En pleno monte misionero, cerca de las Cataratas del Iguazú, funciona el centro educativo bilingüe “Clemencia González-Jachuka Yvapoty”, un proyecto definido por la comunidad mbyá guaraní de Yryapú donde forma a sus jóvenes como guías de turismo.
Por Graciela Valle
Algunos dicen que los mbyá estuvieron siempre en “el centro de la selva”. A poco más de cien kilómetros de las Cataratas del Iguazú, en lo que hoy se denomina Ka’a Guazú (selva grande), se ubica el mítico centro del mundo, yvy mbyte, de los mbyá. Hace más de seis mil años que ellos habitan la región, migrando a lo largo de grandes zonas del actual territorio del Paraguay, la Argentina, el norte del Uruguay y el Brasil. Ancestralmente, vivieron en armonía con la selva, de la cual no sólo depende la conservación de sus costumbres, alimentación, las medicinas tradicionales, sino sobre todo su misteriosa espiritualidad: son “la palabra” divina que transita en busca de una “tierra sin mal”, un paraíso mítico que hasta hoy moviliza a los mbyá.
La historia discute que hayan sido o no reducidos por la campaña jesuítica de los siglos XVI, XVII y XVIII. “Me inclino por la versión de que, mientras existió la selva, ellos no aparecieron a los ojos de los colonizadores y resistieron invisibles y silenciosos a los evangelizadores y cazadores de esclavos”, sostiene el licenciado Claudio Salvador, quien hace varios años trabaja con la comunidad mbyá.
Sus selvas (lo que se conoce como selva paranaense) representaban hasta hace un siglo y medio más de un millón de kilómetros cuadrados. Hoy apenas queda un siete por ciento, quizá menos, de este riquísimo sistema selvático. Los mbyá sufrieron el mismo impacto que provocó la deforestación y en la actualidad sólo quedan entre 13 y 15 mil mbayá entre las comunidades del Paraguay, la Argentina y el Brasil. Las pequeñas comunidades de este pueblo originario que habitan en Misiones emprenden estrategias para preservar su cultura y sobrevivir, en el marco de la opulencia de las propuestas que ofrece este centro del turismo internacional.
En un rincón de la selva misionera, cerca de las Cataratas del Iguazú, funciona una original escuela: el Centro Intercultural Bilingüe Clemencia González-Jachuka Yvapoty, donde la comunidad mbyá guaraní de Yryapú (ruido del agua), asentada diez kilómetros aguas abajo de las cataratas, forma a sus jóvenes como guías de turismo. Este centro educacional, más conocido como “la escuelita de la selva”, debe su nombre a la abuela Clemencia (Jachuka Yvapoty, su nombre guaraní), una de las líderes espirituales de la comunidad.
El proyecto nació de una iniciativa conjunta entre el terciario público ITEC –Instituto Tecnológico Iguazú– y el Niagara College del Canadá, con el apoyo financiero del Ministerio de Educación misionero y de la Asociación Canadiense de Desarrollo Internacional.
La escuela, construida en plena selva, fue fundada en 2007 y desde entonces ha impartido dos módulos cuatrimestrales sobre interpretación del patrimonio natural y cultural de los mbyá para unos 80 alumnos de entre 13 y 38 años, la mayoría de Yryapú y algunos de otras comunidades mbyá de Misiones, Paraguay y el Brasil. La escuela brinda certificaciones. Para lograrlas, los alumnos deben cumplir con requisitos de asistencia y aprobar las evaluaciones. El sistema es, sin embargo, flexible. La institución respeta las necesidades espirituales que llevan a los mbyá muchas veces a migrar a otras comunidades para luego retornar, sin perder la regularidad como alumnos.
Desde sus comienzos, el ITEC proveyó docentes y el marco institucional al emprendimiento, pero desde hace unos meses, ya reconocida por la provincia de Misiones la validez de sus certificados, la escuela inició su vida autónoma. Para respaldar esta nueva etapa del proyecto, el ITEC creó un programa, el Centro de Educación Intercultural junto a los Pueblos Originarios (Ceipo), que brinda servicios de apoyo a los estudiantes mbyá, en el que se incluyen cursos de idiomas y de computación.
El objetivo de la Escuela Clemencia González es que los dueños ancestrales de la selva obtengan alguna participación en el millonario negocio turístico que se desarrolla en el norte misionero.
“El Centro de Educación Intercultural Mbya Guaraní Clemencia González nació para brindar capacitación laboral relacionada con el turismo”, cuenta a Veintitrés su coordinadora pedagógica, licenciada Viviana Bacigalupo. “El objetivo de la escuela es lograr la autogestión de las actividades turísticas que emprenda la comunidad Yryapú y que la comunidad tenga en sus manos las decisiones, sin depender de ninguna empresa ni operador. Tomar sus propias decisiones y negociar en un plano de equidad sin caer en engaños ni explotaciones”, continúa Bacigalupo. Otro de los objetivos del Centro es lograr, a través de la capacitación, la inclusión de los jóvenes mbyá en el mundo del trabajo y del conocimiento, fortaleciendo su identidad cultural. Para Bacigalupo, el centro es una respuesta “al derecho de los pueblos originarios a la educación y el trabajo digno, así como el de respetar su lengua, su cultura y sus costumbres ancestrales. Trabajamos por la inclusión de los mbyá, por el respeto de sus derechos, por fortalecer su identidad cultural y por su dignidad como seres humanos”.
La comunidad mbyá guaraní de Yryapú, compuesta por 79 familias con población fluctuante debido a sus costumbres migratorias, sufre numerosos problemas que pueden nombrarse con una sola palabra: exclusión. El pueblo mbyá sufre la exclusión del sistema educativo formal y del mundo laboral, lo que provoca la persistencia de su estado de extrema pobreza. La comunidad ostenta un récord en cifras de desocupación: el 100 por ciento de su población carece de empleo formal. Actualmente 110 niños concurren a la única escuela de gestión pública que ofrece escolaridad primaria.
Como respuesta a esta situación, el crecimiento de la actividad turística y la demanda mundial de alternativas de turismo étnico se abren como la posibilidad más concreta de desarrollo local, aceptada por el pueblo indígena. Al mismo tiempo, los miembros de la comunidad reconocen la necesidad de capacitarse para aprovechar esa oportunidad. No existen en la comunidad escuelas de nivel medio o superior, por lo que la Escuela Clemencia González es la única opción de capacitación.
El proyecto cuenta con un equipo docente formado por miembros de la comunidad mbyá y por profesionales que no pertenecen a ella. Docentes y alumnos participan de actividades en las que el respeto permite un aprendizaje mutuo y permanente.
“Los chicos trabajan de manera solidaria. Y eso se ve en todas las actitudes cotidianas, no sólo en el aula, sino cuando uno sale al sendero, al campo, y ve cómo todo se construye entre todos. Lo más importante y enriquecedor es justamente el intercambio”, señala Ariel Soria, biólogo de la Administración de Parques Nacionales y docente de la escuela.
“En la Escuela Clemencia González cada día docentes blancos y mbyá, alumnos y alumnas asumimos el desafío de encontrarnos y comunicarnos en un plano de equidad construyendo un espacio de educación intercultural. Es una tarea delicada y constante”, señala Bacigalupo. Y continúa: “Por nuestro lado, de parte de quienes pertenecemos a la cultura envolvente, el primer paso es asumir los propios prejuicios, aceptar la diferencia no como una amenaza sino como una oportunidad de enriquecernos a partir del conocimiento y comprensión de esas diferencias. Aceptar que esas diferencias siempre van a estar pero verlas no como murallas sino como puentes a través de los cuales cada uno puede descubrir al otro y, en definitiva, descubrirse a sí mismo. Por parte de las alumnas y los alumnos, lo esencial ha sido la decisión de aprender, de capacitarse y de ser protagonistas de un proceso educativo en el que se integran los saberes de ambas culturas, diferentes sí, pero igualmente valiosos”.
Algunos dicen que los mbyá estuvieron siempre en “el centro de la selva”. A poco más de cien kilómetros de las Cataratas del Iguazú, en lo que hoy se denomina Ka’a Guazú (selva grande), se ubica el mítico centro del mundo, yvy mbyte, de los mbyá. Hace más de seis mil años que ellos habitan la región, migrando a lo largo de grandes zonas del actual territorio del Paraguay, la Argentina, el norte del Uruguay y el Brasil. Ancestralmente, vivieron en armonía con la selva, de la cual no sólo depende la conservación de sus costumbres, alimentación, las medicinas tradicionales, sino sobre todo su misteriosa espiritualidad: son “la palabra” divina que transita en busca de una “tierra sin mal”, un paraíso mítico que hasta hoy moviliza a los mbyá.
La historia discute que hayan sido o no reducidos por la campaña jesuítica de los siglos XVI, XVII y XVIII. “Me inclino por la versión de que, mientras existió la selva, ellos no aparecieron a los ojos de los colonizadores y resistieron invisibles y silenciosos a los evangelizadores y cazadores de esclavos”, sostiene el licenciado Claudio Salvador, quien hace varios años trabaja con la comunidad mbyá.
Sus selvas (lo que se conoce como selva paranaense) representaban hasta hace un siglo y medio más de un millón de kilómetros cuadrados. Hoy apenas queda un siete por ciento, quizá menos, de este riquísimo sistema selvático. Los mbyá sufrieron el mismo impacto que provocó la deforestación y en la actualidad sólo quedan entre 13 y 15 mil mbayá entre las comunidades del Paraguay, la Argentina y el Brasil. Las pequeñas comunidades de este pueblo originario que habitan en Misiones emprenden estrategias para preservar su cultura y sobrevivir, en el marco de la opulencia de las propuestas que ofrece este centro del turismo internacional.
En un rincón de la selva misionera, cerca de las Cataratas del Iguazú, funciona una original escuela: el Centro Intercultural Bilingüe Clemencia González-Jachuka Yvapoty, donde la comunidad mbyá guaraní de Yryapú (ruido del agua), asentada diez kilómetros aguas abajo de las cataratas, forma a sus jóvenes como guías de turismo. Este centro educacional, más conocido como “la escuelita de la selva”, debe su nombre a la abuela Clemencia (Jachuka Yvapoty, su nombre guaraní), una de las líderes espirituales de la comunidad.
El proyecto nació de una iniciativa conjunta entre el terciario público ITEC –Instituto Tecnológico Iguazú– y el Niagara College del Canadá, con el apoyo financiero del Ministerio de Educación misionero y de la Asociación Canadiense de Desarrollo Internacional.
La escuela, construida en plena selva, fue fundada en 2007 y desde entonces ha impartido dos módulos cuatrimestrales sobre interpretación del patrimonio natural y cultural de los mbyá para unos 80 alumnos de entre 13 y 38 años, la mayoría de Yryapú y algunos de otras comunidades mbyá de Misiones, Paraguay y el Brasil. La escuela brinda certificaciones. Para lograrlas, los alumnos deben cumplir con requisitos de asistencia y aprobar las evaluaciones. El sistema es, sin embargo, flexible. La institución respeta las necesidades espirituales que llevan a los mbyá muchas veces a migrar a otras comunidades para luego retornar, sin perder la regularidad como alumnos.
Desde sus comienzos, el ITEC proveyó docentes y el marco institucional al emprendimiento, pero desde hace unos meses, ya reconocida por la provincia de Misiones la validez de sus certificados, la escuela inició su vida autónoma. Para respaldar esta nueva etapa del proyecto, el ITEC creó un programa, el Centro de Educación Intercultural junto a los Pueblos Originarios (Ceipo), que brinda servicios de apoyo a los estudiantes mbyá, en el que se incluyen cursos de idiomas y de computación.
El objetivo de la Escuela Clemencia González es que los dueños ancestrales de la selva obtengan alguna participación en el millonario negocio turístico que se desarrolla en el norte misionero.
“El Centro de Educación Intercultural Mbya Guaraní Clemencia González nació para brindar capacitación laboral relacionada con el turismo”, cuenta a Veintitrés su coordinadora pedagógica, licenciada Viviana Bacigalupo. “El objetivo de la escuela es lograr la autogestión de las actividades turísticas que emprenda la comunidad Yryapú y que la comunidad tenga en sus manos las decisiones, sin depender de ninguna empresa ni operador. Tomar sus propias decisiones y negociar en un plano de equidad sin caer en engaños ni explotaciones”, continúa Bacigalupo. Otro de los objetivos del Centro es lograr, a través de la capacitación, la inclusión de los jóvenes mbyá en el mundo del trabajo y del conocimiento, fortaleciendo su identidad cultural. Para Bacigalupo, el centro es una respuesta “al derecho de los pueblos originarios a la educación y el trabajo digno, así como el de respetar su lengua, su cultura y sus costumbres ancestrales. Trabajamos por la inclusión de los mbyá, por el respeto de sus derechos, por fortalecer su identidad cultural y por su dignidad como seres humanos”.
La comunidad mbyá guaraní de Yryapú, compuesta por 79 familias con población fluctuante debido a sus costumbres migratorias, sufre numerosos problemas que pueden nombrarse con una sola palabra: exclusión. El pueblo mbyá sufre la exclusión del sistema educativo formal y del mundo laboral, lo que provoca la persistencia de su estado de extrema pobreza. La comunidad ostenta un récord en cifras de desocupación: el 100 por ciento de su población carece de empleo formal. Actualmente 110 niños concurren a la única escuela de gestión pública que ofrece escolaridad primaria.
Como respuesta a esta situación, el crecimiento de la actividad turística y la demanda mundial de alternativas de turismo étnico se abren como la posibilidad más concreta de desarrollo local, aceptada por el pueblo indígena. Al mismo tiempo, los miembros de la comunidad reconocen la necesidad de capacitarse para aprovechar esa oportunidad. No existen en la comunidad escuelas de nivel medio o superior, por lo que la Escuela Clemencia González es la única opción de capacitación.
El proyecto cuenta con un equipo docente formado por miembros de la comunidad mbyá y por profesionales que no pertenecen a ella. Docentes y alumnos participan de actividades en las que el respeto permite un aprendizaje mutuo y permanente.
“Los chicos trabajan de manera solidaria. Y eso se ve en todas las actitudes cotidianas, no sólo en el aula, sino cuando uno sale al sendero, al campo, y ve cómo todo se construye entre todos. Lo más importante y enriquecedor es justamente el intercambio”, señala Ariel Soria, biólogo de la Administración de Parques Nacionales y docente de la escuela.
“En la Escuela Clemencia González cada día docentes blancos y mbyá, alumnos y alumnas asumimos el desafío de encontrarnos y comunicarnos en un plano de equidad construyendo un espacio de educación intercultural. Es una tarea delicada y constante”, señala Bacigalupo. Y continúa: “Por nuestro lado, de parte de quienes pertenecemos a la cultura envolvente, el primer paso es asumir los propios prejuicios, aceptar la diferencia no como una amenaza sino como una oportunidad de enriquecernos a partir del conocimiento y comprensión de esas diferencias. Aceptar que esas diferencias siempre van a estar pero verlas no como murallas sino como puentes a través de los cuales cada uno puede descubrir al otro y, en definitiva, descubrirse a sí mismo. Por parte de las alumnas y los alumnos, lo esencial ha sido la decisión de aprender, de capacitarse y de ser protagonistas de un proceso educativo en el que se integran los saberes de ambas culturas, diferentes sí, pero igualmente valiosos”.
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