viernes, 26 de julio de 2013

"EL BAR ES EL LUGAR PARA ARREGLAR EL PAÍS Y LA VIDA"

POR EINAT ROZENWASSER


El humorista gráfico Carlos Garaycochea, reivindica el café, al punto que tiene boceto y lugar para hacerle un monumento. Y define a Buenos Aires como muchas ciudades en una.

Un monumento al café, o a los cafés. En una declaración que tiene el apoyo incondicional de esta sección, Carlos Garaycochea dice que eso es algo que falta en esta Ciudad y que, de hecho, ya le sugirió hacerlo al jefe de Gobierno. “Tengo cuatro bocetos, se los voy a presentar. Donde termina la avenida Santa Fe, cerca del Círculo Militar, hay una plazoleta en la que se podría poner”, anticipa. ¿Por qué? “El bar es el lugar donde uno arregla el país, arregla su vida. Si tiene un problema en casa o en el trabajo se va al bar y ahí encuentra algún amigo que le pone el hombro. Es un segundo hogar, o un club gratis, que cuesta un café”, define. La ecuación cierra.
Cuenta que se dedicó al humor para escapar de algo que todavía está pensando qué es. “Entré a Bellas Artes porque siempre me interesó la plástica y al mundo del humor tal vez por timidez. Me ponía colorado si me preguntaban cualquier cosa. Un día llegó a mis manos el primer libro de Saul Steinberg y con él empecé a saber lo que son los silencios, la observación. El humor en serio, ¿no?”, guiña. Y sigue: “Empecé copiándolo y después, lo mejor que pude hacer era seguir copiando. Siempre hay alguno que le enseña a uno a vivir mejor, y hay que aprovechar. Steinberg es un ejemplo de observación: me enseñó a mirar para abajo de vez en cuando, y descubrir cosas simples que a veces se nos escapan”.
Creció en Villa del Parque y empezó a jugar al básquet en Gimnasia y Esgrima. “Ahí tuve mi primer yeso. Estábamos jugando un picado, salto para tirar una pelota y me viene a marcar un muy buen jugador, Pagliari, y cuando caigo le piso el pie. Fui al Zubizarreta y pensé: ya que me ponen un yeso, que me lo pongan por un motivo importante, como haber chocado con un tipo del seleccionado”. Después se mudó al Centro y siguió jugando en GEBA. “Soy veterano del club, seguí jugando hasta que, bueno, uno no puede jugar toda la vida”.
-O juega a lo que puede en cada momento...-Siempre les digo a los alumnos que si hubiera sido tenista, a los 40 tenía que entregar mi casa. Pero como dibujo, a los 85 años puedo seguir enseñando. Y aprendiendo. Me pasan cosas lindas. Por ejemplo, este domingo (por el que pasó) cumple años Sábat. Con Quino le vamos a llevar un dibujo cada uno. Ya elegí el mío y el desafío es ver qué va a llevar él, porque de alguna manera estamos compitiendo. ¿Cuántos quisieran entrar en una competencia así?
-¿Qué lo inspira de la Ciudad?-El Intendente la ha cambiado bastante. Vivo sobre Santa Fe y me puso dos manos, o sea que empiezo a sentir las sirenas desde las 7 de la mañana. Es una ciudad que no es una ciudad, son muchas juntas. Puerto Madero, por ejemplo, uno mira a la distancia y parece otra ciudad. Y, curiosamente, San Telmo está tan cerca y tiene una arquitectura totalmente contraria. El año pasado nos dieron el Museo del Humor (a principios de junio se repuso su muestra Humor en Colores para festejar sus 85 años), un edificio que está ahí metido y uno no sabe bien qué hace ahí. Está andando muy bien, un museo que sonríe le viene bien a la Ciudad.
-¿Tenemos buen humor?-La gente necesita reírse, y cada uno tiene que elegir con quién se ríe. Creo que no se está usando el humor como se tendría que usar. En el humor intervienen los silencios, lo que se sugiere, la inteligencia... y no se usa demasiado. Hay que decir algo que el tipo, antes de reírse, piense ‘es cierto’.
Propone ejemplos: “En vez de hablar de la suegra, con quien me llevo muy bien y no tengo por qué hacer chistes de suegras, ¿por qué no criticar el exceso de tecnología? A los alumnos les suena el teléfono a cada rato. Estaba con mi mujer tomando un café en la vereda, paró un coche, bajaron cuatro tipos, se sentaron en la mesa de al lado, cada uno sacó un teléfono y empezaron a hablar. Y pensaba: ¿Para qué se juntan estos cuatro, si están hablando con otros cuatro? Se crean situaciones absurdas”.
Como otros humoristas, reconoce que le cuesta reírse. “No es necesario, lo que se precisa es la idea. Y cuando la idea es buena uno se ríe por dentro porque sabe que va a producir una carcajada”, cierra.

FuenteClarín.

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