“Ese discurso machista que tanto criticó Puig en el pueblo y en las familias de General Villegas y que plasmó en su novela Boquitas Pintadas salió a flote ahora y lamentablemente sigue todavía vigente”, observa Patricia Bargero, una estudiosa y enamorada del escritor oriundo de esa localidad bonaerense, donde por estas horas sus habitantes están enfrentados a partir del caso de los tres hombres denunciados de abusar sexualmente de una chica de 14 años, en un hecho que ellos mismos filmaron y difundieron. Bargero es docente, bibliotecaria y coordinadora del Programa Puig en Acción de la Biblioteca Municipal de Villegas. A pedido de los directores de las escuelas secundarias locales, públicas y privadas, empezó a dar una serie de talleres a los alumnos y alumnas para releer a Puig a partir de los últimos acontecimientos que sacudieron la ciudad. “La propuesta que les llevé fue analizar Boquitas Pintadas a partir de una frase de Puig respecto de los géneros populares: él decía que sufrían el mismo maltrato que las mujeres de los años ’30: ‘se gozaba con ellas, pero no se las respetaba’.”
La humillación de las mujeres, las relaciones de dominación, los silencios y las complicidades pueblerinas que atraviesan la segunda novela de Manuel Puig (publicada en 1969), que transcurre en un pueblo que en la ficción se llama Coronel Vallejos –pero que claramente es su Villegas natal–, reaparecieron cuatro décadas después en el episodio del abuso sexual denunciado en la Justicia, en la marcha que defendió a los acusados y en los comentarios que todavía se escuchan por las calles, señala Bargero. Pero también, apunta la bibliotecaria, les ha servido a algunas mujeres de la ciudad para romper el silencio y contar por primera vez que ellas también sufrieron un abuso sexual en algún momento de sus vidas. A ella, varias conocidas le hablaron ahora de abusos padecidos en su infancia.
Bargero nació en una localidad cercana, Emilio Bunge, pero terminó su secundario en Villegas y se radicó definitivamente allí en 1985. Cuatro años después empezó a organizar lecturas de Puig en la Biblioteca Municipal y una serie de homenajes –con obras de teatro y cinedebate sobre sus obras– para recuperar la figura del escritor. Entre las actividades, incluyó luego talleres en los colegios secundarios para analizar Boquitas Pintadas. “Este año decidimos repetirlos y justo nos topamos con este suceso. Los talleres los íbamos a hacer en junio y julio, pero las directoras nos pidieron que fuéramos urgente a las escuelas porque no saben cómo tratar el tema del abuso, el video y las marchas. Su idea es analizar la moral sexual, las relaciones de dominación, el sexismo y el machismo a través de Boquitas Pintadas y sus personajes, cuenta. Y repasa: “Nené trabaja en una tienda. Antes fue enfermera del doctor Aschero. Un día en que ella estaba resfriada, él la toquetea al revisarla, y poco tiempo más tarde, después de acompañarlo a atender una urgencia en el campo, él abusa de ella. Desde ese momento se convierte en su amante hasta que la mujer la descubre y la echa. Nené vive siempre con miedo de que eso se sepa, o de que Juan Carlos, su novio, lo descubra y la abandone. Juan Carlos, buen mozo, mujeriego, es el novio oficial de Nené, pero a escondidas se encuentra con Mabel, a quien realmente ama. Juan Carlos le da consejos a Pancho, su amigo de salidas. Le aconseja ‘que le dé el zarpazo’ a Raba antes de que otro se le adelante. Cuando Nené lo deja, Juan Carlos seduce y abusa de una chica de 13 años. Más tarde, vive de una viuda. Anota sus amoríos en una agenda. Pancho aborda a Raba en una romería española y a la salida abusa de ella. Raba queda embarazada y espera siempre el amor de Pancho, que nunca llega. Mabel es una chica bien, que tiene un novio que es un estanciero inglés, pero en las noches recibe a Juan Carlos. Años más tarde, recibirá a Pancho. Raba trabaja en la casa y mata a Pancho una noche que lo ve salir de la habitación de Mabel. Mabel contará estos hechos en una confesión. Las mujeres esconden esos vínculos. Los hombres hablan de ellos. Ahora tenemos que los tres varones que estuvieron con la chica de 14 años filman el abuso y lo difunden por los celulares e Internet. ¿Sigue habiendo Nenés, Rabas, Juan Carlos, Pancho, Aschero, niñas de 13 años abusadas? ¿Qué hacemos ante eso? En la novela aparecen los hechos, el rumor, el silencio, las acusaciones, la culpa. ¿Cuáles de todas esas conductas siguen siendo nuestras?”, se pregunta Bargero.
El primer taller lo dio en el Instituto María Inmaculada. En la lista también está el Colegio Nacional, adonde concurre la chica que denunció el abuso sexual y cuyo edificio fue la vinería que tenía el padre de Puig, al lado de la cual estaba la casa en la que vivió la familia del escritor –después de dejar la que Bargero ahora habita– hasta 1949 cuando se muda a Buenos Aires.
Bargero tiene 48 años. Cuenta que se enamoró de Puig cuando lo descubrió a mediados de los ‘80, al empezar a trabajar en la Biblioteca Municipal. “Había oído pestes de él en mi niñez y cuando empecé a leerlo no sólo me fasciné, sino que empecé a preguntarme qué les pasaba a los villeguenses al leerlo”, apunta.
Cuando Puig escribió La traición de Rita Hayworth, su primera novela y la más autobiográfica, habló de los intentos de violación que había sufrido en la escuela por parte de alumnos mayores, dice Bargero. “En Villegas nos enojamos con él porque ‘ensuciaba’ a Danilo Caravera en Boquitas, el joven que lo inspiró para el personaje de Juan Carlos, pero no dijimos nada ante los abusos que denunciaba en casi dos capítulos de su primera novela. ¿Qué cosas vemos y cuáles silenciamos? ¿Cuánto de lo denunciado por Puig sigue ocurriendo todavía en Villegas?”, se pregunta.
–¿Cómo describía Puig a Villegas?
–Refiriéndose a los años ’30, Puig decía: “(General Villegas) Era la vigencia total del machismo, allí estaba aceptado que debían existir fuertes y débiles. Lo que daba prestigio era la prepotencia. Lo que hacía respetar a alguien es que gritara fuerte. La escuela de todo ese sistema de explotación estaba en la pareja, en los hogares...”.
Esa fue otra de las frases que Bargero usó en la escuela para rastrear las formas de machismo y el origen de los prejuicios. “En este punto, las mujeres les pasaron factura a los varones, pero reconocieron que cuando se trataba de juzgar a otra mujer ellas pueden ser más feroces. Pusimos la lupa en los varones de la novela, ‘machos’ que no pueden crear un verdadero vínculo con nadie: uno termina asesinado y el otro, vampiro que vive y chupa la vida de los demás, muere asfixiado. Fuimos todo el tiempo de la novela a la situación actual. Si bien reconocían que éste también era un abuso, que ella hubiera consentido la relación les hacía ruido. Se comportaba como adulta, dijo alguno. Así que definimos qué se entiende por adulto. Analizamos la concepción de sí mismo que tiene todo abusado e insistimos con que el abuso se comete cuando el otro deja de ser visto como persona y que, más allá del abuso sexual en sí, hay muchas más variadas y muy sutiles formas de abusar del otro, y que lo hacemos tanto con la palabra como con el silencio. Uno de los alumnos concluyó que estábamos peor que 80 años atrás”, describió Bargero a Página/12, a la salida del taller. “La sensación que me quedó –contó– es que no vamos a cambiar la mentalidad de un pueblo leyendo críticamente a Puig, pero al menos les sembramos algunas dudas a los adolescentes, o por lo menos los enfrentamos con otras opiniones y algunos cuestionamientos.”
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