lunes, 26 de marzo de 2012

EL FLACO SE VOLVIO CANCION


El recuerdo de Luis Alberto Spinetta. Sus comienzos, su trayectoria y su arte.
Por Bruno Lazzaro
Luis Alberto Spinetta tenía el don de la palabra. Le brotaba. Y la enaltecía como bandera. Como eje elemental. Era un poeta en clave de sol. Un tipo que experimentaba el decir a través del verbo vivir. Y desde las cuerdas de su guitarra. La herramienta que utilizó para acompañar su voz. Para crear una obra de peso que acompañó el devenir de varias generaciones. Desde sus comienzos en Almendra hasta su actualidad como uno de esos solistas que no hacen honor a la etimología. Porque Spinetta tenía la generosidad de los grandes. De aquellos tipos que dejan huella. Y también suela.La noticia no tardó mucho en aparecer en los medios. Eran cerca de las 18 del miércoles 8 de febrero cuando, a los 62 años, se murió un héroe de la cultura local. El 23 de diciembre pasado, a través de la cuenta de Twitter de su hijo Dante, había confirmado que padecía cáncer de pulmón. Las redes sociales estallaron de mensajes. Y el llanto se hizo textura en la Web. Porque la bravura de Spinetta estaba en su arte. En ese espacio entre lo que él originó y sus receptores tomaron. Si hasta hay gente, como cita Fabián Casas en su blog –Los trabajos prácticos–, que divide el mundo entre los que gustan del Flaco y los que no.“Al lado hay una casa de fiestas. Cuando hay cumpleaños de chicos nosotros bajamos el volumen en el momento de apagar las velitas. Para que nuestra zapada no les invada el cumpleaños feliz. No hay derecho. Nada más lindo que un chico soplando una velita”, dijo hace cinco años en un reportaje con el diario La Nación. Y en esa anécdota puede leerse la grandeza y también el humor de un hombre al que muchos destacan por su capacidad para generar la risa ajena.Padre de Dante, Catarina, Valentino y Vera, Spinetta empezó su camino en el rock en el bajo Belgrano, el mismo barrio en el que nació. Allí se juntó con Edelmiro Molinari, Emilio Del Guercio y Rodolfo García –todos alumnos del colegio San Román– y armó, en 1967, Almendra, uno de los grupos fundacionales del rock argentino con el que compuso temas como “Ana no duerme”, “Plegaria para un niño dormido” y “Muchacha (ojos de papel)” –de esta última el propio Spinetta reconoció que pudo estar influenciada por “Tu nombre me sabe a hierba”, de Serrat–.Decía que de niño les temía a los fotógrafos y a las locomotoras. Que era muy enamoradizo. Se definía como un tipo torpe y medio eléctrico, que de grande le gustaba cocinar. Eso sí, si tenía que ir al colegio de su nieto Brando –hijo de Dante– se mimetizaba entre todos los abuelos.Junto a Bocón Frascino –luego reemplazado por David Lebón– y Black Amaya formó Pescado Rabioso, su agrupación más rockera con la que editó, quizá, su mejor trabajo: Artaud. “Si el primer disco de Almendra fue dulce y el segundo fue agresivo, en Pescado sucedió que a la altura del segundo disco traté de almendrizar el sonido. Después, en Invisible, creo que llegué a la toma de conciencia de un punto de equilibrio entre ambos mundos”, aseguró años atrás sobre el nacimiento de su tercer conjunto.Una veta musical progresiva, cercana al jazz, que profundizó con Spinetta Jade a comienzos de los ’80.Tras la disolución de esta banda, Spinetta inició una carrera solista que sólo se vio interrumpida a mediados de los ’90 cuando creó Spinetta y Los Socios del Desierto, con la que grabó dos discos en vivo, dos de estudio y se dio el lujo de saldar un deuda pendiente: tocar en los bosques de Palermo con entrada gratuita. Pasaron cinco discos solistas de gran calidad con una mirada más críptica que la habitual hasta que hace dos años comenzó a pergeñar, quizás, el mejor concierto realizado en el país. Un show histórico realizado en el estadio de Vélez que contó con la presencia de todos los artistas que formaron parte de sus grupos y grandes invitados como Charly García –con quien compuso “Rezo por vos”–, Fito Páez –con el que registró el disco La La La, además de grabar varias canciones juntos– y Gustavo Cerati –su confeso fan–. Esa noche, cinco horas de música, se recopiló el material con el que luego se haría un set box de tres DVDs, tres CDs y un libro. Un material gigante para un artista en sintonía.Hasta no hace mucho tiempo se lo solía ver por las calles de Palermo caminando rumbo al colegio Ecos –donde su hija menor completó sus estudios–. Luego de la tragedia en la que murieron nueve chicos y una maestra de la institución, Spinetta comenzó una cruzada, junto a los padres de los fallecidos, para concientizar sobre la importancia de respetar las normas viales. En todos sus recitales, el Flaco se tomaba algunos minutos para hablar sobre esto, difundía pancartas y formaba parte de todo tipo de eventos benéficos.Hace una semana, el músico había sido dado de alta luego de una operación intestinal. Como dijo en un reportaje, “la muerte es quien nos acompaña. Está presente siempre, hasta que al final nos toca”. Y el Flaco se volvió canción. “Porque somos burbujas que se rompen con una facilidad absoluta. Pero ella no es una presencia que me impida cantar, ni ser feliz, hoy”

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