Por Julio Algañaraz.
Es el Instituto para las Obras de Religión, el “banco de Dios”. Francisco creó una comisión que deberá revisar sus cuentas. Esa entidad está ligada con escándalos, fraudes, la logia masónica P-2 y la mafia.
Aunque en los pasillos vaticanos siempre se recuerda el viejo y amenazador dicho que dice que “quien toca el IOR muere”, el Papa Francisco embistió ayer contra el “Banco de Dios” y de hecho intervino con una comisión de cinco expertos el Instituto para las Obras de Religión, el peor foco infeccioso en el Vaticano de escándalos de corrupción, manejo de fondos ilegales que incluyen a las mafias, más crímenes varios, desde que fue fundado en 1942 por Pío XII.
Pasaron apenas cien días desde que Jorge Bergoglio fue elegido pontífice y obispo de Roma, el título que más le gusta, un período inicial tras el cual Francisco ha decidido comenzar las operaciones quirúrgicas de las “reformas radicales” en la Iglesia. El IOR representa en este sentido un deber de saneamiento impostergable.
El Papa argentino firmó un “quirógrafo” hace dos días que, aunque no representa formalmente una intervención del Banco del Vaticano, que maneja 19 mil cuentas corrientes y más de 7.000 millones de euros, de hecho pone bajo el total control de Francisco los movimientos de fondos de la institución y toda su documentación.
Los cinco expertos están presididos por el cardenal salesiano italiano Raffaele Farina, de 80 años, archivista y bibliotecario emérito de Santa Romana Iglesia. Coordinador de la llamada Comisión Referente, es el arzobispo español Juan Ignacio Arrieta Ochoa de Chinchetru. También fue nombrado el cardenal francés Jean–Louis Taurán, el purpurado que el 13 de marzo anunció desde el balcón de San Pedro con el “habemus Papam” que Bergoglio había sido elegido. Secretario es Peter Bryan Wells, norteamericano, asesor de la Secretaría de Estado. Una mujer forma parte de la comisión. Mary Ann Glendon, ex embajadora de EE.UU. ante la Santa Sede, es académica de Harvard y una activista de los grupos católicos antiaborto “por la vida” en su país.
La Comisión Referente está ya en funciones y puede controlar todo lo que hay y todo lo que se mueve en el IOR para referirlo después al Papa. Los cinco miembros, que podrán contratar asesores y especialistas técnicos externos cuando lo crean necesario, escribirán un informe final a Francisco.
Una declaración de la Secretaría de Estado, cuyo titular es el cardenal Tarcisio Bertone, la figura dominante en el IOR, señaló que la comisión recogerá información para el Papa a fin de lograr “una mejor armonización del Instituto respecto a la misión de la Iglesia Católica”. Bertone había nombrado al alemán Ernst von Freyberg como nuevo presidente del IOR días antes de la elección de Francisco. Pero hace casi tres semanas, Bergoglio designó a su amigo, monseñor Battista Ricca, como Prelado del IOR, metiendo una cuña profunda en el poder interno del banco.
Ricca puede controlar todos los movimientos en nombre del Papa y pedir explicaciones cuando vea cosas raras. El nombramiento de monseñor Ricca y ahora de la Comisión Referente representan dos pasos importantes para que el nuevo Papa vaya paulatinamente ocupando el poder en los ganglios vitales del gobierno central de la Iglesia, una tarea difícil que requiere tiempo.
Al cardenal Bertone, en razón de su obligatorio retiro por edad, le queda poco tiempo. El Papa argentino nombró en abril una comisión de ocho veteranos cardenales, coordinados por el hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, con la misión de estudiar la reforma de la Curia Romana, que Bertone preside como “primer ministro”. Dicen que pronto será elegido un noveno cardenal en representación de los católicos de rito oriental. Las versiones insisten en que uno de los ocho cardenales, el italiano Giuseppe Bertello, gobernador de la Ciudad del Vaticano, será el sucesor más probable de Bertone.
El IOR es el instituto bancario en el que se deposita mucho dinero de la Iglesia. En primer lugar, del proprio Papa, que recibe donaciones millonarias, pero también de las órdenes religiosas, cardenales, obispos, sacerdotes y religiosas y del cuerpo diplomático.
Pero la historia del IOR está marcada a fuego por los escándalos. El más grave fue la quiebra del Banco Ambrosiano, la principal banca católica italiana, por las maniobras con los cambios del ex presidente del IOR, el arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, con el titular del Ambrosiano, Roberto Calvi, de la logia P-2, que apareció ahorcado el 12 de junio de 1982 en el puente de los Monjes Negros de Londres, mientras huía de la justicia.
El “crack” del banco Ambrosiano costó 1400 millones de euros a sus ahorristas e inversores, que lo apremiaban por las operaciones fallidas con las especulaciones cambiarias en los paraísos fiscales. Además Marcinkus y Calvi manejaron dinero de la mafia y otras organizaciones criminales, que se consideraron perjudicadas por el crack. Calvi fue asesinado al parecer por la Cosa Nostra .
Marcinkus debió regresar a EEUU, donde murió años después, mientras que la Iglesia no logró nunca absorber el desprestigio de aquel escándalo. La lucha entre las facciones internas obligaron a renunciar al ex presidente Ettore Gotti Tedeschi, que hizo denuncias muy graves en un memorial y afirmó que querían matarlo.
El Papa quiere que el IOR sea un banco normal para las actividades de la Iglesia, con operaciones transparentes. Y no hay dudas de que aplicará la tolerancia cero hasta lograrlo. En abril dijo a los dependientes del “banco de Dios” que “el IOR es necesario pero solo hasta un cierto punto”.
Fuente: Clarín.
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