perduran otras, las que describen las idiosincrasias.W. Q.: –En “Es una nube, no hay duda”, con Vox Dei hablábamos de la libertad. Nos habíamos dado cuenta de que los militares no querían que pensáramos. Nosotros buscábamos por otro lado.–¿Qué balance hacen del último gobierno de Perón?L. N.: –Las clases más populares vivieron el retorno con cariño e ingenuidad. Pero la sociedad y los intereses, como siempre, estuvieron repartidos. Los sectores antagónicos esperaban sacar la mejor tajada de esa vuelta. Perón no era el mismo. Además estaba muy grande y enfermo, y con una monada alrededor que te la regalo.M. C.: –Caracterizar ese regreso es algo que no puedo resumir en una nota periodística. Hay temas que pertenecen más al juicio consciente de la Historia. Pero creo que todos estábamos involucrados. Obviamente, la pirámide de responsabilidades tenía a Perón en la cima, pero nadie puede excluirse de haber participado en alguna medida en los resultados, ya sea por acción, omisión o indiferencia.P: –Fue un proceso muy doloroso. Cuando Perón echó de la Plaza a los jóvenes las cosas se pusieron peor. Perón no sólo les decía “no”, sino que también los sobraba. Es verdad que por definición eran jóvenes, pero del otro lado, ¿qué había? No era una diferencia de matices. Era la derecha más brutal. Entre esas alternativas uno se sentía más identificado con los jóvenes que Perón había recibido en España. Su muerte fue terrible. Fue la muerte de toda esperanza. Yo perdí las ganas de cantar, me fui al campo y después a España, luego de que los Falcon vinieron a buscarme.W. Q.: –Fue un período de gran esperanza y mucha desilusión. La muerte de Perón abrió paso a cada vez más oscuridad. Fue ahí que definitivamente aposté por la búsqueda interior.

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