Ante los festejos por el Bicentenario, los sacerdotes de las villas capitalinas, recordaron la importancia del “bajo pueblo” y reclamaron “un acuerdo social y político” en beneficio de las villas.
Antes de la misa que se ofreció en memoria del padre Carlos Mugica, asesinado por la Triple A en 1975, los curas que desarrollan sus actividades en distintas villas porteñas presentaron el documento “Bicentenario e integración urbana”, de cara a los festejos a dos siglos de la Revolución de Mayo. Así, los sacerdotes hicieron hincapié en la falta de interlocutores para escuchar a los habitantes de los barrios pobres. Por ello llamaron la atención al gobierno porteño al destacar que “se necesita alguien en el Ejecutivo de la ciudad que tenga la mirada del conjunto de las aspiraciones de los vecinos”, y articule “la necesaria participación de distintos ministerios y áreas del Estado” porteño, para que “no se superpongan roles” y evitar que “se actúe de manera desarticulada”.
En el texto llamaron también al “diálogo, el consenso y las acciones comunes entre el gobierno nacional y el gobierno de la ciudad”, más allá de las diferencias políticas sobre temas que “hacen al cuidado de los más pobres” que viven en la ciudad. A su vez propusieron la búsqueda de “un método para escuchar a los vecinos de las villas” porque así “tal vez se descubra que primero desean una escuela cerca o una guardería para que las mamás puedan salir a trabajar”. Y advirtieron que los habitantes de las villas sufren “la marginación” de quienes “sólo privilegian el potencial lucrativo de la tierra” o de aquellos que “privan de todo valor a la cultura popular que allí se vive por identificarla a algunos de los antivalores que se dan en ella”.
El documento fue leído en la parroquia Cristo Rey de la Villa 31, en el barrio de Retiro, por los sacerdotes José María Di Paola, de la Villa 21-24, Guillermo Torre, de la 31, y Gustavo Carrara, de la 1-11-14, del Bajo Flores, entre otros. Así presentaron también su visión sobre el Bicentenario –al que consideraron “una oportunidad” para integrar las villas a la Ciudad de Buenos Aires–. Destacaron que “miles de hombres y mujeres cuyo recuerdo casi se ha perdido fueron también partícipes del proceso de independencia y su acción fue decisiva en los acontecimientos” históricos de 1810.
Los curas resaltaron que la celebración era una ocasión para “reconocer al pueblo que habita en la villa”, pero que antes hay que reconocerlo como un interlocutor al que primero hay que “escuchar para entrar en diálogo fecundo”, pero “se trata de una escucha sincera y eficaz que lleve soluciones reales, que ayuden a recuperar la confianza del vecino común de la villa en los funcionarios públicos y en la Justicia”.
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