El guitarrista de Los Rolling Stones saca a relucir su agudeza y su buena memoria, increíblemente preservada a pesar de una vida de excesos. Por eso fluyen los recuerdos sobre la grabación de "Exile on main st", un disco esencial de la historia del rock.
Cuando Keith Richards anunció que iba a escribir su autobiografía, hace tres años, la mayoría de la gente no creyó que el guitarrista de Los Rolling Stones pudiera recordar lo suficiente como para justificar el costo del libro. Sin embargo, aquí está diciéndome que va a ser publicado en octubre. “Estoy esperando que vuelvan las pruebas. Es medio raro leer sobre tu propia vida. ¿Quién puede estar interesado en eso?”, se ríe y suena muy parecido a Jack Sparrow, el personaje de su amigo Johnny Depp en la saga Piratas del Caribe. “Pero entonces me doy cuenta de que hay mucho interés, entonces... hablar con alguna de la gente que estuvo ahí y escuchar su versión de las cosas para intentar hacer un correlato fue muy interesante, una suerte de puñado de experiencias calidoscópicas”, dice. El dejó su casa en Weston, Connecticut, a una hora de Nueva York, algo que a menudo hace con su esposa Patti Hansen, para visitar a sus dos hijas. Ahora está en el Hotel Mercer, un lujoso establecimiento neoyorquino. Nadie pestañea cuando él aparece. El viejo demonio.
De modo ostensible, se supone que esta entrevista es para discutir la versión remasterizada y expandida de la obra maestra de los Stones, Exile on Main St, el álbum cuya génesis en el sótano de Nellcote, la villa que Richards alquiló en Villefranche-sur-Mer, en la Riviera francesa, en 1971, se ha convertido en una piedra angular de la leyenda de Keef. Pero él está feliz recordando los cuatro años en que usó Suiza como base durante los ’70: “Suiza era casi el único país que me aceptaba en ese momento, así que siempre estoy muy agradecido a los suizos. De verdad aprendí a esquiar. ¡Era una vista increíble, créame, ver a Keith Richards esquiar!”. También se entusiasma hablando de Jamaica, donde el grupo grabó Goats Head Soup, el disco que le siguió a Exile. “Tengo muy fuertes raíces en Jamaica. Amo al porro y a la gente, aunque creo que están todos locos. Para muestra sólo hace falta un botón.” Pero no importa la era, y el hecho de que él parece mayor que los 66 que tiene, como si cada surco de su cara pudiera contar una historia, sus recuerdos son agudos y desmienten a los dudosos que dicen que no ha sido el mismo desde abril de 2006, cuando se cayó de un árbol en Fidji y tuvo que someterse a una cirugía en Nueva Zelanda. Ese accidente le agregó un capítulo más al ya considerable libraco de la tradición Stone, al que Richards ha contribuido durante los últimos 45 años, borrando la línea entre realidad y ficción para su propio deleite tanto como para ayudar a cubrir sus huellas. “Alguien me preguntó cómo me las arreglé para limpiarme. Estaba tan harto de contestar a eso que le dije que fui a Suiza y me hice cambiar la sangre. Estaba boludeando, nomás. Eso fue todo, una broma.”
Exile, el álbum Stone esencial y favorito de los más fanáticos de la banda, es tan querido para Richards que no va a mentir sobre él. Entonces, ¿cómo fue que la banda de rock’n’roll más grande del mundo terminó en la Costa Azul en 1971? “Todo el peso del establishment británico se volcó sobre nosotros. Al principio pensaron que podían pescarnos con las redadas por drogas y no funcionó”, asegura Richards. Se refiere cuando en su casa Redlands, en Sussex, en febrero de 1976, la policía encontró mínimas cantidades de resina de cannabis, píldoras energizantes italianas en el saco de Mick Jagger y a Marianne Faithfull desnuda en una alfombra, y a los subsiguientes juicio y sentencia (su condena fue revertida por falta de pruebas). “Entonces nos apretaron por el lado financiero”, continúa, apuntando indirectamente al endeble estado de las finanzas de la banda después de una costosa separación de Allen Klein, su famoso manager norteamericano, y al excesivo rango de impuestos en el que sus altos ingresos la habían colocado. “En el aire había una sensación de que habíamos llegado a un cisma, a un punto de quiebre con cierta gente, Klein incluido. Para mantener viva a la banda, teníamos que irnos de Inglaterra. Hubo mucha determinación en cuanto que podíamos hacer lo que hacemos en cualquier parte. Francia era conveniente”, explica. “Imaginamos que tanto Cannes como Niza o Marsella podríamos encontrar un estudio que nos gustara. Después de que eso se cayó, todos me miraron a mí. Pensé: ‘Sé lo que quieren, quieren mi sótano’. Así es cuando terminé viviendo encima de la fábrica.”
La fábrica, o “el viejo Nellcote”, como lo recuerda cariñosamente el guitarrista, “era un fantástico lugar escaleras arriba”. “El sótano era otra historia. No había sido usado en años. Era feo, oscuro y húmedo. Pero era copado, eso sí”, se ríe. “No creo que nos hayamos molestado en limpiar demasiado. Medio que nos mudamos ahí. Fue un gran lugar para trabajar. Fue todo un poco loco, una especie de experimento, porque antes nunca habíamos grabado fuera de un estudio.” Ellos habían usado el Estudio Móvil Rolling Stones para capturar sus fechas de “adiós al Reino Unido” en marzo de 1971 y para grabar demos en Stargroves, la enorme casa de campo de Jagger en Berkshire, pero realmente demostró su utilidad cuando ellos acamparon en la Riviera francesa. “Tener el camión lo hizo posible. La cosa realmente funcionaba”, afirma Richards. “Estábamos encantados. Era una máquina maravillosa para su época. Hacíamos algunas tomas y después todos subíamos las escaleras corriendo, nos metíamos en el camión y escuchábamos. Fue un modo totalmente único de hacer un disco. Había algo en el sonido de la sección rítmica ahí abajo –quizá fuera el cemento, quizá la mugre–, pero tenía un sonido particular que no se podía replicar. Créame, mucha gente lo ha intentado.”
Un infeccioso pavoneo rítmico se metió en “Tumbling Dice”, el primer single de Exile, y “Happy”, la canción marca registrada de Richards. “A veces te aparece algo que podrías tocar toda la noche. ‘Tumbling Dice’ tenía un groove y una fluidez tan hermosos...”, musita. “Vivir encima de todo eso tenía sus ventajas. ‘Happy’ es el epítome de eso. Una tarde (el productor) Jimmy Miller estaba en la batería y Bobby Keys en el saxo barítono, pero eso era todo. Los muchachos generalmente no arrancaban a trabajar hasta la noche. Dije: ‘Miren, tengo esta idea. ¿Podemos registrarla para más tarde?’ Para el momento en que llegó el resto de la banda, yo había hecho unas cuantas sobregrabaciones y habíamos terminado el nuevo tema. Lo capturé antes de que cualquiera supiera que existía. Toco muy seguido ‘Happy’. No es usualmente mi género. No soy conocido por el material feliz y alegre. Probablemente estoy más alineado con Lucifer y el lado oscuro. Pero fue una tarde jodidamente buena y todavía amo esa canción.”
Sólo hubo una falla en el plan maestro: el flujo de visitantes documentado por el fotógrafo Dominique Tarlé en el libro Exile: The Making of Exile on Main St (un favorito de Richards). “Ah, Dominique, gran tipo. Nos gustaba Dominique porque era el fotógrafo más invisible. Nunca sabías que estaba ahí, se mezcló y se convirtió en parte de la banda. El libro me maravilló. No sabía que había sacado tantas fotos. Mucha gente que uno no tenía la intención de que estuviera allí, como Gram Parsons, terminó en Nellcote, y se quedó durante un mes. Gram está en espíritu en Exile. Los buenos mueren jóvenes.” De todos modos, el guitarrista se mantiene firme en que las actividades extracurriculares no impidieron que el grupo se enfocara en la música. “Sí, podés llamarlo onda: era una muy buena”, dice con una sonrisas. “Por supuesto que había drogas, pero no afectaron el trabajo. ¡Estábamos haciendo un disco, no teníamos tiempo!”
Los meses pasados en Nellcote han sido descriptos como hedonistas, pero él recuerda momentos de comedia. “Había un chef, Big Jacques, que hizo estallar la cocina. Hubo una gran explosión”, gesticula. “Teníamos un par de chicos locales trabajando para nosotros. Sí, ellos nos engancharon a la línea de ferrocarril un par de veces cuando iba el poder. Los gendarmes eran muy razonables en su modo mediterráneo. A veces simplemente querían venir un rato a ver qué pasaba. Uno se para fuera de la puerta delantera con el sargento. ‘Monsieur, excusez-moi.’ Generalmente, las cosas se arreglaban y uno decía: ‘Pase, tómese un cognac’. Sí tuvimos un robo y recuperamos algunas de las guitarras. La justicia prevaleció. Dejémoslo ahí. La señora encargada del lugar era bárbara. Cómo nos acomodó a todos ahí... La sonrisa en su rostro todo el tiempo... No sé bien a qué le sonreía, pero siempre nos manejó correctamente. Tengo entrañables recuerdos de tocar y trabajar ahí. Puede haber lugares mucho peores para hacer un disco.”
Aunque arranca con temas ro-ckeros como “Rocks Off” y “Rip This Joint”, Exile también vio a los Stones explorar una dirección más soulera y con algo de gospel. “De modo extraño, una vez que estuvimos en el medio de Francia empezamos a meternos profundamente con la música norteamericana. Después de todo, básicamente, eso es lo que hacemos”, afirma Richards. “Pero empezamos a sacar otros aspectos distintos, como la música country o el gospel. Quizá como no estábamos en Estados Unidos, extrañábamos el lugar.” De hecho, incluso si Exile es presentado como el disco que los Stones hicieron en su huida, partes de él ya habían sido grabadas en los estudios Olympic de Londres, donde habían hecho sus tres discos anteriores. Exile fue completado en Sunset Sound de Los Angeles, entre noviembre de 1971 y febrero de 1972. “Para poder mezclarlo y hacer ciertas sobregrabaciones, necesitamos equipamiento bastante más sofisticado que el que teníamos en nuestro camión. Esa fue la razón por la que fuimos a Los Angeles: para pulirlo y darle un pequeño toque de Hollywood. Lo grandioso de Los Angeles, especialmente en esos días, era que podíamos llamar por teléfono a las 3 de la mañana y decir: ‘Necesitamos un par de voces’. En media hora teníamos un par de chicas listas, todavía con sus camisones puestos”, agrega con una chispa en sus ojos. “Era así. Tenías una idea y se concretaba, lo cual era muy copado.”
Hoy Exile es considerado lo más alto del canon de la banda, pero no fue así en 1972. “Quizá haya sido porque era un álbum doble. Tuvimos que pelear con la discográfica al respecto. Insistimos en que era un doble”, recuerda Richards sobre Atlantic, que distribuía mundialmente el recientemente lanzado sello de los Rolling Stones. “Sabíamos que iba a haber una reacción al disco, simplemente porque era diferente. No había hits. Era un álbum en sí mismo. Hubo mucha determinación por parte de la banda para sacar los pies del plato y hacer un disco interesante. Nos habían echado de Inglaterra. No- sotros éramos los exiliados. Por eso es que el disco terminó llamándose Exile on Main St. Eramos muy conscientes de que estábamos ahí afuera, con nuestras espaldas contra la pared. Teníamos que improvisar sobre la marcha. No había guión, nadie lo había hecho antes. Estábamos reinventando a los Stones sobre la marcha. Fue un milagro que haya funcionado, honestamente. Los Stones tuvieron una racha de buena suerte o como se quiera llamarlo.”
“En un sentido, estábamos creciendo al mismo tiempo que el público”, dice el guitarrista. “Los tracks que encontramos en el baúl están principalmente como los dejamos hace 39 años. Puedo escuchar cosas y pensar: ‘Oh, mi Dios, ¿de verdad toqué eso?’ A veces simplemente despegás. El espíritu, la sensación que tienen, hacen que bien valga la pena publicarlos, porque es el sabor de la época. Acaricié una guitarra acústica aquí y allá. Mick grabó nuevas voces para ‘Plundered My Soul’ y ‘Following the River’. Tuvimos que marcar una línea en alguna parte. Decidimos que si íbamos a reempaquetar y sacar Exile como box set, debíamos agregar algo del material que habíamos dejado afuera. Cuando hacés discos, estas cosas medio que se desdoblan. Hay material de Sticky Fingers que fue a parar a Exile y, en la otra punta, cosas de Exile que terminaron en Goats Head Soup. Nadie escribe un disco del tema 1 al tema 12 y dice: ‘Ya está’. Es un proceso continuo y con suerte va a continuar.” Los fans de los Stones ya han sido consentidos con la versión expandida de Get Yer Ya-Ya’s Out! y ahora Exile, pero, ¿qué más hay en los planes? “Nadie va a tomar la decisión hasta más entrado este año”, dice Richards. “No hay duda de que los muchachos van a querer hablar sobre si vamos a grabar o a salir de gira en una forma u otra. Quizá vayamos a hablar de hacerlo de otro modo. Va a haber mucho de eso. Lo diría si lo supiera.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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