Entrevista a Junot Díaz. Escritor.
Por Gabriela Esquivada
Hay hombres inf.ieles. Hombres con cáncer e infieles. Hombres violentos e infieles. Hombres que quieren tener hijos y para eso son infieles. La galería de personajes de Así es como la pierdes, el nuevo libro de cuentos de Junot Díaz –famoso por su novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao, que ganó el Premio Pulitzer, entre otros– pareciera un muestrario de las pesadillas de cualquier mujer, una justificación de ese estereotipo que se llama la guerra de los sexos. Sin embargo, el proyecto del autor dominicano-estadounidense es bien distinto: “Quise escribir sobre un hombre que tenía muchos problemas con la intimidad”, dijo a Miradas al Sur. “Un hombre que por muchas razones aprendió a ser mujeriego, que llegó a adulto con un imaginario muy reducido de la mujer; un imaginario, por un lado, falso y cruel hacia las mujeres que se involucran en su vida, pero también cruel hacia sí mismo.Cuando uno anda por el mundo pensando que la mitad de ese mundo no son seres humanos, se hace daño a uno y a su mitad del mundo.”
Aspiraba a cierto nivel de honestidad: “Quería presentar a esa clase de hombre sin filtro. No he leído muchos libros donde se cuente la subjetividad de un hombre real. No digo que todos los hombres sean iguales, pero creo que la mayoría esconde su subjetividad de las mujeres y de otros hombres como una manera de mantener sus privilegios”. No se trata de hombres buenos y hombres malos: “No tiene tanto que ver con los individuos, sino que se trata de un sistema de privilegios”.
El que lo encarna es Yunior, personaje ya conocido en el primer libro de cuentos de Díaz, Los boys, y en Óscar Wao. “Cuando me dicen ‘Yunior es un estereotipo’ yo pregunto ‘¿De veras?’.Creo que Yunior es mucho mejor que la mayoría de los hombres que yo conozco, lo que pasa es que aquí se lo muestra, como decía, sin filtro. Cuando una mujer dice ‘Mis amigos me hablan como a otro hombre, tienen confianza conmigo’, pienso que esos amigos no le dicen nada, que le muestran una máscara. El imaginario de Yunior les pertenece a muchos hombres. Quien termina el libro y no lo ha encontrado odioso y quiere seguir conversando con él, tiene que reconocer que no es un problema de un hombre, ni de una cultura –lo caribeño o lo latino– sino de la masculinidad. Nomás hay que poner la televisión un par de horas y se ven cosas mucho peores que lo que piensa Yunior.”
Yunior describe la violencia que muchas mujeres sufren, desde el insulto hasta los golpes hasta lo que Díaz llama “esa obsesión que muchos hombres tienen con la violación”. Si algunos lectores lo verán como un mujeriego despreciable, otros –cree el autor– reconocerán que “es de los pocos hombres que reconoce la realidad de la violación, que plantan que eso es algo central en la realidad femenina”.
Esa posible doble lectura es el corazón del libro: “Ese imaginario patriarcal que Yunior lleva dentro, se debe transformar para que para pueda ser humano; para transformarse él debe reconocer todo el daño que ese imaginario ha hecho. Primero tiene que reconocer que las mujeres con quienes ha dormido, con quienes se ha relacionado, son seres humanos. Eso no es chiste”.
Aspiraba a cierto nivel de honestidad: “Quería presentar a esa clase de hombre sin filtro. No he leído muchos libros donde se cuente la subjetividad de un hombre real. No digo que todos los hombres sean iguales, pero creo que la mayoría esconde su subjetividad de las mujeres y de otros hombres como una manera de mantener sus privilegios”. No se trata de hombres buenos y hombres malos: “No tiene tanto que ver con los individuos, sino que se trata de un sistema de privilegios”.
El que lo encarna es Yunior, personaje ya conocido en el primer libro de cuentos de Díaz, Los boys, y en Óscar Wao. “Cuando me dicen ‘Yunior es un estereotipo’ yo pregunto ‘¿De veras?’.Creo que Yunior es mucho mejor que la mayoría de los hombres que yo conozco, lo que pasa es que aquí se lo muestra, como decía, sin filtro. Cuando una mujer dice ‘Mis amigos me hablan como a otro hombre, tienen confianza conmigo’, pienso que esos amigos no le dicen nada, que le muestran una máscara. El imaginario de Yunior les pertenece a muchos hombres. Quien termina el libro y no lo ha encontrado odioso y quiere seguir conversando con él, tiene que reconocer que no es un problema de un hombre, ni de una cultura –lo caribeño o lo latino– sino de la masculinidad. Nomás hay que poner la televisión un par de horas y se ven cosas mucho peores que lo que piensa Yunior.”
Yunior describe la violencia que muchas mujeres sufren, desde el insulto hasta los golpes hasta lo que Díaz llama “esa obsesión que muchos hombres tienen con la violación”. Si algunos lectores lo verán como un mujeriego despreciable, otros –cree el autor– reconocerán que “es de los pocos hombres que reconoce la realidad de la violación, que plantan que eso es algo central en la realidad femenina”.
Esa posible doble lectura es el corazón del libro: “Ese imaginario patriarcal que Yunior lleva dentro, se debe transformar para que para pueda ser humano; para transformarse él debe reconocer todo el daño que ese imaginario ha hecho. Primero tiene que reconocer que las mujeres con quienes ha dormido, con quienes se ha relacionado, son seres humanos. Eso no es chiste”.
–¿Por eso declaró que el ultimo cuento, “Guía de amor para infieles”, le resultó el más arduo de escribir?
–Fue difícil mostrar cómo un hombre empieza a darse cuenta de lo cruel que es, de que ha hecho cosas que no se reparan. Todo lo ha dado por servido por cobardía, por mantener su privilegio patriarcal. Si tiene problemas en el trabajo, “Bueno, soy hombre”; si es débil, “Bueno, soy hombre”; si es bruto, “Bueno, soy hombre”. Muchos hombres se ven así. No creo que les ayude mucho a los hombres. No digo que los hombres son víctimas, pero también creo que sufren un daño colateral, y ésa es la ironía. Por eso escribo también sobre el cáncer: algo que nos come desde adentro. Igual que el cáncer se come al hermano de Yunior, esta masculinidad se está comiendo a los hombres.
Realidad y ficción. Como en sus obras anteriores, Díaz juega con la transfiguración de su propia historia. Yunior llega a los Estados Unidos y le presentan a un desconocido rígido y hosco: su padre. Y lo mismo le pasó al autor, cuyo padre, un policía de la dictadura de Rafael Trujillo, emigró a New Jersey y lo mandó a buscar años más tarde, aunque no por mucho tiempo como sugiere el cuento “Invierno”. Sin quererlo, en ese rigor del frío del noreste y la pobreza de la inmigración, se forjó su destino literario. Que fue en inglés: como no lo educaron bilingüe, no escribe en castellano.
“De chiquito, cuando llegué a los Estados Unidos, el gran amor de mi vida, mi manera de sobrevivir, fueron los libros”, dijo. “La inmigración es una cosa difícil en general, y con el agregado para mí de que conocí a mi papá: ‘Este hombre al que no has visto en tu vida es tu papá. Y ya no vamos a hablar de esto. Tienes que esforzarte, estamos en un país nuevo entre latinos pobres, así que pa’lante, muchacho. Y te salvaste porque no te quedaste en Santo Domingo: no tienes de qué quejarte, cállate la boca’. En esa locura, mucha gente tiene que buscar algo que le dé paz, que los inspire, que les dé seguridad. Para mí fueron los libros. Por su nivel de educación, mi papá y mi mamá no se quejaban: pensaban que los libros eran una cosa buena.”
“De chiquito, cuando llegué a los Estados Unidos, el gran amor de mi vida, mi manera de sobrevivir, fueron los libros”, dijo. “La inmigración es una cosa difícil en general, y con el agregado para mí de que conocí a mi papá: ‘Este hombre al que no has visto en tu vida es tu papá. Y ya no vamos a hablar de esto. Tienes que esforzarte, estamos en un país nuevo entre latinos pobres, así que pa’lante, muchacho. Y te salvaste porque no te quedaste en Santo Domingo: no tienes de qué quejarte, cállate la boca’. En esa locura, mucha gente tiene que buscar algo que le dé paz, que los inspire, que les dé seguridad. Para mí fueron los libros. Por su nivel de educación, mi papá y mi mamá no se quejaban: pensaban que los libros eran una cosa buena.”
–¿Supo así que quería ser escritor?
–Creo que sí, pero siento, como artista y como ser humano, que no se sabe de dónde vienen nuestros amores. A veces pienso “fue la inmigración”, o “fue mi papá”... pero tengo otros cuatro hermanos y ninguno salió loco por la lectura. En la vida hay muchas cosas inexplicables. Al fin, en la universidad me di cuenta de que la mejor manera de mantenerme involucrado con los libros era ser escritor.
–¿Tiene un proyecto sobre Yunior? Es un eje recurrente en su obra.
–Cada uno de estos libros es un capítulo en una novela más grande. Quisiera escribir una novela sobre la vida de Yunior en varios libros; me faltan unos tres más. Pero soy un escritor tan lento que a veces temo que nunca lo voy a terminar.
–¿Está Yunior en su próxima novela, Monstro? Por lo poco que se sabe parece más influida por el fantasy urbano, género en que se destaca su novia, la escritora Marjorie Liu.
–Monstro va a ser otra clase de libro, otro universo. Pero lo que me interesa escribir no le interesa mucho a mi novia. Por afuera se parece, porque es el mismo género, pero se trata de dos cosas distintas. Yo soy mucho más cruel que ella como escritor.
Díaz fue el segundo latino en ganar el Premio Pulitzer y acaba de obtener la beca Genius de la Fundación McArthur –500.000 dólares en cinco años–, pero el asunto no lo afecta mucho. “De veras, de veras”, insiste. “Hay que verlo psicológicamente. Mi familia era tan rara... gente militar, que no celebraba nada; si ganaba un partido o sacaba una buena nota, no se celebraba: ‘Eso esperábamos. ¿Por qué quieres un premio?’. A veces creo que es lo mejor que me dieron. Siento que no he hecho nada. Mucha gente cree que soy humilde, pero no es así: sólo me crié en una familia humilde. Cuando gané el Pulitzer no armamos una fiesta, ni salimos a tomar un trago. ‘Qué bien’, pensé, y ya. Porque escribir nada tiene que ver con el aplauso de hoy.
–¿Con qué tiene que ver?
–Con hacer el trabajo. No hay que ser especial o un genio; no es necesario ser Mozart, nomás hay que tocar todos los días. Ahora soy reconocido, pero en diez años puede que nadie me conozca. No me siento un elegido; lo que he logrado no requiere ser especial. Uno tiene que trabajar y ya. Aunque a veces pienso que ese niño que fui nunca se hubiera imaginado cuán lejos iba a llegar.
Latinos en Estados Unidos. Ese niño se crió entre los ’70 y los ’80: “Sudáfrica, las guerras sucias en Argentina, Chile, Uruguay, la violencia de Colombia, los genocidios en América Central, los refugiados que de allí venían, el movimiento antinuclear: todo eso estaba en mi cara”, recordó Díaz. “Yo era un niño con curiosidad política. Y mis maestros, formados en los ’60 y los ’70, hablaban de que era posible cambiar el mundo, hacerlo mejor, que uno debía sumarse a un movimiento civil, que de lo contrario uno no podía ser un ciudadano. Soy miembro de mi generación, que es la de Barack Obama aunque él es un poco más grande. Trabajaba, iba a la escuela y después se metía en la actividad comunitaria. Yo me crié en ese sueño.”
–¿Cómo ve la situación de los inmigrantes en los años de Obama, con la promesa incumplida de reforma?
–Los republicanos perdieron dos elecciones presidenciales por la comunidad latina. No hay duda: si no hubiera sido por la comunidad latina, Obama no ganaba. Creo que hasta los republicanos más asquerosos, más conservadores, se dan cuenta de que ya tienen que cambiar su punto de vista y la plataforma del partido hacia los inmigrantes. Creo que la reforma migratoria va a pasar este año porque los republicanos no quieren perder otra elección. Es un punto oportunista para ellos.
–Como primera minoría en los Estados Unidos, ¿cree que los latinos tienen la mayor posibilidad de influir la cultura?
–Es mi esperanza. Como comunidad tenemos mucho poder, pero todavía no lo hemos utilizado. Es un golpe a la imaginación de los gringos pero también a la de América latina. Los gringos nunca pensaron que tendrían tanto latino... es su pesadilla. Durante su historia han pasado de ver esa amenaza de latinos al sur a recibir la ola. Y nuestros países latinoamericanos no se han dado cuenta de que existe una comunidad latina que habla inglés que permanece vinculada con el sur y que va a jugar un papel muy importante. No creo que sólo los gringos tengan que aprender: también nuestros países deben hacerlo, porque creen que ser latinos significa hablar español y ser americano significa hablar inglés. Los latinos en los Estados Unidos vamos a darles una sorpresa a todos.
Fuente: Miradas al Sur.
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