El entusiasmo que despertó el Papa Francisco con sus actitudes de sencillez y austeridad fue un excelente comienzo de pontificado para Jorge Bergoglio.
Por Sergio Rubin
Pero también para la propia Iglesia católica, ya que, en poco más de dos semanas desde que llegó a la silla de Pedro, el argentino le cambió el aire a una institución –sobre todo el Vaticano– que venía muy golpeada por escándalos varios, denuncias de presuntos casos de corrupción y pujas de poder en la curia romana. Claro que, pasada la Semana Santa –la principal conmemoración de los cristianos– llega ahora para Francisco el momento de gobernar una comunidad con 1.200 millones de fieles y, en lo urgente, sanear su situación interna. Por lo pronto, la principal atención está puesta en a quién elegirá Francisco como su número dos, como el secretario de Estado del Vaticano. Por razones diversas, los dos anteriores que ocuparon ese puesto -los cardenales Tarcisio Bertone (aún está en el puesto) y Angelo Sodano recibieron muchos cuestionamientos. Componendas políticas, manejos poco claros del dinero, privilegos y favores a conocidos e, incluso, en el primer caso, directamente impericia, fueron algunas de las imputaciones que se les hicieron.
Todo ello en medio de pujas favorecidas por cierto desgobierno, primero ante el debilitamiento de la salud de Juan Pablo II y luego por la falta de atención de Benedicto XVI. En verdad, entre los hombres del Vaticano que valoran particularmente a Bergoglio y tienen muchas esperanzas cifradas en que podrá sanear la curia, existe el extendido anhelo no sólo de que acierte con la elección del secretario de Estado, sino que integre lo más rápidamente todo su equipo de colaboradores. “Se están viendo pequeños desajustes, acaso imperceptibles para la gente común, pero que revelan que Francisco necesita urgentemente muy buenos y confiables colaboradores”, confió a Clarín una calificada fuentes del Vaticano. Otra decisión que se espera con ansiedad es qué hará el nuevo Papa con el Instituto para las Obras de Religión (IOR), el famoso Banco Vaticano, investigado por lavado de dinero y, en general, manejos poco claros. Los vaticinios que aquí se hacen van desde la decisión del papa de cerrarlo lisa y llanamente hasta reformarlo de raíz, convirtiéndolo prácticamente en una suerte de ”banca ética”, una entidad modélica en materia de finanzas y al servicio de las obras de caridad. En un plano general, Francisco sabe que debe afrontar la pérdida de fieles y la escasa práctica religiosa. Su insistencia en pedir a los sacerdotes y laicos más comprometidos que salgan de las parroquias y vayan al encuentro de la gente con su mensaje es un buen punto de partida. En temas puntuales, puede haber sorpresas: Por caso, designaciones de mujeres en puestos destacados de la curia (¿La presidencia del Consejo de la Familia?). O la ordenación sacerdotal de casados (no de solteros) en regiones del mundo de gran escasez de sacerdotes.
Pero todo ello llevará seguramente más tiempo. En tanto, Francisco seguramente buscará darle más participación a los Episcopados de cada nación en las decisiones. Acaso así obtenga más sustento –junto con lo bien que cayó entre los fieles– para afrontar una tarea que se revela por cierto titánica.
Fuente: Clarin
No hay comentarios:
Publicar un comentario