martes, 23 de abril de 2013

JORGE BERGOGLIO SE PORTO MUY BIEN CON LOS SACERDOTES QUE SE CASARON

Entrevista a Clelia Luro, la viuda de monseñor Jerónimo Podestá. La ex compañera del obispo que impulsó las Comunidades de Base contó que cuando su marido estaba enfermo, Bergoglio lo acompañó. Asegura que Francisco "fue siempre peronista" y augura que será un "muy buen Papa".

Por Roly Villani

Quizás para las nuevas generaciones de militantes cristianos que acompañan a los curas villeros el nombre de monseñor Jerónimo Podestá no signifique mucho. Pero los que tienen algunos años de patear los barrios saben que el dictador Juan Carlos Onganía lo definió como su principal enemigo cuando en 1967 llenó el Luna Park para hablar sobre la Populorum Progressio (un gesto impensable y acaso imposible en este siglo XXI, un cura católico con convocatoria masiva para hablar de política y religión). Quizás es más conocida su lucha por el derecho de los curas a casarse y su propia renuncia a los hábitos para unirse con quien fuera desde entonces su esposa y compañera, Clelia Luro, y la fundación de la Federación Latinoamericana de Sacerdotes Casados y sus Esposas. A raíz de la designación de Jorge Bergoglio al frente del Vaticano, Tiempo Argentino visitó a Clelia Luro en su casa del barrio de Caballito. Allí, entre fotos de su compañero y recuerdos de la lucha de toda una vida, Luro aseguró que Francisco "va ser un gran Papa, el Papa que va a dar vuelta a la Iglesia".
–¿Cuándo lo conoció a Bergoglio?
–Lo conocí cuando Jerónimo estaba enfermo. Ninguno de la Iglesia se acercó, pero cuando Bergoglio se enteró que estaba internado le habló por teléfono. Y cuando lo trasladaron a terapia, Bergoglio estaba en una audiencia, largó todo y se acercó a llevarle la unción de los enfermos –que no es lo mismo que la extremaunción–. Sé lo que debe haber significado para Jerónimo, después de tantos golpes que le dio la institución, que un cardenal lo acompañara y estuviera rezando con él.
–¿Y después de ese episodio se volvieron a comunicar?
–Me llamaba todos los domingos. Desde que murió Jerónimo, hace 12 años, estuvo siempre atento.
–¿De qué hablaban?
–De la Iglesia y de política. Bergoglio fue siempre peronista. Pasa que tanto él como Jerónimo en la época que fue obispo de Avellaneda, son obispos de todos. Jerónimo tampoco pronunció nunca públicamente su opinión política. Venían y le preguntaban: "Usted, ¿a quien apoya?", y él contestaba: "A Racing y a Independiente", como para dar una idea de que era obispo de toda la diócesis.
–¿Qué cree que pasará con este Papa?
–Va a dar un vuelco como Juan XXIII. Ya empezó dando gestos. El primero, que impactó a los que lo captaron, fue que salió con su capita blanca al balcón y dijo: "Antes de darles la bendición, les voy a pedir que ustedes me la den a mí." Dio un vuelco, puso al pueblo antes del poder. Eso estaba en el Concilio Vaticano II.
–¿Y en lo que respecta a su lucha de toda la vida, el celibato?
–El problema del celibato es que para la Iglesia es un problema cultural. La Iglesia funcionó como una madre posesiva, que no quiere que el hijo se case porque cuando se casa empieza a ser un hombre libre. La Iglesia sabe que le costaría mucho manejar a un grupo de hombres libres y, durante muchos años, hubo quienes tenían miedo de abandonar el celibato porque era parte de la cultura de la Iglesia Católica; pero ese problema cultural, hoy no está: hoy no se escandalizaría nadie por el hecho de que los sacerdotes se casen. Al revés, la gente de hoy no entiende por qué no pueden ser como todo el mundo.
–¿Cree que Bergoglio va a plantear el tema?
–Creo que se le va a hacer muy difícil, aunque sé muy bien lo que piensa y lo que quiere, porque ha hablado mucho conmigo, le mandé mucho material de los sacerdotes casados y sé perfectamente que él se comporta muy bien con sus sacerdotes casados: los ayuda a encontrar trabajo, a tener casa, cosa que la institución no hace, los manda al medio de la calle.
–¿Por qué cree que lo eligieron Papa?
–Él no quería quedarse allá. Tanto es así que tenía pasaje de ida y vuelta. Pensaba regresar el 23 y ya había pedido ir a misionar a un hogar de ancianos. A él le gustaba estar con la gente, no el poder. Pero cuando vi que hubo cuatro días de humo negro, me dije: "Va a tener que aceptar porque, si no, no van a ponerse de acuerdo nunca." Y se ve que aceptó como una crucifixión, como una nueva entrega. Por eso tiene ese rostro de serenidad, casi contenta, de alegría por sentir que está cumpliendo con la voluntad de Dios.
–¿Usted cree que va a ser un buen Papa?
–Un muy buen Papa. No sé si fue el rayo que cayó en el Vaticano, la paloma que salió volando o los signos que hubo, pero es el Papa que necesitamos. «
"A verbitsky no le gusta la iglesia católica"
Clelia Luro está muy enojada con las acusaciones que llovieron sobre el flamante Papa acerca de su complicidad con la dictadura.
"Horacio Verbitsky lo quería destrozar, con esa historia de que había entregado los curas a los militares. Como argentina, siento vergüenza de las cosas que se dicen del Papa Francisco. Es una obsesión de Verbitsky por destrozarlo, porque no le gusta la Iglesia Católica, pero se equivoca: cuando golpea a Bergoglio no golpea a la derecha de la Iglesia, sino que golpea a la Pastoral Social, la oposición a la derecha dentro de la institución. Con la misma idea ahora lo está golpeando a monseñor José María Arancedo. Pero Arancedo es muy buena persona y no tiene por qué hablar mal de él", dice Clelia.
–Y con respecto al caso de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics, ¿habló alguna vez?
–Claro. La cosa fue así: él era el jefe de la orden provincial de los jesuitas. Estos dos curas luchaban en la villa de Flores. Él les advirtió que estaban marcados, que se fueran, y ellos no hicieron caso, siguieron y los militares los detuvieron. Después dicen que Bergoglio tenía reuniones con Emilio Massera, y en realidad habló con Massera para sacarlos del país. Ahora, Yorio murió en Uruguay convencido de que Bergoglio los había entregado, aunque lo más grave que podía decir es que Bergoglio no los ayudó cuando en realidad hizo lo que un provincial tenía que hacer: advertirles. Ahora, Jalics vino a Buenos Aires, celebró una misa con Bergoglio, estuvo todo bien y después, cuando los periodistas le preguntan qué pasó con la dictadura dice: "De ese tema yo no hablo." A mí eso me indigna.
 
Fuente: Tiempo Argentino

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