Garzón fue expulsado de la carrera judicial en España. En una charla en Buenos Aires dijo que su conciencia está tranquila y que el Tribunal Supremo cerró toda posibilidad de investigar los crímenes del franquismo.
Por Mercedes López San Miguel
Un aplauso cerrado del auditorio dio la bienvenida al juez español pionero de la justicia universal. Baltasar Garzón, de 56 años, treinta como magistrado, que ha sido expulsado de la carrera judicial en España, llegó a la sala Solidaridad –un nombre que subrayaba el sentido del encuentro– del Centro Cultural de la Cooperación, donde había lugar para el desahogo. Vestía traje y llevaba un libro en la mano, del que después citaría una frase del filósofo Kant. Esa misma frase que, sentado en el banquillo, les arrojó a los magistrados del Supremo: “El tribunal del hombre es su conciencia”. Y agregó, “la mía está tranquila”. La Justicia de su país ordenó su inhabilitación por once años, lo que significa terminar con su carrera judicial.Baltasar Garzón era la figura estelar de la disertación “Memoria y Justicia” que compartió con su compañera de trabajo, la fiscal Dolores Delgado Díaz. Participaron del panel la directora teatral Susana Hornos; Marcelo Duhalde, como representante de la Secretaría de Derechos Humanos, y Juan Villafañe, de la casa cultural. “¡Aguante Garzón!” gritó alguien del público y el juez apartado de su mayor pasión se sinceró con voz diáfana: “Me había propuesto no emocionarme, pero ya veo cómo está resultando”. Se pasó un pañuelo por la frente. Enseguida habló de leyes. Explicó que él interpretó el derecho de acuerdo con la norma y terminó siendo sancionado. El máximo tribunal español le dio la mayor pena que se le puede aplicar a un juez argumentando que cometió prevaricación –dictar a sabiendas una resolución injusta– al ordenar escuchas telefónicas de presos y sus abogados en el caso Gürtel. Gürtel da nombre a una trama de corrupción que salpicó al hoy gobernante Partido Popular. La Justicia archivó otra causa contra Garzón relacionada con unos cursos que dictó en Nueva York y lo absolvió en el caso de la represión franquista.Para Garzón, todos los procesos eran uno. Un proceso que él describió como una sinrazón. El, quien se declaró competente para investigar los crímenes del pasado más horroroso de España. “Decir hoy que esos crímenes no constituyeron un ataque a la humanidad es la más grave de las ofensas que se les puede hacer a las víctimas”, dijo el juez andaluz, oriundo de la provincia de Jaén. Los aplausos lo interrumpieron. Mencionó a la documentalista Monserrat Armengou, que estaba sentada junto a Tati Almeyda, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y destacó el valor de su obra: “En el documental Los niños robados del franquismo se mostró cómo tuvo lugar un sistema organizado de robo de bebés en España. Esa historia provoca resistencias”.El juez Garzón incluyó en la causa contra el franquismo material de la película, de nuestra investigación –dirá más tarde a Página/12 Armengou–. Es el único juez que se ha atrevido a poner sobre el tapete un tema que en España no está resuelto. El juicio contra él dio un claro mensaje a toda la sociedad: que la ley de Amnistía no se toca.Garzón dijo con énfasis: “Es duro que me procesaran, imputaran y absolvieran en esa causa. Pero el tratamiento a las víctimas ha sido denigrante. Es grave que en la sentencia no merezca ni una sola línea la atención del robo de bebés. Representa esa idea de que el olvido es la norma”. En la sentencia, los magistrados del Supremo argumentaron que los delitos de la dictadura habían prescripto y que Garzón violó la ley de Amnistía, vigente desde 1977.Dirigiendo su mirada a Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Garzón sostuvo: “El olvido colectivamente es difícil de mantener, acá en Argentina lo saben bien”.Estela asintió con la cabeza. Más tarde diría a este diario que le apena lo injusta que es la condena a Garzón. “Cuando hizo detener a Pinochet era un héroe. Tocó el tema del franquismo, de los asesinatos, el robo de bebé y entonces creció la presión contra él; sumado al advenimiento de la derecha en el gobierno”.España pasó de ser pionera en la aplicación de la jurisdicción universal a formar parte del lobby a la restricción jurídica. Así lo manifestó el reconocido magistrado, que aplicó ese principio para ordenar la detención del dictador chileno Augusto Pinochet y para juzgar al represor argentino Adolfo Scilingo. Hoy España niega cualquier investigación de los crímenes de la dictadura. “Todo está cerrado”, aseguró Garzón, pero dijo que va a continuar reclamando la protección de los que no logran cerrar las heridas. Entre el público se emocionó un señor de aspecto muy mayor, cuya sobrina presentó como Darío Rivas, primer querellante en los tribunales porteños contra los abusos de la dictadura española.La Justicia desde muy joven lo atrapó. Garzón insistió en que siempre actuó de buena fe, con la ley y el derecho. Al irse de la sala, dijo al puñado de medios que lo seguía una frase que quedó flotando en el aire: “Voy a seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, desde luego no en la Justicia, sino en la lucha y defensa de los derechos humanos”.
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