Lo llaman el paredón "de la discordia", por las polémicas que instaló en Brasil. Medirá 3 metros de alto y 11 km. de largo. Demolerán 550 casas. Buscan aislar a 11 asentamientos. Costará u$s 17 millones.
Con el objetivo de frenar el avance de los asentamientos pobres por la ciudad de Río de Janeiro, las autoridades brasileñas comenzaron la construcción de un muro de tres metros de alto, de hormigón armado, para "separar" a los cariocas.
Antes de fin de año, en once favelas estarán rodeadas de un paredón de hormigón armado, llamado "de la discordia" por las polémicas que despertó. Los trabajos comenzaron por la favela Morro de Dona Marta, donde ya lograron expulsar a los narcotraficantes. Allí, ya se pueden observar los primeros 55 metros de un muro que medirá cerca de un kilómetro de largo, según relevó el diario El País.
Las otras favelas son las de Babilônia y Chapéu Mangueira, Vidigal, Morro dos Cabritos, Parque da Cidade, Cantagalo y Pavão Pavãozinho; Ladeira de Tabajaras y la Rocinha, la mayor villa miseria de América Latina a la que se le destinará casi la mitad del monto de la obra. La favela de la Rocinha, célebre por extenderse entre dos de los barrios más ricos de Río y por ser una de las mayores de Brasil, cuenta con cerca de 200 mil habitantes. Por uno de sus extremos, la Rocinha se expande dentro del bosque de Tijuca, catalogado como parque nacional y considerado como la mayor reserva natural urbana del mundo.
La empresa de obras públicas municipal estiman que será necesario tirar abajo unas 550 casas, localizadas fuera del trayecto proyectado del muro. Los ocupantes deberán ser indemnizados o reubicados. En este asentamiento se construirá el muro más extenso: 2.800 metros.
El paredón, levantado por orden del Gobierno del Estado de Río, y que costará 40 millones de reales -unos 17 millones de dólares-, tiene como finalidad impedir que las favelas acaben con el verde de los morros. El muro será sólido, de cemento armado, para evitar que los traficantes de drogas puedan dinamitarlo y se construirá en los cerros de la zona sur de Río, la parte más turística de la ciudad brasileña.
"No hay discriminación, al contrario. El objetivo es contener el desarrollo de los asentamientos ilegales y proteger la naturaleza. Hay muchas casas en zonas de alto riesgo", indicó a la agencia Reuters Tania Lazzoli, portavoz de la secretaría de Obras Públicas del gobierno de Río.
En total está previsto construir hasta final de año unos 11 kilómetros. Dona Marta es casi una favela modelo, con servicio de Internet gratuito para sus diez mil habitantes, electricidad oficial y un sinnúmero de servicios sociales, asegura el periódico, que también anticipa fervorosos reclamo en otros asentamientos tomados los narcos. La idea de levantar muros en las favelas para evitar su expansión llevaba madurándose desde hace años, pero las protestas ciudadanas acabaron abortando el proyecto. Para muchas comunidades vecinales la idea del muro es una forma de discriminar a ciertos barrios, de agrandar las fronteras que existen en Brasil entre ricos y pobres.
La sombra del paredón se rige justo cuando el presidente Luiz Inácio Lula da Silva acaba de anunciar la construcción de un millón de casas populares. Las estimaciones oficiales ubican al déficit habitacional del país vecino en 10 millones de casas. A ese problema le machacan el levantamiento de más de mil favelas que rodean a la ciudad.
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