El historiador habla de 1810, su último libro, sobre la otra historia de la revolución fundadora.
Por E. Anguita, H. Brienza y A. D1íaz(Entrevista realizada en el programa Carbono 14)cultura@miradasalsur.com
Eduardo Anguita: –Fuiste a presentar tu libro a Tucumán. Vos sos un fanático de Bernardo de Monteagudo, uno de los protagonistas de la revolución de Chuquisaca.–
Efectivamente. Es una provincia –entre muchas otras cosas que pasaron en Tucumán– donde nació Monteagudo, un pionero de la independencia de esta región, de lo que era el Virreinato del Río de la Plata, partícipe de la Revolución de Chuquisaca y además autor de un trabajo maravilloso que es el Diálogo entre Fernando VII y Atahualpa. Gran parte de eso lo publico en este libro porque está inédito y es una obra teatral que él escribe y que pone del lado de Fernando VII la defensa de la conquista y del lado de Atahualpa –el último rey inca asesinado por Pizarro–, la defensa de América y la acusación a España por el genocidio y toda la barbarie de los 300 años de colonización. Es un diálogo extraordinario donde Monteagudo hace gala de un conocimiento filosófico, político. Ahí aparece Rousseau y es maravilloso el afán didáctico de Monteagudo para redactar esto en 1808 con una arenga a los peruanos invitando a la rebelión contra el imperio.
Hernán Brienza: –¿Por qué Monteagudo es el gran olvidado de la Revolución?
La verdad es que es uno de los hombres más interesantes. –Es uno de los más incorrectos y sus palabras siguen siendo incómodas hasta el día de hoy. Pensemos que su periódico se llamaba Mártir o Libre y la claridad de concepto de lo que es una revolución, la claridad de conceptos que hace él de lo que eran las clases en aquel momento, el planteo de una constitución –que por supuesto nunca se llegó a probar–, donde él proponía la revisión permanente de lo actuado en política, la duración de los diputados por 3 meses, porque desconfiaba de la burocratización. Hay una cantidad de cosas que plantea este hombre y además es quien hace junto a Juan José Castelli la revolución en el Alto Perú, la actual Bolivia, terminando con inquisiciones, repartiendo las tierras, devolviéndolas a los habitantes originarios. Un personaje notable que va a terminar, muerto Moreno, con el ideario morenista y será quien le acerque a San Martín esas ideas. Si hay algo que la historia oficial quiere olvidar es que San Martín fue un excelente gobernante de 3 provincias argentinas como San Luis, San Juan, Mendoza, donde aplica parte del Plan de Operaciones redactado por Moreno…
H.B.: –Y medidas revolucionarias como la expropiación.–
Exactamente. Ahí tenía dos muchachos que le acercan las ideas, Tomás Guido, que fue secretario de Moreno, y Monteagudo, a quien no conoció en vida pero que continúa el ideal morenista a través de la Sociedad Patriótica.
H.B.: –Vos sabés que siempre que se viene el debate sobre 1810 se viene la misma polémica. Vos nombraste 3 ó 4 veces la palabra revolución. Es una revolución, es un golpe, es un cambio de estructuras… ¿Qué es exactamente Mayo de 1810?–
Para mí es el inicio de un proceso revolucionario que termina siendo frustrado, desviado, de alguna manera. Evidentemente, hay un acto revolucionario que es cambiar un poder virreinal por un poder propio con estrategias muy interesantes como la de declarar la fidelidad a Fernando que, aclaremos, no es una condición local, sino que se da en toda América latina como para ganar tiempo pensando que Fernando no podía volver al trono, porque Napoleón no paraba de ganar batallas, y romper la obediencia a un poder real que existía y jurársela a un rey que muy improbablemente volvería al trono. Esto es lo que se pensaba en 1810. Hay toda una estrategia y una gran preparación. Otra cosa que publico en el libro es un documento del Foreign Office muy interesante, una encuesta llevada a cabo por Lord Strangford a los líderes de la revolución –no dan sus nombres, pero suponemos que es Matías de Irigoyen, un personaje que después va a ser un importante diplomático de la revolución– donde Strangford pregunta y se le responde con un alto nivel político, lo que habla de un alto nivel de organización previa a la revolución. Esto de que se hizo todo a las apuradas, evidentemente no es así.
E.A.: –Los escuchaba hablar de San Martín y reparaba en la volanta del libro, “La otra historia de nuestra revolución fundadora”. El Instituto Nacional Sanmartiniano sigue teniendo un general de director…–
Pero se han abierto un poco. Creo que las circunstancias lo han ido llevando a abrirse un poco más a la comunidad y a lo cerrado que eran en otro momento, mucho más conservador, y creo que ahora están más abiertos al debate y a la participación en foros, etcétera. En otro momento era un instituto de reservorio de lo más ultraconservador de la sociedad. Me estoy acordando, por ejemplo, de cuando le tocó a Torre Nilsson filmar El Santo de la Espada, donde lo volvían loco con cosas como que San Martín no vomitaba… Bueno, cosas que no se pueden creer y que fueron objeto de decisión arbitrio presidencial, como cuando Onganía determinó que efectivamente había que sacar estas escenas donde vomitaba, se tenían que sacar.
E.A.: –Alguna vez Pacho O’Donell dijo –él además es médico– que cuando uno le dice a determinadas personas que San Martín era opiómano, que le gustaba el opio, se escandalizan. Una vez le pregunté a un médico homeópata cuál era su versión de esto, porque el opio es una de las recetas que usan, y él me decía que San Martín llevaba en el Cruce de los Andes sus medicamentos homeopáticos.
–Claro. Había adquirido aquella costumbre en España, se usaba muchísimo y estaba también el láudano, que es un calmante muy fuerte, porque efectivamente los dolores que sentía San Martín eran terribles, tenía problemas pulmonares, de úlcera, y obviamente la altura, el frío y las condiciones del cruce complicaban un poco las cosas. Evidentemente, necesitaba de algunos calmantes para poder soportar esto.
H.B.: –El otro gran personaje de Mayo es, sin duda, Mariano Moreno. Me gustaría que nos expliques por qué Moreno es reivindicado por liberales, ultraliberales, nacionalistas, ultranacionalistas, revolucionarios… Y, sobre todo, vos hablaste de Gran Bretaña, ¿cuál era la relación de Moreno con Gran Bretaña? Estoy trabajando en el Plan de Operaciones y es muy interesante lo que dice.–
Sí. Lo que dice en el Plan de Operaciones es brillante, un plan revolucionario muy avanzado para la época y que tiene en cuenta muchas cosas, como la presencia de Brasil en esta zona, Portugal en realidad, que a veces se pasa por alto, cuando uno ve lo cautos que eran los revolucionarios, tenían muy presente a un posible enemigo muy poderoso, absolutamente conservador y monárquico, como era Portugal, aliado muy fuertemente con Gran Bretaña. Había que mantenerse en un equilibrio diplomático con ambas potencias. Moreno tiene claro que las relaciones con Gran Bretaña tienen que ser buenas, pero a la vez advierte sobre el peligro de abrirse absolutamente y dejarse usar. Hay un texto muy interesante donde compara lo que les pasó a los nativos de España con los cartagineses que fueron demasiado bondadosos y terminaron siendo sometidos. Esto lo dice evidentemente en relación con Gran Bretaña. Es interesante esto para aquellos que hablan de “un agente inglés” que por supuesto no lo fue. Creo que sí, que es interesante esto de ver la reivindicación aunque cada uno rescata cosas diferentes. Los liberales, por supuesto, no rescatan el Plan de Operaciones, sino que más bien lo han tratado de denostar diciendo que no es obra de Moreno, esto de Groussac en adelante, cosa que después se comprobó que sí, pero ellos tratan de ocultar esta faceta más jacobina de Moreno y dejarlo como el “tribuno de Mayo”, como ellos dicen, esa media aséptica. Creo que ese documento es muy interesante y que evidentemente era un documento de máxima, que Moreno sabía que iba a tener que negociar con la Junta algunas medidas. Él hace un plan bastante extremo y radical con la colaboración de Manuel Belgrano, que participa en la redacción.
–Agustina Díaz: –¿Por qué el Bicentenario se festeja el 25 de Mayo de 1810 y no el 9 de julio de 1816?–
Una de las cosas que estoy tratando de impulsar y que vengo de hacerlo en Tucumán, es que hablemos de los bicentenarios. Evidentemente tenemos dos, como la mayoría de los países de Latinoamérica, donde la mayoría de los procesos revolucionarios tienen una fecha y luego la independencia. Esto es muy común en América latina y me parece interesantísimo que hablemos en plural. La revolución es fundadora y comienza un camino hacia la independencia y el gran Bicentenario para mí es sobre todo el del ’16 y que tiene un carácter más nacional, probablemente, que la Revolución de Mayo. Algunas provincias, con cierta razón, lo ven como un hecho más local y no tan porteño.
E.A.: –Tengo que agradecerte. Me ha llegado un ejemplar de 1810, la otra historia de nuestra revolución fundadora firmado por vos. Sé que en la presentación que organizó Planeta vas a hablar con otro hombre de la casa, con Vicente Muleiro.–Un hombre que sabe algo de libros.
E.A.: –Sí, algo sabe.–Va a ser un placer. Le agradezco muchísimo que haya aceptado la invitación. Vamos a hablar y presentar el libro, un libro que la verdad estoy muy contento y que trata de dar un panorama fuerte de la previa de la revolución que es dejada de lado, un momento de las rebeliones indígenas que comienzan para nuestro orgullo como americanos a los 3 meses de la llegada de Colón. Ya en 1493 empieza la rebelión y una cosa muy interesante es que prácticamente no para en los 3 siglos, hasta 1810, cosa que por supuesto no se nos dice porque se nos quiere educar en la obediencia, de alguna manera.
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