martes, 11 de mayo de 2010

EL LENGUAJE DEL AUTORITARISMO


En algunas escuelas persisten discursos y prácticas contrarias al diálogo, que perfilan una realidad asfixiante en la cual, en vez de incluir al otro y respetar la diferencia, se excluye y censura.


Angela Pradelli Escritora y docente.

Durante los primeros días de marzo de 2006 las escuelas de todo el país se organizaban para el inicio del nuevo ciclo lectivo. La escena tiene lugar en una reunión de profesores en una escuela de la provincia de Buenos Aires. Ocurre apenas unas semanas antes del 24 de marzo, día en que se cumplían 30 años del último golpe militar que hacía entrar al país en una de las más atroces dictaduras militares. En la reunión, las autoridades plantean uno de los primeros puntos: la libertad.

No es un planteo en realidad sino sólo un tema que mencionan. Pero una de las profesoras pide la palabra. Que ella no siente, dice la docente, que en esa escuela se respeta su libertad. La opinión de la profesora irrita a las autoridades. No quieren ser interrumpidos en su discurso, no admiten opiniones distintas y pretenden seguir con el monólogo que iniciaron. Sin embargo la profesora persevera. Que allí, insiste, no se respeta su libertad, y a continuación fundamenta. Las autoridades levantan la voz, primero a la docente, y después a todo el plantel de profesores allí presentes. Que si no está de acuerdo, dicen los directivos, que la profesora se busque otra escuela. Otros profesores quieren emitir su opinión, discutir, abrir el debate. Imposible. Y el enunciado se repite pero ahora está dirigido a todos los docentes. Que los profesores que no piensen así, dicen las autoridades, tendrán que buscarse otra escuela.

¿Habrá frase que muestre tan claramente la intención de imponer un discurso único en una institución educativa, de impedir la pluralidad de ideas? Si se analiza los modos de realización del lenguaje y si los debates son prácticas sociales sobre las cuales crecen las sociedades democráticas, los que no admiten las discusiones en una institución, ¿a qué ideología adhieren? Cuando se detenta el privilegio de ser los emisores de todos los mensajes y se obliga a los otros a ser receptores pasivos y mudos, ¿no se está perpetuando en las escuelas los restos sedimentosos de una cultura totalitaria? Si el lenguaje es un modo de valoración del mundo, ¿qué mundo construyen los que se arroban para sí solos los actos de habla?

La reunión, que había empezado mal, termina peor. Demasiada libertad les damos acá, les enrostran las autoridades a sus docentes sin sospechar que en una cultura democrática la libertad, lejos de ser una condición otorgada por alguien, es un derecho de todos los habitantes.

El lenguaje determina entre otras cosas las acciones, los modos de realización y la subjetividad; el lenguaje incluye y también excluye. Cuando hay diálogo, los emisores y los receptores interactúan para polemizar, confrontar, acordar, discutir. Jamás el otro debe ser convertido a nuestra supuesta superioridad, sino como afirmaba Ferdinando Camon, "siempre puesto en condición de elegir entre sus informaciones y las nuestras".

Los hablantes construyen realidades a través del lenguaje. Un lenguaje que impone, que anula el pensamiento del otro, que le quita la palabra, creará una realidad asfixiante y autoritaria. Las escuelas son los centros de formación de los ciudadanos y como tal no pueden sostener la incoherencia y la actitud reaccionaria de directivos y patrones de ejercer la censura sobre maestros y profesores.

Muchas veces los discursos intentan ocultar en sus enunciados lo que termina mostrándose de un modo u otro con claridad irremediable: la ideología.

Sin duda, esas mismos directivos que no permiten a sus docentes la expresión de sus ideas sometiéndolos al silencio y a la imposición del pensamiento hegemónico no han hecho aun una lectura ni siquiera superficial de los objetivos que la Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires diseñó para los alumnos. Cómo se explica si no la paradoja de que un docente que no puede emitir libremente sus opiniones en la escuela tenga que trabajar durante todo el año con sus alumnos a fin de que los mismos logren "Hacer un uso reflexivo, creativo y crítico de la lengua reconociendo su papel mediador en los procesos cognitivos, lingüísticos, socio-culturales y comunicativos", según reza uno de los objetivos del Proyecto Curricular.

Pocos días después de aquella reunión de profesores, el 23 de marzo, en la misma institución educativa, los alumnos y los profesores se reúnen en un acto organizado por las autoridades de la escuela. El Ministerio de Educación había previsto que en todas las escuelas se realizaran actos en repudio al golpe militar y que los mismos informaran sobre los hechos ocurridos, concientizando a los alumnos sobre la gravedad de los mismos. Según palabras del Secretario de Educación, profesor Alberto Sileoni, las escuelas deben reinvindicar como propia la tarea de ejercer la memoria y conjurar el olvido.

El acto escolar consiste en la lectura de un breve texto, de no más de diez renglones, que se desliga de asumir una postura a favor de la vida de los ciudadanos y de los derechos humanos. Otra vez cabe aquí la reflexión sobre el lenguaje porque los hablantes, al enunciar, otorgan a los sucesos un sentido y son los constructores de una realidad a través de lo que enuncian. Algunos de los presentes en el acto se indignan por la simplicidad y por la brevedad del texto que debería haber dado cuenta de una de las etapas más dolorosas del país. Otros, pero muy pocos en verdad, se sorprenden.

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