COMO SE ESFUMÓ LA MAYOR COLECTA DE LA HISTORIA ARGENTINA
Las donaciones no se usaron para reforzar el armamento ni para proteger a los soldados del hambre y del frío. Los fondos fueron transferidos a cuentas de las Fuerzas Armadas. El oro se fundió y se subastó, pero hubo personas que reclamaron su devolución. Las bufandas terminaron en la basura.
Un militar, el vicecomodoro Juan Carlos Rogani, lo afirma sin pudor: "Se decidió que los objetos sin valor comercial fueran a la basura. Las cartas, los cuadritos, las bufandas no eran vitales, tendrían Prioridad Número 100. Despachar un Hércules para llevar esas cositas no valía la pena, no justificaba el costo de la operación". Una de las abuelas más generosas que tuvo la colecta por Malvinas, Blanca Celia Ortiz de Cogorno, suelta su pena: "Me sentí burlada, los alimentos y el abrigo que mandamos a los pobres muchachos que se morían de hambre y frío nunca llegaron a las islas".
Manuel Solanet, el hombre que manejó las finanzas de la guerra, le pone fin a un secreto de Estado: "La recaudación definitiva en donaciones fue de 54 millones de dólares, casi el doble de lo que demandó la movilización de tropas por la ocupación de las islas, que costó 29 millones de dólares. Sin embargo, ese total apenas hubiera alcanzado para comprar un avión Mirage".
Documentos inéditos permiten reconstruir la ruta del oro que se juntó gracias a la ayuda de la sociedad. Se hicieron lingotes para subasta, pero fue demasiado tarde: la orden escrita para la fundición del material —que Clarín publica hoy— está fechada el 14 de junio de 1982, el día de la rendición ante las tropas británicas.
Son voces de la historia que por la edad de los protagonistas, la destrucción de archivos que ejecutó la dictadura y el silencio que amuralló las explicaciones sobre la derrota en la guerra iban camino al olvido, pero que el Equipo de Investigación intenta recuperar ahora, a 23 años del desembarco argentino en las Malvinas, que permitió recuperar la soberanía de las islas durante 74 días.
El 2 de abril de 1982 no sólo flameó la Bandera argentina en el territorio austral ocupado por los ingleses desde 1833. Despertó además una impresionante demostración de solidaridad de la gente, que se sacó los anillos, tejió medias y pulóveres, escribió mensajes de aliento y puso sus ahorros a disposición de la guerra. Fue la mayor colecta de la historia argentina. Astor Piazzolla donó un bandoneón. Juan Manuel Fangio y Carlos Monzón compraron entradas para eventos benéficos. Guillermo Vilas no jugó en Wimbledon y puso 200 millones de pesos (2 mil dólares). Mirtha Legrand organizó un desfile con Moria Casán y Susana Giménez como estrellas principales. Fillol, Olguín, Galván, Passarella y Tarantini; Ardiles, Gallego y Maradona; Bertoni, Ramón Díaz y Kempes donaron la recaudación completa de un partido de la Selección. León Gieco, Charly García y Luis Alberto Spinetta juntaron 50 camiones de abrigos y alimentos en el Festival de la Solidaridad. Fueron tres meses de donaciones continuas. Hasta en las escuelas se colocaron urnas, vedadas por entonces a la participación electoral.
Pero el esfuerzo colectivo chocó contra lo incomprensible: los víveres no llegaron a tiempo a los soldados congelados en las trincheras. La confianza de la gente quedó herida para siempre.
No hubo sanciones, nunca se encontraron irregularidades burocráticas en la utilización de esos fondos y ningún funcionario fue imputado por delito alguno. Lo dijo la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas en 1988. Y fue la única averiguación que realizaron las instituciones de la democracia, con seis años de demora y en base a la denuncia de una fundación —Héroes de Malvinas— que ni siquiera tenía personería jurídica. Aflora la inquietud: ¿fue aquello una operación limpia o un saqueo a la buena fe? ¿Hubo una adecuada rendición de cuentas por parte de las Fuerzas Armadas? ¿Cómo fallaron los jueces que, luego de la guerra, recibieron pedidos de restitución de donaciones?
Manuel Solanet fue el secretario de Hacienda entre 1981 y 1982, número dos del ministro de Economía, Roberto Alemann, y responsable de las finanzas de la guerra. Se había jurado guardar silencio durante 25 años, un plazo que algunos países consideran razonable para revisar momentos especiales de su historia. Pasaron 23 años, Clarín igual lo fue a buscar, y Solanet habló: "No es difícil convocar a teorías conspirativas, pero, en este caso, hubo un registro y una cuidadosa contabilidad de todas las donaciones recibidas y un detalle de los destinos del dinero: los tres comandos militares y la gobernación de Malvinas. Ahora, cómo lo gastaron las Fuerzas Armadas es una contabilidad que yo no he visto, aunque lo deben tener registrado".
El Ejército, por toda explicación, difundió un comunicado en agosto de 1982, donde afirmaba que, de los 139 mil millones de pesos que recibió, el 53 por ciento fue destinado a medicamentos y equipamiento hospitalario, el 23 por ciento se usó para la compra de repuestos para equipos de combate y el 24 por ciento restante fue para la compra de combustible, calentadores y vestuario especial.
La conversación con Solanet se realizó en un edificio de Retiro, equidistante del Monumento a los caídos en la guerra de Malvinas y de la Torre de los Ingleses. Sobre la mesa, Solanet apoyó los documentos, en su mayoría inéditos, que permiten conocer nuevas precisiones sobre una etapa histórica relatada hasta hoy en forma incompleta (ver Las nuevas pruebas...).
Por teléfono aceptaron hablar el vicecomodoro Juan Carlos Rogani, gerente de Planeamiento y Control de Gestión de Argentina Televisora Color entre 1976 y 1983, y responsable de custodiar las donaciones de la gente al programa especial de televisión del 9 de mayo de 1982; y el general Gerardo Núñez, comandante de Intendencia del Ejército durante la guerra y pieza clave en la cadena de abastecimiento de las islas. Además, se recogieron testimonios de donantes que se sintieron defraudados y se tuvo acceso al expediente completo de la investigación que realizó la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas. El resultado del trabajo permite responder preguntas decisivas en esta historia:
¿Qué pasó con el oro que donó la gente?
Las piezas se fundieron en 73 lingotes en la Casa de Moneda. Pesaban 141 kilos. Con ellos, se hicieron subastas en el Banco Ciudad y el dinero resultante fue depositado en el Fondo Patriótico. Renato Vaschetti, un empresario vitivinícola de Rosario —ya fallecido—, fue el único que logró recuperar los tres kilos de oro que había donado. Su reclamo ante la Justicia se basaba en "los inciertos destinos" que tuvieron las donaciones. En mayo de 1984, le devolvieron las mismas barras que había entregado, con la inscripción de un banco suizo.
¿Qué pasó con los abrigos tejidos por voluntarias?
No llegaron a las islas. Según el vicecomodoro Rogani, los elementos "sin valor comercial" terminaron "en la basura", porque era muy caro y peligroso enviarlos a destino, sobre todo con la interrupción del puente aéreo con el continente por las acciones enemigas. Muchas prendas fueron desechadas porque su colorido "llamaría la atención del enemigo", explicó el general Núñez.
En un informe de circulación restringida, Solanet explica que "ese tipo de esfuerzos ciudadanos constituía todo un problema para las Fuerzas Armadas. No había forma de hacer llegar a las tropas la inmensa cantidad de bufandas, comestibles y otros productos que el impulso patriótico generó en todo el país. Era extremadamente delicado no responder a los donantes cumpliendo con su deseo".
¿Qué pasó con el dinero?
Según la documentación, no reforzó el equipamiento militar ni protegió a los soldados del hambre y del frío. Los fondos fueron transferidos a cuentas de las Fuerzas Armadas y a la gobernación militar de las Malvinas. La Secretaría de Hacienda "no recibió información sobre las adquisiciones o gastos de guerra efectuados con las partidas giradas".
Unos 5.000 millones de pesos llegaron a los comandos militares el 15 de junio de 1982, es decir, un día después de la rendición. El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea tuvieron que devolver esa plata al Fondo Patriótico. Tras la derrota, el dinero fue destinado a la asistencia de los excombatientes y al pago de indemnizaciones. Con el retorno democrático, el remanente fue transferido a Rentas Generales, es decir que terminó diluido en el Presupuesto Nacional del año 1984.
¿Qué pasó con los alimentos?
Se prepararon medio millón de raciones, pero no llegaron a las trincheras. Fueron llevados en containers cerrados y custodiados hasta Comodoro Rivadavia, pero quedaron varados al costado de la pista de aterrizaje. No cruzaron a las islas porque ni los barcos de la Armada ni los aviones de la Fuerza Aérea los transportaron. Se dilapidó el esfuerzo de 35 mil voluntarios que trabajaron durante 9 días, sin descanso, para embalar la mercadería.
El general Núñez aseguró que las raciones "tenían guisos en lata, de sabor italiano; chocolates, calentadorcitos hechos en Fabricaciones Militares, pastillas de cloro para purificar el agua, hasta una botellita de whisky para contrarrestar el frío. Se hicieron pruebas tirando cajas de 12 raciones desde un avión Fiat, conocido como ''El Herculito'', en baldíos de José León Suárez, caían mejor en tierra que en los arroyos. Todo se logró en tiempo récord, pero no se coordinaron los envíos. ¿Y yo qué podía hacer? ¿Llevar todo en un bote de goma? Alguien dijo que un submarino atómico inglés merodeaba la zona para impedir el paso de los víveres". La torpeza haría el resto.
Las nuevas pruebas de la ruta del dinero
Los documentos que hoy salen a la luz permiten trazar un preciso recorrido del oro y el dinero donado en 1982. Es una ruta que no lleva a Malvinas:
• El Fondo Patriótico fue creado por el presidente Galtieri, mediante el decreto 753, el 15 de abril de 1982. "Los fondos recaudados serán destinados a financiar gastos relacionados con la recuperación de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur", afirmaba el artículo 2.
• Una nota al Banco de la Nación, del 30 de abril, ya dejaba traslucir la preocupación de Hacienda por eventuales desarreglos. Pedía que cada sucursal "confeccione una lista de donantes donde conste el nombre, domicilio, monto y fecha del depósito". Y explicaba que el control se veía "dificultado por la ilegibilidad de algunos duplicados de boletas de depósitos".
• Un segundo decreto, el 953, del 5 de mayo, extendió la aceptación de donaciones "a bienes y valores que no sean sumas de dinero" para "la inmediata enajenación" y el depósito del "producido de las ventas".
• El ministro de Interior, general Alfredo Saint Jean, recibió el 10 de mayo un pedido para que se controlara a los bancos receptores de las donaciones. "El depósito sólo podrá ser realizado si las administraciones provinciales o municipales establecieran mecanismos de control..."
• La colecta se agiganta con la maratón televisiva que conducen los populares Pinky y Cacho Fontana por ATC, el canal que había creado la dictadura para transmitir en colores el Mundial de fútbol de 1978. Un memorándum reservado reveló detalles de una reunión en la que se dispuso qué hacer con las donaciones. Se les dio prioridad a los billetes, los cheques y las joyas. Ni se mencionan los abrigos o los alimentos que necesitaban los soldados.
• En un escrito del 12 de mayo, el ministro de Defensa, Amadeo Frúgoli, pidió que el monto global se dividiera por tres, para destinarlo "en forma equiproporcional entre las jurisdicciones 46, 47 y 48", es decir los comandos del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.
• El 20 de mayo el Ministerio de Economía hizo circular un detalle de lo recaudado. "Hasta ayer, el Banco Nación recibió 261 donaciones en joyas y monedas de oro, incluyendo relojes, valiosas medallas conmemorativas, collares, alianzas". Y consignó tres transferencias, por 55.402,1 millones de pesos a cada fuerza, más otra de 4.000 millones a la gobernación militar malvinense.
• Para el 30 de julio del 82, el Banco Nación registraba 1.119 donaciones en oro y alhajas. "El día 14 de junio —señaló una nota oficial, sin reparar en que ese día se había perdido la guerra— comenzó en ese banco la clasificación de las alhajas recibidas y su envío a Casa de Moneda para su fundición, en lingotes de un kg, de todo aquello que constituye oro de chafalonía".
• El retardo para que las donaciones se transformaran en ayuda a los soldados quedó confirmado en otro párrafo de ese documento: "El mismo día 14, el Banco Ciudad comenzó la subasta de todos los bienes que le transfiriera ATC". Era tarde.
• La dictadura entró en picada y Reynaldo Bignone asumió la Presidencia en julio. El 8 de noviembre, con el decreto 1158, dispuso que el dinero fuera "a la atención de los gastos que demande el otorgamiento de indemnizaciones a los que, en el curso de las acciones bélicas, hayan resultado afectados psicofísicamente y a los familiares de las víctimas".
Quedaba corporizado el desvío: la ayuda no llegó a tiempo a los soldados que peleaban por las islas y, ahora, la plata sólo servía para tratar de curar sus heridas.
Por Pablo Calvo
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