Por Tali Goldman
Los ojos son el espejo del alma, dicen. Pero, únicamente, cuando se está frente a Jorge Rivas puede comprenderse, en su totalidad, semejante proverbio popular. Sólo a través de ellos él se puede comunicar. Sólo a través de ellos uno comprende la verdadera dimensión de su dolor y su felicidad.
En 2007, cuando aún era vicejefe de Gabinete, el dirigente socialista sufrió un feroz asalto y producto de un golpe en la cabeza quedó tetrapléjico. La motricidad de su cuerpo quedó totalmente relegada. Apenas puede abrir la boca, y sólo tiene desarrollado el dedo índice de la mano derecha que le permite hacer “clic” sobre el mouse de la computadora, lo que es, por ahora, su único medio para comunicarse, además de la mirada. Pero Jorge no se da por vencido y hace casi nueve meses asumió como diputado, cargo por el que había sido elegido antes del accidente, pero que, por razones obvias, nunca pudo ejercer.
Rivas fue una víctima de la inseguridad, y a pesar de las graves secuelas que ese episodio le dejó, no alienta la mano dura, no aboga por bajar la edad de imputabilidad, ni tampoco es partidario de la polémica frase “el que mata tiene que morir”. Su integridad sigue intacta y los ideales de una sociedad más justa son su motor para seguir viviendo.
Su jefe de prensa pide que el cuestionario sea enviado por mail y que despúes Jorge, cara a cara, aclararía los últimos detalles. En el encuentro con esta revista, sus labios comenzaron lentamente a moverse hacia los costados mientras un sonido profundo salía de su boca. La risa de Jorge es categórica, intensa. Es una risa que contagia a todos y se instala en el ambiente.
Volver a vivir. Rivas pasó un verano tranquilo, relajado y cerca de sus afectos más queridos entre los que se encuentran su mujer, Sandra, y sus hijos, Pilar (6) y Sebastián (10). “Ellos son mi sostén”, confiesa.
En los primeros días de enero comenzó, como buen soldado, con su labor tanto política como legislativa. Sin embargo, es consciente de que su actividad laboral debe complementarse con su rehabilitación. “Por la mañana hasta media tarde trabajo en mi rehabilitación tanto motriz como de fonoaudiología y luego hasta tarde cumplo con mis obligaciones de diputado y de secretario general del Partido Socialista en la provincia de Buenos Aires”, explica.
Pese a todo, aún queda tiempo para el ocio. Rivas se refugia en la música y la lectura a la hora de la distracción y confiesa que le encanta ver a Peter Capusotto en la televisión pública: “uno de los personajes que más me gusta es Violencia Rivas, que claramente es mi tía (risas), aunque “Pomelo” y “Bombita Rodríguez” son excelentes”, dispara con un brillo especial en sus ojos. También confiesa que no se pierde las emisiones de TVR que, además, lo consagraron como “personaje del 2009”.
Sin mano dura. Cuando la noche del 13 de noviembre de 2007 Rivas volvía de madrugada a su casa de Lomas de Zamora, fue atacado por delincuentes que le golpearon la cabeza. Durante las primeras semanas su estado era crítico y muchos auguraban el peor de los desenlaces. Pero hoy está vivo. Contento y con infinidades de proyectos por delante
–¿Por qué cree que la gente entiende que para que haya seguridad habría que bajar la edad de imputabilidad, duplicar los policías en las calles?¿Qué les diría?
–Les diría que, sencillamente, están equivocados; bajar la imputabilidad o aumentar los policías, en ninguna parte del mundo fue una buena receta contra la inseguridad. Les diría que todos queremos vivir en sociedades más seguras, pero para ello debemos poner más energía en remover las causas que generan más inseguridad.
–¿Cómo ve el país en estos últimos dos años de Cristina?
—El 2011, convengamos, es una eternidad para nuestros tiempos políticos, pero soy optimista, lo imagino creciendo económicamente, avanzando en lo social y envueltos en un clima de mayor racionalidad política que la que respiramos actualmente.
Rivas no perdió el sentido del humor durante toda la charla. Se despide con una simpática broma, acompañada por una fuerte risotada que logra contagiar. Un cálido parpadeo final que, sólo él, sabrá su verdadero significado.
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