Por Nora Sánchez.
Hasta hace tres meses, cada tanto había un picadito en la cancha de Caseros y General Hornos, debajo de la autopista. Ya no. En marzo, el predio fue tomado por varios cartoneros. Primero rompieron el alambrado e improvisaron un par de carpas. Ahora cada vez hay más y ya armaron casillas con cajones, cartón o frazadas. El asentamiento sigue sobre la plaza Casa Cuna, que está al lado, donde hace cinco años ya hubo un desalojo.
Este es uno de los diez campamentos que hay bajo las autopistas que atraviesan los barrios de Constitución y San Cristóbal. Autopistas aprovechadas como techo por decenas de hombres y mujeres acuciados por la miseria. “No tenemos adonde ir. Y si contás que estamos acá nos van a venir a echar ”, se atajó una mujer que vive en uno de esos espacios ante la consulta de Clarín .
En Médicos del Mundo calculan que hay 10.000 personas viviendo en la calle, pero según el Gobierno porteño serían 1.400. “Son datos de 2009. Aún no hicimos el censo 2010, pero vemos que el problema va en aumento por el crecimiento de la pobreza. Por su desarrollo, la Ciudad es un polo de atracción para gente del interior del país y de países limítrofes, que llega sin nada con la expectativa de conseguir un empleo. Cuando eso se frustra, termina viviendo en la calle”, explica la ministra de Desarrollo Social porteña, María Eugenia Vidal.
El campamento más grande de los bajo-autopista es el de Caseros y General Hornos. “Son familias de cartoneros y no generan problemas . Pero el Gobierno de la Ciudad debería acercarse a darles una opción, porque sí ocasionan contaminación ambiental. No tienen agua ni baños y hacen sus necesidades en la calle, a metros del hospital de niños Pedro Elizalde”, contó un grupo de vecinos de la calle Ituzaingó. “Los que sí causan problemas –diferenciaron– son los que se asentaron en Hornos y Finochietto, que suelen estar borrachos o drogados. Se te cruzan en la bajada de Caseros de la autopista para que pares el auto y te roban. Además, le prenden fuego a los tachos de basura”.
En San Cristóbal, en la calle Pasco hay un dormitorio bien instalado, con sommier y todo, bajo la autopista 25 de Mayo. Justo a la vuelta, sobre Rincón, vive una familia. Incluyendo a una nena de menos de dos años, que come y se ríe sentada en su sillita, acostumbrada a esa casa que no es casa . Los restos de una vida anterior, tal vez bajo un techo verdadero, se desparraman contra un paredón, donde se apilan valijas y muebles.
En Combate de los Pozos, bajo la autopista viven dos hombres. Uno armó su carpa con frazadas y esterillas. Otro duerme entre bolsas y cajas, junto al carrito con que junta lo que puede para sobrevivir. Por épocas, aquí también llega una familia con chicos. Trabajan limpiando vidrios . También hay colchones en Solís y Sáenz Peña.
“En la mayoría de estos asentamientos ya venimos interviniendo –dice Vidal–. Entre nuestros programas Buenos Aires Presente (BAP y Equipo Móvil contamos con 250 personas que recorren las calles. Y durante el invierno habrá el doble. Tenemos 1.400 camas para ofrecer por noche. Y un subsidio habitacional de $ 700. Pero la situación de calle produce arraigo y muchos no quieren aceptar los recursos del Gobierno o las reglas de un refugio”.
En Bernardo de Irigoyen y San Juan, varias personas se afincaron al costado de una estación de servicio en desuso. Sobre el alambrado desplegaron una bandera argentina y sus escasas pertenencias. Y en la vereda pusieron un par de mantas con libros y viejos casetes, en venta por unos pocos pesos. A los equipos del BAP que los visitaron varias veces, les contaron que ahí viven dos parejas, una mujer embarazada y un chico de 14 años, aunque la población varía. Hasta ahora, ninguno aceptó las alternativas ofrecidas por el Gobierno.
También vive gente en Piedras y Brasil, donde el cantero de tierra de un estacionamiento se convirtió en un lugar ideal para acampar. A medida que la autopista se aproxima a la estación Constitución, la mayor parte de los campamentos son de cartoneros del GBA, que prefieren quedarse en Capital durante la semana. Como el de Brasil y Lima Este, donde cuelgan la ropa en una reja. Y los cartoneros se arman carpas con frazadas y prenden fogatas, para mitigar el frío, cada vez más intenso.
“A veces saco $ 40 por día”
“Intenté con todo, ayudante de albañilería, changas, de todo, y ahora levanto cartón acá hace cuatro años”, le dice Mario, 50 años, a Clarín mientras empuja su carro por la vereda de Caseros, en Constitución. Después de trabajar años en una empresa de mudanzas en Barracas, el hombre fue despedido y tuvo que empezar de nuevo. De cero. Levanta residuos para reciclar y así puede mantener a su mujer y sus tres hijos, quienes lo esperan después de trabajar más de 15 horas por día. “Salgo a las siete de la mañana y vuelvo a veces a las cuatro de la mañana, es así”, dijo. Y agregó: “Con suerte, en un buen día logro sacar unos 40 mangos, no más que eso, pero me sirve para que coma toda mi familia”, explicó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario