martes, 15 de junio de 2010

CARTA DE JOAQUÍN SABINA AL SUBCOMANDANTE MARCOS



Dónde encontrar una excusa
para tan terca mudez?
Sucede que cada vez,
con mayor saña, las musas
se vengan de quien abusa
del ripio, del do, re, mi.



¿Que puedo contarte a ti,
que no sepas de memoria
si andas cambiando la historia
con la tinta y el fusil?
Bastará con que; en las actas
chiapanecas del dolor,
conste que mi corazón
es una ciencia inexacta
que, a regañadientes, pacta
con la razón militante.


Ojalá, subcomandante,
al cabo de este pregón,
merezca tu absolución
este afónico cantante.



Pero elige con cuidado
a quien diriges tus cartas
porque hay leyendas que infartan
al ánimo más templado.


¿Como puede merecer
corresponsal tan bragado
quien desde el mejor hotel
de Cancún o de Sevilla
oye hablar de la guerrilla
como quien oye llover?
Y, sin embargo, excluido
de partidos y banderas,
me conmueve tu manera
de no darte por vencido,
de disputarle al olvido,
la hoguera del porvenir,
de desempolvar la crin
del caballo de Zapata,
de matar a los que matan,
de enseñarnos a vivir.



Me encargaste una canción
y por décimas te salgo
hace meses que cabalgo
sobre la contradicción
de restaurar la emoción,
en tiempos tan iscariotes
con la mano en el escote
del verso a la antigua usanza.



Así hablaba Sancho Panza
con mi señor Don Quijote.



Por lo demás, cuídate
cuando vengan por las malas,
que no te rocen las balas,
que no te falte papel,
ni frijoles, ni mujer,
que la virgen lacandona
te esconda bajo su lona,
te lo pide un gachupín
que se despierta en Madrid
soñando con tu persona.


Buenos Aires, julio, 1998.


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