jueves, 11 de julio de 2013

UNA VENA ABIERTA EN BRASIL

Movimiento de los trabalhadores sem terra. (MST)
 
Por  Felipe Deslarmes        
      
Tierra sin hombres, hombres sin tierra: los mayores latifundios ocupan, y no todo el año, apenas dos personas por cada mil hectáreas. En los rancheríos, al borde de las estancias, se acumulan, miserables, las reservas siempre disponibles de mano de obra”, describió Eduardo Galeano en la primera edición de Las venas abiertas de América Latina, en 1971.
En Brasil, según el censo de 2010, viven 190.732.694 habitantes. Cuatro millones de las familias pobres reciben la Bolsa Familia (un programa de apoyo económico del Ministerio de Desarrollo Social) para no morir de hambre.
Aunque un 4,9% de desocupación sería un buen dato para muchas economías locales, en esta nación delata la existencia de millones de personas sin trabajo.
Según un reciente informe de las Naciones Unidas, el 50% de las tierras cultivables en Brasil están en manos del 1% de la población.
 
Orden y progreso. En su libro Sin tierra. Construyendo Movimiento Social, la socióloga chilena Marta Harnecker revisa la historia del Movimiento de los Sin Tierra (MST), que surge como confluencia de tres grandes movimientos campesinos que luchaban por la tierra y reclamaban una reforma agraria: las Ligas Campesinas, las Ultabs y el Master.
Allí, observa que las Ligas Campesinas se formaron alrededor de 1945 apoyadas por el Partido Comunista Brasileño (PCB) y que reunían a campesinos propietarios, aparceros, ocupantes y medieros que se resistían a la expulsión de sus tierras y al régimen asalariado. Fueron perseguidos y reprimidos, declarados ilegales, resurgieron años después y una parte organizó grupos guerrilleros. Pero la dictadura del ’64 encarceló a trabajadores y dispersó los grupos.
Por otro lado, las Ultabs (siglas que responden a la Unión de Agricultores y Trabajadores Agrícolas) son una asociación de campesinos que formó el PCB en 1954.
Por esos años, también la Iglesia tomó cartas y mientras que el ala conservadora organizaba el Servicio de Asistencia Rural fundando sindicatos, la parte progresista fundaba el Movimiento de Educación de Base (donde participó el educador Paulo Freire en la alfabetización y formación política de campesinos).
El tercero de ellos, el Movimiento de Agricultores Sin Tierra (Master), se forma a fines de la década del ’50, tras la resistencia al desalojo de 300 familias de ocupantes de tierras. Aquí aparece por primera vez la organización de campamentos próximos a los latifundios, a partir de 1962. También fueron perseguidos y desarticulados con el golpe militar que dos años más tarde los reprimiría violentamente argumentando buscar desterrar toda “amenaza comunista”, pero escondían el lanzamiento de un proyecto agroexportador impulsado por transnacionales. Una etapa que resultaría nefasta para las familias de origen campesino que o bien migraban hacia las grandes ciudades, donde se había iniciado un proceso de industrialización, o hacia zonas de colonización agrícola.
Pero la base social que cimentaría al MST se conforma a mediados de la década del ’70, cuando había aumentado la concentración de la propiedad de la tierra y el número de trabajadores rurales sin acceso a ella.
Con el tiempo, la dictadura se debilitaba, los campesinos iban perdiendo el miedo y surgía un sindicalismo combativo rural.
Con los primeros signos de crisis industrial, hacia finales de la década del ’70 quedaban sin trabajo los campesinos que se habían mudado a las ciudades. Y, al mismo tiempo, los que habían migrado a zonas de colonización resistían el desalojo violento (que terminaba con muertes y quemas de plantaciones y viviendas).
Así, entre el 20 y el 22 de enero de 1984 se realizó el Primer Encuentro Nacional de Trabajadores Sin Tierra, fecha fundacional del MST, ya definido como un movimiento de masas que lucha por la tierra y por la reforma agraria, distante del sindicalismo y de la Iglesia.
Desde entonces, con una organización asamblearia, ha ido tomando millones de hectáreas, creando asentamientos con escuelas y atención medica. De esta manera, aprendieron que no alcanzaba con la consigna ‘La tierra para el que la trabaja’, porque si no se consiguen las condiciones que permitan trabajarla (máquinas, semillas, créditos y canales de comercialización) termina vendida a precio vil.
 
Ocupar, resistir, producir. Hasta 1989, de distintas formas los gobiernos intentaron presionarlos a dejar sus tierras: desde campañas que cuestionaban la legitimidad del MST, hasta ofrecimientos de tierras arenosas donde no había agua, o la instalación de cercos rodeándolos e impediendo el ingreso y salida. Fue una etapa de crecimiento de la organización y se impartían contenidos políticos y técnicos.
La llegada al gobierno de Pedro Collor de Mello, en 1990, derrumbaría las expectativas de una reforma agraria. Una de sus primeras acciones fue reprimir al MST.
Organizado hacia afuera y hacia el interior de los asentamientos y campamentos en comisiones (de bases, estatales, municipales, rurales, etc.), el MST realiza un Congreso Nacional cada cinco años y reuniones anuales.
El principal referente actual del MST, Joao Pedro Stédile, cerró el Foro Social mundial “Otro mundo es posible”, que se realizó en Porto Alegre, en 2001, señalando: “Fuimos aprendiendo a través de las experiencias de otros movimientos campesinos en América latina y Brasil, que a pesar de haber sido derrotados nos dejaron la herencia histórica de conocimiento acumulado, y de las experiencias de la propia clase trabajadora en su conforntación con el capitalismo(…) Aprendimos a desalambrar con la música latinoamericana(…), con nuestros antepasados y con los militantes con más experiencia (…)Y aprendimos a desarrollar un movimiento de masas que tuviese autonomía en relación con las otras organizaciones y, a la vez, respeto por todas ellas (…)”.
Tal vez por eso, a pesar de que el Movimiento Sin Tierra estableció estrechas relaciones con el Partido de los Trabajadores (PT) y apoyó la candidatura de Lula, mantuvo distancias con el gobierno. Y aunque Stédile señalaba que con el gobierno de Lula “era posible avanzar hacia la reforma agraria”, el MST organizaba cientos de campamentos (se hablaba de 200 mil familias, un millón de personas), acampadas al costado de las haciendas. Desde el MST critican que Luiz Inácio Lula da Silva no cumplió con su promesa de campaña de asentar 400.000 familias. Sin embargo, en 2005, decidieron apoyar su reelección.
 
De aquí y de allá. A nivel internacional, el MST mantiene relaciones con diversas organizaciones campesinas de América latina. En diálogo con Miradas al Sur, Diego Montón, miembro de la comisión política de la Asamblea Continental de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC-Vía Campesina) reveló que “uno de los primeros desencantos con el gobierno de Lula fue que las alianzas que debió hacer el PT para llegar al poder condicionaron toda posible reforma agraria. Pero entienden que desde que asumió Dilma, esa posibilidad directamente se ha congelado porque su desarrollo rural ha avanzado hacia los agronegocios y, en lo social, en la consolidación de los asentamientos ya establecidos”.
En una nota publicada el 7 de enero pasado en el semanario brasileño Carta Capital, Stédile plantea el dilema de la reforma agraria en el Brasil del agronegocio. Reclama medidas urgentes y revela: “Hay alrededor de 150.000 familias de trabajadores sin tierra que viven bajo lonas negras, acampados, luchando por un derecho que está en la Constitución para tener tierras para trabajar (…) En el noreste hay más de 200 mil hectáreas preparadas en proyectos de riego con millones de fondos públicos, que el Gobierno ofrece sólo a los empresarios del Sur para producir para la exportación (…) el 85% de las mejores tierras de Brasil se utilizan sólo para soja/maíz, pastos y caña de azúcar. Sólo el 10% de los terratenientes, los agricultores que poseen áreas por encima de 500 hectáreas, controlan el 85% del valor de la producción agrícola, sin ningún valor añadido, para la exportación”.
Propone agroecología contra el agronegocio, al que califica de socialmente injusto, “porque desemplea, reemplazando trabajadores con máquinas y venenos” al tiempo que hace dependiente al país: de la importación de fertilizantes, del capital financiero, de los grupos extranjeros que controlan las semillas, insumos agrícolas, precios, comercialización y obtienen la mayor parte de las ganancias de la producción agrícola.
Para Diego Montón, el MST es uno de los dos puntos de inflexión surgidos en medio del auge del neoliberalismo que gestaron esta nueva etapa del actual proceso latinoamericano: “Junto con el Movimiento Zapatista fueron la bocanada de aire que permitió que se formaran nuevos escenarios”, afirma.
 
Fuente: Miradas al Sur

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