Muchos trabajadores del Estado fueron desaparecidos o asesinados por la dictadura. Hoy, sus hijos buscan archivos laborales para rearmar esas historias personales y políticas.
Por Raúl Arcomano
Edgardo de Jesús Salcedo lo buscaban desde hacía meses. El grupo de tareas 3.3.2., el más feroz de la Esma, lo encontró el 12 de julio de 1976 en un departamento de Oro 2511, en Palermo. Estaba guardado ahí con su mujer, Esperanza María Cacabelos, y su hijito Gerardo, de dos años. Edgardo estaba armado y resistió, pero las balas se acabaron. Los marinos entraron a sangre y fuego y asesinaron a tiros a Esperanza y Edgardo. Con tal saña que a él hasta le dispararon en la boca cuando ya estaba muerto. Gerardo se salvó: lo encontraron en la bañadera. Sus padres lo habían puesto a resguardo, cubierto por un colchón. El pequeño fue recuperado por las gestiones que hizo su abuelo materno, que trabajaba como administrativo en la Casa Rosada. Así, una tía logró rescatarlo del Hospital Fernández. La familia de Gerardo fue arrasada por la dictadura. No sólo asesinaron a sus padres, sino que también tiene tres tíos desaparecidos: Cecilia Cacabelos y Juan Antonio y Juan Gregorio Goyo Salcedo, hermanos de su papá.Gerardo (37) pudo reconstruir la historia política de su viejo. Supo que su militancia había empezado en el secundario, en Tacuara. Luego, con Dardo Cabo, armaron el Movimiento Nueva Argentina. “En 1965 fue parte de la custodia de Isabelita, cuando vino al país por orden de Perón a contrarrestar al vandorismo”, relata a Miradas al Sur. Un año después participó con Cabo del Operativo Cóndor a Malvinas: tomaron un avión de Aerolíneas que iba hacia Río Gallegos y lo forzaron a aterrizar en las islas. Izaron la bandera argentina, cantaron el himno y rebautizaron Puerto Stanley como Puerto Rivero, en homenaje a un gaucho que lideró un alzamiento contra los ingleses en 1833. Ya en el ’71 formó parte de un grupo armado del peronismo que se llamaba Los cabecitas negras. Después se sumó a Montoneros. En diciembre de ese año comenzó a trabajar en Entel, la empresa estatal de teléfonos. En el ’75 se presentó como candidato a secretario de organización en la lista Blanca de la JTP Telefónicos. Fue un delegado gremial de muy alto perfil. Como a muchos otros trabajadores, esa militancia le costaría la vida.Pero así como Gerardo supo un montón de cosas, otras quedaron en el olvido. O fueron robadas por las patotas. “De un departamento que teníamos en Vicente López no dejaron nada. Lo que les servía se lo llevaron y lo que no lo rompieron. En ese saqueo perdimos todo. Pocos son los objetos que he recuperado que pertenecían a mis padres”, recuerda. Fragmentos de ese pasado perdido los encontró en un lugar inesperado: en el legajo laboral de su padre, de cuando trabajaba en Entel. Muchos otros hijos de trabajadores de ex empresas del Estado, que tienen a sus padres desaparecidos o asesinados, asumieron el compromiso de rescatar del olvido la militancia de sus progenitores. Hasta el momento, recuperaron la identidad de unos 340 empleados públicos nacionales desaparecidos. Ese es un objetivo. El otro es la reparación del motivo de baja. “Queremos que en donde el Estado terrorista justificó la ausencia de los compañeros con la baja, la cesantía, el abandono del puesto de trabajo y la renuncia forzada, se agregue la certificación Conadep de detenidos desaparecidos, como reparación histórica”, remarca Julián Scabiollo.Julián es el responsable de la Comisión de Trabajo por la Reconstrucción de Nuestra Identidad. Es un ámbito que nació entre el Archivo Nacional de la Memoria y la Secretaría de Obras Públicas de la Nación, en 2007. Sostiene que una vez que las tres fuerzas armadas asumieron el control total del país, en el ’76, la mayoría de las empresas estatales prestaron “colaboración total, ocultando los asesinatos y persecuciones”. “Hubo –dice– una planificación sistemática de la persecución y la represión a los trabajadores públicos. Se conformaron consejos de personal para perseguir internamente a los militantes.” Gerardo agrega: “Hubo colaboración de los directivos. De hecho, la mayoría de los puestos jerárquicos fueron ocupados por militares, y los civiles que quedaban eran lopezrreguistas.”Hay gremios que también están empezando a reconstruir el accionar represivo de la dictadura contra los trabajadores del Estado. La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) entregó hace unos meses al Archivo Nacional de la Memoria un libro de actas de 1976 –con un rótulo de “secreto”– que fue hallado en una caja fuerte, en unos galpones de la Dársena Sur. “Los militares no tomaron el poder para dejarlo, sino para eternizarse, y empezaron a ser prolijitos. Tan prolijos que en la primera acta hablan de la consolidación de la asunción de mando. Eso significaba que echaban a todos los que estaban encomendados por el gobierno democrático y el personal designado debía hacer la lista de los trabajadores a detener, a prescindir y al que seguiría en sus puestos hasta averiguar sus antecedentes”, señaló Oscar Berón, delegado de la Junta Interna de Vías Navegables y Construcciones Portuarias.La comisión también promueve que las ex empresas del Estado guarden el puesto de trabajo para los hijos del desaparecido. Hay casos en los que se siguió este criterio. Algunos ejemplos: Javier Juárez es empleado de Edenor, ex Segba, como su papá. Claudia Torres trabaja en la Dirección de Vialidad chaqueña, como lo hacía su padre, Miguel. También Virginia Ogando ocupaba el puesto de su viejo en el Banco Provincia. Virginia se suicidó en agosto último. No pudo con un pasado asfixiante: su padre y su madre están desaparecidos y nunca pudo encontrar a su hermano Martín, nacido en cautiverio. En el Provincia aún le guardan un puesto de trabajo a Martín, para cuando aparezca. Y la semana pasada la empresa Metrovías incorporó a dos hijos de desaparecidos cuyos padres trabajaban en el Subte. “Los hijos tienen que recuperar los puestos de trabajo. Como una reparación histórica, por un lado. Y también porque era el lugar donde sus viejos estaban la mayor parte del día, su segunda casa”, comenta Diego Rodríguez.Su padre era Ángel Alberto Rodríguez. “Ingresó a Obras Sanitarias en el ’73. Militó en la JTP y después pasó al PRT-ERP. Tuvo una fuerte actividad sindical como delegado, a la par del trabajo barrial en Belgrano”, cuenta Diego. Lo secuestraron en agosto del ’76 catorce tipos que se identificaron como del Ejército. Desde entonces, no saben su paradero. Para Diego, “el trabajo de la comisión es histórico”. Y explica: “Estamos reconstruyendo la historia. Los milicos cuando se chupaban a los compañeros les ponían en los legajos ‘cesantes’ o que habían abandonado de tareas, cuando en realidad eran desaparecidos por el Estado. Haber encontrado el legajo de mi viejo me hizo conocerlo más, porque no lo conocí físicamente. Mi viejo está presente en mi accionar militante. Es mi ejemplo. Junto con los 30.000 desaparecidos son los que me dicen que no hay que bajar los brazos, ni en los peores momentos”.Pareciera que un legajo no dice mucho de una persona. No es así. “En mi caso aportó al menos tres cosas muy valiosas”, dice Gerardo. Y enumera: “En los pedidos de antecedentes policiales del legajo hay una fotocopia de una detención que sufrió mi viejo en Córdoba, en 1965. Fue en un viaje como parte de la custodia de Isabel. Iban en una pequeña caravana de autos, los paró la policía y los llevó detenidos. Nadie sabía en mi familia de este hecho. Seguramente mi papá no lo quiso contar para no preocuparlos”. “También fue muy groso ver mi nombre en la parte de ‘datos personales’. ‘Hijos: Gerardo Ernesto Salcedo’. Es una boludez, pero me impresionó ver mi nombre allí.”El dato más preciado para Gerardo estaba al final de ese manojo de papeles. Era una prueba de mecanografía que le hicieron a su padre antes de entrar a Entel. Debía tipiar 150 palabras. Un texto libre. “Mi viejo se despachó con una declaración ideológica de puta madre sobre el ‘hombre nuevo’. Es el único texto político de mi viejo que encontré. He leído cartas, pero de índole familiar. En ningún lado había nada que haya escrito él sobre política.” El 22 de noviembre de 1971, Edgardo escribió: “Hoy comienza a insinuarse en la conciencia moderna que estamos aquí para preparar algo que vendrá después. No estamos aquí para aprovechar lo que somos y lo que hemos hecho. No estamos aquí para disfrutar más y para tener más. Estamos aquí para ser y para ayudar a ser más”.
Comisión
“El silencio no es obligatorio”
La Comisión de Trabajo por la Reconstrucción de Nuestra Identidad, que trabaja en la recuperación de la identidad de los empleados públicos nacionales detenidos desaparecidos, inició la campaña Contános tu verdad. Está dirigida a los trabajadores del Estado que hayan cumplido funciones durante la dictadura en dependencias, organismos y empresas públicas. “Si fuiste estatal entre 1976 y 1983, tal vez viste cosas que hubieras preferido no ver. La Junta Militar ya no es tu empleador. El silencio no es obligatorio.” La campaña se ideó para reconstruir la memoria de lo que pasó en la administración pública durante la dictadura. “Gran parte de ese patrimonio lo tienen los trabajadores que cumplieron funciones durante ese período”, dijeron desde la comisión. Para contactarse con ellos: 4701.1345/1594 (interno 144) o sop_ddhh@minplan.gov.ar
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