En respuesta a la nota editorial titulada “El ocaso de la Escuela Pública”, publicada en el Diario La Nación, del 21 de noviembre de 2012, y como familias que enviamos a nuestros hijos e hijas a la escuela pública de la Ciudad de Buenos Aires, nos tomamos un momento para reflexionar por escrito. Esperamos que este comentario se publique porque bien hablaría del cometido de los medios masivos: informar, presentar posiciones distintas cuando las hay, construir espacios de sano debate.
Dicha nota comienza diciendo: “La pérdida de prestigio de nuestra escuela estatal y el consecuente vuelco de la inscripción del alumnado primario y secundario en establecimientos de enseñanza privados constituyen una realidad que se viene perfilando desde hace décadas… entre los años 1994 y 2010, 850.000 alumnos más se inscribieron en escuelas particulares? de ellos, el 60% lo hizo en esta centuria… Las conclusiones acerca de las razones que han determinado esa decisión se vinculan con los frecuentes paros de carácter gremial de la docencia a causa de reclamos salariales que, junto con el mayor ausentismo de los maestros, crean severas dificultades en los hogares donde ambos padres trabajan y, también, porque mucho preocupan la indisciplina y violencia y el riesgo de la droga.”
Si bien es cierto lo que se comenta, pensamos que son otras las razones que sustentan esa migración en la Ciudad de Buenos Aires. Como nos anima la convicción de que la transparencia en la información es uno de los pilares del sistema republicano y democrático, aportamos algunos datos que no son menores.
Por ejemplo, si lo enfocamos desde la óptica presupuestaria, el dinero destinado a la educación pública durante los últimos años en la Caba ha disminuido a favor, además, de la escuela de gestión privada. Algunos datos que surgen de revisar los presupuestos anuales para el sector de educación que lo reflejan:
.El aporte del Estado de la Caba al sector privado en el año 2007 fue de $412,4 millones; hoy, 5 años después, se le destinaron a dicho sector $1.332,8 millones. Para 2013, lo proyectado es $1.652 millones y la cantidad de colegios subsidiados se elevaría de 445 colegios en la actualidad a 1.022.
.El presupuesto de educación privada para el año 2011 ha sido sobreejecutado en un 24% de su asignación original.
.En la última gestión, el presupuesto para educación pública ha sido subejecutado y desviado para otros usos sistemáticamente.
.El presupuesto para infraestructura escolar pasó de 315 millones de pesos en 2008, a 253 millones en 2009 y a 145 millones en 2010 (cayó un 54%).
.En 2009 el presupuesto para edificios nuevos era de 112 millones; en 2010, bajó a 12 millones.
Si a una reducción neta de los recursos se le agrega una creciente subejecución y los ajustes por inflación, los recursos efectivamente asignados a la educación pública en nuestra ciudad terminan resultando aún menores.
Otro aspecto que podemos destacar, y que ayudaría a pensar en las razones de la migración que se señala, es que el subsidio a instituciones educativas de gestión privada se basa en el derecho de las familias a escoger la institución educativa para sus hijos. Sin embargo, este derecho sólo lo puede ejercer un sector de la población: el que puede pagar las cuotas para educar a sus hijos. En 2012, el gobierno otorgó subsidios de más de un millón de pesos mensuales a escuelas que cobran cuotas de unos 1.800 pesos. Incluso subsidia establecimientos que cobran 2.900 pesos por mes. Y si bien el sistema de becas podría nivelar un poco el acceso a estas instituciones, los procesos nos son absolutamente transparentes, y es otro punto en contra del derecho a la “libre elección”.
Se puede concluir, entonces, que el conjunto de la población sostiene económicamente ambos sectores educativos (el público y el privado), pero los niños que asisten a las escuelas públicas no tienen ni tendrán el mismo acceso a los bienes materiales y simbólicos que los que asisten a escuelas de gestión privada.
De esta manera, y acudiendo solamente a pensarlo desde el punto de vista presupuestario, podríamos concluir que la educación pública estatal en la Ciudad de Buenos Aires corre con gran desventaja frente al sector privado.
Continuando con los comentarios citados, menciona dentro de las causas de la migración la preocupación por “la indisciplina y violencia, y el riesgo de la droga”. Vale la pena detenerse a pensar por este camino. Estos temas forman parte, lamentablemente, de toda la sociedad argentina actual. Toda la juventud está hoy frente a una pauta social que al mismo tiempo la incita a faltar a la norma (indisciplina), cometer actos de fuerza (violencia) y consumir desenfrenadamente (se trate de droga o cualquier otro estupefaciente que se oferta en el bombardeo constante de la propaganda-shopping). En suma, estas características no son una marca de la escolaridad pública, sino son cuestiones de la sociedad toda. Nuestra experiencia como familias que estamos en la escuela pública es que, en todo caso, la escuela pública –cuando está bien planteada– ayuda a entender, tomar distancia crítica y tomar posición sobre estas pautas sociales problemáticas.
No coincidimos con el análisis de que “…en la actualidad, el futuro de la escuela estatal es incierto…”. Como familias que estamos en la escuela pública sabemos que hoy, cuando todos ponemos el hombro para sostener lo que es de todos, tenemos un espacio de calidad (las escuelas) para educarnos y comprender que el espíritu de nuestra tradición (escuela pública, laica, gratuita y de calidad) está vigente: tenemos entonces que continuar apoyándolo.
Y apoyarlo es ser transparentes, difundir la información para que el público comprenda y decida, denunciar las injusticias que se producen por mal uso del recurso público, dar debate sobre la calidad educativa, y estar con nuestro cuerpo presentes todos los días. Y sí, como bien señala la editorial en su último párrafo, cooperando escuelas y familias. El futuro de la escuela pública es cierto y es hoy: llamamos a apoyarla.
Fuente: Miradas al Sur
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