Polémica por las formas de evaluar a los estudiantes secundarios. Los países del Mercosur quieren implementar un examen que mida niveles de inclusión y calidad de la enseñanza. Los cuestionamientos a la prueba internacional PISA por meritocrática y heredera del paradigma neoliberal. Hablan los expertos.
Por Andrea Recúpero
Para qué sirve evaluar? ¿Cómo deben ser las pruebas? ¿Qué competencias y saberes se pueden medir? ¿Qué hacer con los resultados? Estas y otras preguntas surgen en cualquier debate serio sobre las evaluaciones que se toman en la escuela, pero cobran otra dimensión cuando se trata de pruebas internacionales cuyos resultados son contrastados con los de otros países sin tener en cuenta las diferencias socioeconómicas, culturales y de modelo de enseñanza que los separan. Cada tres años, por ejemplo, el publicitado ranking de países que arroja el Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, el famoso Informe PISA (por sus siglas en inglés), preocupa a los especialistas e inquieta a un sector de la población que, a raíz de las presentaciones catástrofe que hacen algunos medios de comunicación de esos datos, se alarma por el puesto que ocupan los países latinoamericanos en el listado. “Lo cierto es que ese ranking es una foto y hay que ver toda la película”, afirmó en diálogo con Veintitrés el ministro de Educación de Uruguay, Ricardo Ehrlich (ver entrevista), al ser consultado sobre esa prueba y sobre la flamante iniciativa de un grupo de países del Mercosur de avanzar en la confección de nuevas evaluaciones para la región.
El Informe PISA (Program for International Student Assessment) es una prueba mundial estandarizada de rendimiento estudiantil en Matemática, Lengua y Ciencias que se realiza cada tres años. Este informe es llevado a cabo por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que se encarga de realizar las pruebas estandarizadas a estudiantes de 15 años, sin importar qué grado de escolaridad alcanzaron al momento de realizar la prueba. Como el corte es etario, los resultados ya tienen, a simple vista, un talón de Aquiles. Aunque es considerado un sistema “objetivo”, se trata de un análisis meramente cuantitativo de los resultados, lo que suscita muchas críticas. Al principio, los destinatarios eran los países miembros de la OCDE, pero luego se extendió a países de otras regiones. En 2006 participaron de la prueba 57 países, y en 2009, 65 naciones. En América latina y el Caribe participan Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú, Panamá, Trinidad y Tobago y Uruguay.
En la Argentina, durante el gobierno de la Alianza, la prueba PISA no se realizó por razones presupuestarias, ya que los gastos corren por cuenta del Estado nacional. Luego, se retomó en 2003, cuando el senador Daniel Filmus estaba al frente del Ministerio de Educación. Desde entonces también se realizó en 2006, 2009 y 2012. Los últimos datos disponibles corresponden a 2009, ya que los del Informe PISA 2012 recién estarán disponibles a fin de año. La muestra de la Argentina para la edición 2009 se conformó con 199 escuelas de todo el país en las que se evaluó a un total de 4.774 estudiantes de 15 años. Unos 3.033 (64%) de estos conformaron la muestra específica de estudiantes de secundario regular. La escala de medición de resultados para cada área evaluada es de 0 a 1.000 puntos. Por las características de la prueba ningún país ha superado, en las distintas ediciones, los 600 puntos y el promedio para los propios países de OCDE es de 500 puntos. Teniendo en cuenta estas variables, a la Argentina no le fue tan mal, ya que los resultados globales por área estuvieron apenas por encima o por debajo de los 400 puntos. Además, si se analizan los resultados de PISA 2006 y 2009 para América latina, Colombia y la Argentina fueron los países de la región que registraron mejorías en “capacidad lectora”, una de las competencias que evalúa la prueba. En un contexto donde los países de la región aumentaron entre 10 o 15 puntos respecto de la muestra de 2006, el puntaje de la Argentina mejoró 24 puntos en este ítem, alcanzando para el total de la muestra 398 puntos. Tal puntaje equiparó entonces al país con Brasil y Colombia. En cuanto al puntaje promedio de los estudiantes argentinos que cursan la secundaria, alcanzó entonces los 439 puntos, quedando así el país en el segundo puesto de la región, detrás de Chile.
Aunque estos datos forman parte del clásico ranking mundial que les sirve a algunos medios para poner títulos efectistas, a los especialistas en educación lo que más les interesa de la prueba PISA y de las otras evaluaciones que se toman en el país desde hace 20 años es contrastar los datos hacia adentro. Es decir, poder comparar los resultados del país consigo mismo respecto de la muestra anterior para saber si se registraron progresos de acuerdo a las metas establecidas. Por ejemplo, un primer análisis comparativo de los resultados obtenidos por la Argentina en la edición 2009 de la prueba PISA, respecto de los de 2006, mostró un incremento de los puntajes promedio, en las tres áreas de conocimiento. Este incremento se verificó tanto al considerar la muestra total como para la conformada por los estudiantes de secundario regular. Esto es significativo, más allá de la foto del ranking.
Sin embargo, un nutrido grupo de especialistas considera este tipo de evaluaciones cuantitativas parte de la herencia del modelo neoliberal que dirigió el destino del país en los ’90. “La evaluación vista de ese modo pone a la educación a la altura de cualquier mercancía y mide sus resultados como se miden intereses corporativos. Se trata de un modelo que encaja con una sociedad sujeta al juego de la oferta y la demanda”, planteó Laura Fumagalli, especialista en Planeamiento de IIPE-Unesco, durante un seminario organizado por países del Mercosur para debatir políticas de evaluación para la integración regional, que se realizó esta semana en el Centro Cultural Haroldo Conti (ex ESMA). Allí se dieron cita educadores de todo el país y de Uruguay, Ecuador, Perú y Bolivia, y surgió un documento que servirá para abrir un debate más amplio en el seno del Mercosur sobre la necesidad de incluir en los operativos nacionales de evaluación algunas preguntas que permitan avanzar en la integración regional. Dicho de otro modo, según explicó a esta revista el secretario de Educación, Jaime Perczyk, “incluir preguntas que incorporen la dimensión axiológica, la ética, los derechos humanos, el medio ambiente y los valores en común” que comparten los países del Mercosur y de América latina.
Aunque fue el primer encuentro, ya surgieron las directrices. La idea es mantener tanto la prueba PISA como los Operativos Nacionales de Evaluación de la Calidad que se realizan en los países de la región, pero sumando una nueva instancia de evaluación que permita monitorear los desafíos comunes de la región. Uno de ellos, tal vez el más importante, es medir los niveles de inclusión y de calidad de la enseñanza. La inclusión porque tanto la Argentina como Brasil y Uruguay están ante el desafío de atraer cada vez más estudiantes en el nivel medio. Pero al mismo tiempo se enfrentan a la proeza de retenerlos dentro de la escuela sin resignar calidad. Es decir, evitar el abandono. Estos objetivos no los mide PISA y son vitales, según las fuentes consultadas, para garantizar el futuro de los países de la región. Además, se acordó enviarle una carta a la OCDE para plantearle cuestiones vinculadas a las escuelas seleccionadas para la prueba, a la publicación de los datos y a los contextos en los que son cruzados los datos, ya que muchas veces resultan perjudiciales para los países de la región. “No es lo mismo cruzar los datos obtenidos entre países de América latina que entre latinoamericanos y europeos, donde predomina un sistema meritocrático opuesto al vigente en la región. A excepción de Chile, América latina va en otra dirección. No es correcto, por ejemplo, comparar los resultados del NOA y el NEA con los de la ciudad de Buenos Aires. Es un engaño metodológico”, apuntó una fuente consultada para esta nota. Otra fuente fue más rotunda al afirmar que “le pagamos a OCDE para participar en un negocio que tiene con los países europeos y en el que somos útiles porque les sirve para camuflar los malos resultados de algunas naciones que antes del ingreso de los latinoamericanos quedaban rezagadas en el ranking”.
Durante el encuentro, el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, aseguró que “los rankings no dan cuenta de los avances, nos impiden ver los puntos de partida, instalan la calidad educativa siempre desde la carencia, desde lo que falta”, y propuso: “En todo caso, por qué no hacemos un ranking del esfuerzo”. El ministro puntualizó que “a veces se compara lo incomparable. Por ejemplo, China tiene 1.340 millones de habitantes, pero no participa en la prueba PISA en su totalidad. Para la evaluación participa Shangai que tiene 28 millones de habitantes, y de ella se toman alrededor de 30 escuelas. En cambio, nuestros países cuando participan lo hacen de la primera a la última escuela. Entre otras variables la prueba PISA ignora los índices de alfabetización y de escolarización de la población a la hora de volcar resultados. Por ejemplo, según explicó Sileoni, “la Argentina tiene el 1,9 por ciento de analfabetismo, mientras Shangai tiene el 15 por ciento. Su tasa de cobertura de la secundaria es del 64 por ciento, cifra que en nuestro país asciende al 82 por ciento”.
Aunque casi siempre las evaluaciones ponen nerviosos a los alumnos, según los especialistas las pruebas deberían servir para saber adónde se quiere ir, si se están cumpliendo las metas y para mejorar durante el recorrido. Nunca para excluir o penalizar, como ocurre en los sistemas meritocráticos que marginan a los que obtienen magros resultados y que no entienden a la educación como una construcción, un proceso que toma tiempo. “Las evaluaciones deben servir para ver si hay desigualdades y en qué medida las políticas vigentes están contribuyendo a eliminarlas”, aseguró Fumagalli. La foto sola no sirve, hay que ver toda la película.
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Ricardo Ehrlich, ministro de Educación de Uruguay
“No se trata de un torneo internacional”
Por A. R.
El ministro de Educación de Uruguay, Ricardo Ehrlich, confirmó que los países del Mercosur avanzarán en la creación de nuevos instrumentos de evaluación que reflejen los esfuerzos de integración que realiza la región para que cada vez más adolescentes vayan a la escuela.
–¿Por qué es necesaria una nueva instancia de evaluación en la región?
–La evaluación en la región debe ser permanente. Tiene que poder evaluar el sistema educativo y sus componentes con mirada local para enfatizar políticas. Al mismo tiempo, no podemos dar un paso atrás en el análisis permanente de los datos surgidos de las pruebas internacionales. Lo que nos preocupa es la simplificación de esos análisis. No se trata de un torneo deportivo internacional, sino de un riguroso análisis de nuestros sistemas educativos. Entonces las presentaciones resumidas, que enfatizan ciertos elementos que son los que comunican mejor, como las comparaciones entre países, no son el problema central. Lo importante, lo que surgió en esta reunión, es la necesidad de comparación con nosotros mismos, para poder evaluar si las políticas que se están implementando logran superar los problemas que tenemos.
–¿Cuáles son esos problemas comunes?
–Compartimos en la región grandes desafíos de inclusión educativa. Nos recorre una brecha social en educación muy fuerte. Uno de los problemas es lograr la culminación de los ciclos medios y que la educación sea accesible para todos. Al mismo tiempo debemos seguir fortaleciendo nuestros sistemas, con formación docente y calidad. Por eso se necesitan mecanismos regulares de evaluación, por un lado midiéndonos con los parámetros internacionales, pero también teniendo en cuenta los desafíos regionales y los aspectos particulares de cada país.
–¿El problema con las evaluaciones PISA es que se utilizan parámetros foráneos para evaluar?
–Los parámetros son los parámetros. El asunto es que los resultados se presentan como una fotografía y hay que tener una mirada integral del sistema educativo y de la sociedad, donde se pongan en relieve las tendencias, los avances y retrocesos. Hoy la tendencia regional incluye un progresivo aumento de adolescentes que están escolarizados en la región. Pero tenemos dentro del sistema una cantidad de jóvenes que provienen de sectores muy vulnerables, que a veces no están en el año que deberían estar. Podemos evaluar a los adolescentes de 15 años en conjunto, como hace PISA, pero también es interesante ver los contingentes separados. Eso nos permitiría separar dos aspectos que hacen a la calidad del sistema educativo: la calidad, medida por su capacidad de inclusión, de ir cerrando una brecha social, y la calidad medida por la propia propuesta de enseñanza y el resultado del aprendizaje.
–No quieren evaluar sólo los contenidos…
–La mirada que tenemos que hacer es más general. Está muy bien estar trabajando en un ámbito internacional de ese tipo, son evaluaciones rigurosas, muy serias. Nos preocupan a veces las formas, las simplificaciones al momento de comunicarlas y analizarlas en cada uno de nuestros países porque son resultados que se tratan en forma muy espectacular.
–¿Cuál es el principal desafío que afronta Uruguay?
–El objetivo mayor es la universalización de los ciclos educativos medios; el porcentaje de desvinculación, de jóvenes que no culminan los ciclos educativos, es muy alto.
–¿Se refiere a la deserción?
–No queremos llamarlo deserción. Lo llamamos dispersión, desvinculación o de alguna otra manera. Deserción es una palabra muy dura para calificar a un adolescente. Somos nosotros los que lo abandonamos.
–¿Los adultos o el Estado?
–Yo creo que los abandona el sistema educativo, van quedando de lado. También influye a veces el contexto familiar, social y educativo. El sistema educativo no tiene a veces la robustez suficiente como para poder compensar los problemas que tienen estos jóvenes, con historias de vida difíciles, o que no tienen el aliento suficiente en su contexto social o familiar y el espacio educativo no les compensa.
–¿Y el gran desafío de la región?
–Todo lo que llamaríamos inclusión en educación. El objetivo es ir cerrando brechas sociales porque el futuro de nuestros países depende de las capacidades de nuestra gente. Ahí tenemos que jugar muy fuerte.
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Los resultados
65 países participaron de la prueba PISA en la última edición publicada.
4774 estudiantes de 199 escuelas fueron evaluados.
439 puntos fue el promedio de los alumnos argentinos, lo que le valió al país el segundo puesto en la región.
24 puntos en comprensión lectora mejoró el país entre la prueba de 2006 y la de 2009.
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Sigue el conflicto
Al cierre de esta edición continuaba el conflicto docente en varias provincias. El 20 de marzo, en el octavo día de paro, la movilización organizada por el Frente Gremial Docente bonaerense ocupó más de siete cuadras de la avenida central de La Plata en las puertas de la Casa de Gobierno provincial. El frente, que agrupa a los cinco sindicatos más fuertes del sector, reclama un aumento cercano al 30 por ciento en contraposición a la oferta del gobierno provincial, de 22,6. El día anterior a la movilización, el gobernador Daniel Scioli afirmó que no iban a realizarse nuevas ofertas porque las finanzas de la provincia “no dan margen para un aumento mayor”. A su vez, la ministra de Economía bonaerense, Silvina Batakis, aclaró que la Corte manifestó que es “legal que los días de paro se puedan descontar” a los docentes. En medio del conflicto, Scioli también manifestó la idea de impulsar cambios constitucionales para que la educación sea considerada un servicio público, en coincidencia con lo manifestado por el gobernador de Neuquén, Jorge Sapag. En esa provincia, la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén (ATEN) lleva cuatro semanas de paro y reclama un aumento salarial del 35 por ciento.
Fuente: Revista Veintitrés.
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