jueves, 10 de junio de 2010

VOTAR CON MODERACIÓN


El director de la revista Barcelona nos propone en esta nota otra mirada sobre la realidad. Según su entender, la política ya no causa repulsión porque la pulseada la ganaron los moderados.


Por Pablo marchetti
Director de Barcelona

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que para eso que suele conocerse como “opinión pública” hablar de política era algo parecido a hablar de peste, hurto, tráfico de bebés, robo de órganos o algún otro pasatiempo por el estilo. Cuando digo “hubo un tiempo” no quiero decir que esa clase de (llamémoslos de algún modo) pensamientos no tenga plena vigencia por estos días en la Argentina. Sin embargo, en medio de este clima preelectoral, la política se impone como tema, aunque más no sea por las repercusiones que surgen de lo que irradia ese aparato de reproducción ideológica que comanda Marcelo Tinelli, que supo llamarse Bailando por un sueño, Cantando por un sueño y Patinando por un sueño, y que hoy responde al alias de Gran Cuñado.


Para la opinión pública hoy la política ha dejado de ser algo asqueroso. Al menos, han perdido fuerza frases como “acá los políticos sólo quieren robar” o gemas por el estilo. Esto no significa que no se escuchen cosas así a bordo de un taxi, en la cola del banco, en la verdulería, en un colectivo o en cualquier otro foro cívico. Nunca falta el que se le anima al gel y los reflejos, a la campera con corderito, al anorak inflado de duvet, a las calzas flúo o a algún comentario del tipo “a los políticos lo único que les importa es su bolsillo, no los problemas de la gente”. (Sí, a la gente le encanta hablar de “la gente”.) Pero una cosa es el gil que está fuera de moda y otra muy distinta la mayoritaria tendencia de época.


En la actualidad, se sabe, lo dicen los analistas políticos más serios, lo que reclama la gente (sí, a los analistas políticos más serios también les encanta hablar de “la gente”) es moderación. Nada de exabruptos, nada de “acá todos quieren robar”. No, hoy la sensación es que la política puede solucionar los problemas de la gente. (Sí, los moderados aman más que nadie en el mundo hablar de “la gente”; a diferencia de los desbordados o desquiciados, que hablan de “el pueblo”, “las masas” o, ¡qué horror!, “las clases sociales”.) Siempre y cuando la política sea responsable, es decir, esté en manos de los moderados.


La política no debe ser algo tan sucio si hay un montón de millonarios que se le animan. Allí están Mauricio Macri y Francisco de Narváez como principales exponentes de los millonarios que, desinteresadamente, se meten a hacer política. Gente que está hecha (eso piensa “la gente”), que no tiene por qué meterse en semejante quilombo, y que si lo hace es por puro altruismo. De onda, digamos. Porque si un clásico como “los políticos sólo quieren robar” está tan demodé como la condición de ídolo riverplatense del Ogro Fabbiani, el “si es millonario no va a robar” tiene una vigencia tan plena como la de Caruso Lombardi como técnico sacapuntos.


Hoy la política existe y tiene más o menos buena prensa gracias a los moderados y sus moderadas gestas. La principal fue la del campo, gesta moderada si las hubo (y las hay, y las habrá). Y la oposición es el principal bastión de los moderados: los ya citados Macri y De Narváez, Gabriela Michetti, Felipe Solá, Carlos Reutemann, José Manuel de la Sota, Julio Cobos, Elisa Carrió y todo el radicalismo son grandes moderados. También hay muchos moderados entre los periodistas: Joaquín Morales Solá, todos los de TN, casi todo los de La Nación (esto es, todos menos Mariano Grondona, que supo ser moderado en los ’90 y hace algunos años volvió a ser el de siempre), la mayoría de los de Clarín, la mayoría de los de los que están en las grandes radios...


Tan vastos son los terrenos que abarca la moderación periodística que “Seis, siete, ocho” (que va a las 20, por Canal 7 y que fue el primer y hasta el momento de escribir estas líneas, único medio que se refirió a la escandalosa censura a “Tres Poderes” en el canal de De Narváez), más que un programa sobre medios que sale por el canal estatal parece un ciclo hecho de manera clandestina en algún lugar remoto del Impenetrable Chaqueño y emitido por el canal que tiene por internet el PTS.


Por supuesto, también hay mucho moderado entre los dirigentes rurales: todos los de la Sociedad Rural, Hugo Biolcatti, Mario Llambías, Luciano Miguens... Hasta Eduardo Buzzi, que es bastante sacado en su discurso, logra un “aprobado” en moderación gracias a esa pinta de moderado, con su bigote prolijamente moderado, su pelo entrecano responsablemente moderado y sus modales seriamente moderados. En fin, casi todos son moderados. Que es lo mismo que decir todos menos Alfredo De Ángeli, que es una especie de hermanito desquiciado de los moderados de turno, algo así como un Luis D’Elía anti K.


Afortunadamente la moderación no es patrimonio exclusivo de quienes odian al Gobierno. Hay también muchos moderados en el oficialismo. Sergio Massa y Daniel Scioli son los casos más notorios. Son pocos, sí, pero es más difícil ser moderado estando en el Gobierno. Eso sí, lo bueno de la moderación es que es absolutamente transversal.


Si hoy la política no es vista exclusivamente como una vía rápida de enriquecimiento personal es gracias a que los dirigentes moderados coparon la parada. Claro que siempre hay problemas. Al menos “la gente” siempre está preocupada (a la gente le preocupa que la gente esté preocupada; y, encima, la gente habla de sí misma en tercera persona, como Maradona o Tevez). Y lo que le preocupa ahora a la gente no es que los políticos sólo quieren robar, sino que no hay debate. El gran problema parece ser que en la campaña no se discutan ideas.


Que se entienda: el reclamo pasa por demandar un debate, por reclamar ideas y por exigirle al contrincante que muestre sus propuestas. Jamás por proponer algo. Porque tener propuestas no es algo propio de moderados. Sin embargo, los moderados piden debate y exigen soluciones. Seguramente añoran aquellas grandes discusiones ideológicas que signaron las campañas argentinas a lo largo de la historia. Por ejemplo, la claridad con que exponían sus ideas Antonio Cafiero y Juan Manuel Casella, las grandes propuestas que llevaron a lo alto del parnaso teórico político a gente como Erman González, Carlos Ruckauf, Adelina de Viola, Jesús Rodríguez, Álvaro Alsogaray, César Jaroslavsky, Fernando de la Rúa…


En fin, la lista es inagotable. Casi tanto como la cantidad y calidad de propuestas que estos personajes pusieron sobre la mesa de discusiones de cada una de las elecciones en la historia argentina, tanto la reciente como la no tanto. Lamentablemente, nada queda de aquellos ricos y profundos debates preelectorales de otras épocas. Los tiempos cambian. Menos mal que tenemos a los moderados. Siempre nos quedarán los moderados.

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