lunes, 8 de abril de 2013

"AVELINO ERA VALIENTE Y TREMENDAMENTE ETICO"

Entrevista a Delia Maisel. La historiadora, autora del libro Memorias del apagón, trabaja ahora sobre la vida de Avelino Bazán.
 
Olga Aredez siempre hablaba de dos grandes empresas que se habían mantenido impunes durante casi un siglo –sostiene la periodista–, y ahora, en estos días, uno toma conciencia del valor de esas palabras. Porque entre Ledesma y El Aguilar hay similitudes enormes, y también las hay si vemos la valentía y la ética de Luis Aredez y Avelino Bazán, que se corrieron de ese lugar de 'héroes individuales', que salieron de la épica, y con humildad y simpleza fueron referentes de un proyecto que buscaba dignificar a la clase trabajadora, denunciar las injusticias, y condenar a los responsables de su explotación. Avelino fue un autodidacta, nunca pudo estudiar, y su ética era de fierro. Muy lejos de interpretarlo como mártir, la idea del libro es destacarlo como parte de ese conjunto, y descubrir una lucha que hasta hoy permaneció tapada."
–Justamente por eso, la investigación seguramente fue difícil...
–Sí, porque en los apagones había una Olga que abría puertas, que gritaba, que mostraba documentación y era contundente con los asesinos. En este caso no. Esperé siete meses para que la Asociación Obrera Minera Argentina (AOMA) me abriera sus archivos, y cuando lo hicieron mostraron unos pocos papeles, dijeron que "estaba todo mojado". Ni hablar de SOMA, el sindicato de la mina. No tienen ni siquiera una foto de Bazán en la entrada. Centré el trabajo en los testimonios de los compañeros de Avelino, secuestrados aquel 24 de marzo de 1976, cinco días antes de que se lo llevaran a él por primera vez. Esa movida demuestra más coincidencias con lo hecho por Ledesma: a los 29 mineros los cargan en camionetas de El Aguilar, como parte de un sistema operativo que, al igual que en Libertador, se hizo con fuerzas conjuntas de Gendarmería y la policía de Jujuy.
–¿Cómo definirías El Aguilarazo de 1973?
–Como una rebelión minera muy recordada, frente a las injusticias que significaban los sueldos de hambre. Pero no como lo más importante, y acá es necesario aclarar ciertas cosas. Hacer historia es preguntarle al pasado, y yo me hice dos preguntas fundamentales cuando arranqué: quiénes eran los secuestrados del día del golpe, y por qué la empresa había puesto sus móviles al servicio de esos secuestros. La respuesta al primer cuestionamiento era que todos, los 29, eran integrantes de la Comisión Interna de la mina, responsables de llevar adelante las huelgas, las asambleas, los reclamos por derechos olvidados. En otra palabra, "activistas". Aunque el término haya sido bastardeado y tomado despectivamente por las fuerzas dominantes, me parece el mejor. Se mantenían activos frente a las injusticias, y trataban de hacerse respetar como seres humanos. Y en cuanto a las camionetas, era evidente la responsabilidad de la empresa en los operativos, lo que desnudaba la pata civil dentro de la represión. Pero El Aguilarazo no nacía de la nada, tenía antecedentes, y por eso digo que no fue lo más importante de aquellas luchas. El verdadero hito ocurrió en 1964, cuando los mineros llevaron adelante una huelga de 33 días coronada por una marcha programada desde La Quiaca hasta San Salvador de Jujuy, para denunciar los bajos salarios, la insalubridad y la explotación. Trabajaban como esclavos 16 horas por día, ocho como parte del régimen laboral, y la otra mitad por horas extra, obligados, debido a la paga miserable.
–Y todo eso desencadenó aquella rebelión.
–Claro, fue una continuidad. Otra vez recuerdo palabras de Olga: el indio norteño es callado, tranquilo, aguantador. Pero cuando explota, no hay nadie que lo pare, es como un dique roto por la fuerza del agua contenida. A fines del '73, la derecha peronista ya en manos de Isabel cortó las horas extra: fue la chispa que encendió El Aguilarazo. La insurrección duró menos de una semana, pero se hizo incontrolable. Y Avelino, que en ese momento era director de Trabajo de Jujuy, tampoco logró detenerla, a pesar del respeto y la admiración que le tenían de sus épocas como dirigente gremial. Las mujeres de los obreros cargaban dinamita en sus delantales, se quemaron camiones, la proveeduría, y algunos recuerdan una anécdota con Eduardo López, uno de los gerentes. El tipo era sanguinario, violento, y lo hicieron caminar a las patadas desde la planta de tratamiento hasta el socavón, más de dos kilómetros, con una bandera argentina al hombro.
–Es imposible no relacionar los hechos. Porque el operativo del 24 de marzo después se repetiría con iguales características en julio de ese año, con el Apagón en Libertador y Calilegua.
–Exacto, tienen características iguales. Si tomamos el conjunto de 29 obreros, a varios los obligaron a renunciar, y a otros directamente los echaron. Un grupo fue arrastrado al destacamento de La Quiaca, con cadenas en las manos y en los pies, y el resto fue llevado al penal de Gorriti, donde se encontraron con Luis Aredez. Estuvieron un día sin comer, los amenazaron de muerte, y les dijeron que los iban a matar. Los represores no pararon de preguntar por Avelino y lo que había ocurrido en El Aguilarazo tres años antes, hasta que pudieron secuestrarlo a los pocos días.
–Sin embargo, en el '73 Avelino Bazán ya no trabajaba en la mina. Era funcionario, como decías.
–Lo que ocurre es que su influencia había sido tan grande que, para los militares, él era la figura más buscada de todas. Es más, Bazán fue personalmente al socavón para detener esa rebelión y evitar que algún obrero muriera, pero la indignación era tal que no pudo, y la Gendarmería terminó asesinando al obrero Adrián Sánchez. Con su carrera política, Avelino se convirtió en más "peligroso", porque intentó desde la función pública cambiar esas condiciones de trabajo terribles, y el poder no se lo perdonó. No sólo no olvidó a sus compañeros, sino que además trató de mejorarles la vida con proyectos, con leyes, con medidas que buscó poner en práctica. Era una persona tremendamente ética. La esposa me contó que jamás quiso pasear con la familia en el auto del gobierno, porque no aceptaba gastar plata del Estado en cuestiones particulares. Y lo mismo había hecho en 1958, cuando lo nombraron secretario general del sindicato, a los 28 años. Peleó por leyes que la patronal nunca cumplía, como las paritarias, y en realidad se puso al frente de los trabajadores simplemente porque no había otro que lo hiciera. El libro trata de desmitificarlo: Avelino surgió así, naturalmente, desde la humildad, desde el anonimato, como muchas veces aparecen los grandes actores sociales en el escenario político. Busqué sacarlo de la épica, lo que no significa que pierda fuerza, sino todo lo contrario. Olga, Luis y él son eso, individualidades que se hicieron gigantes gracias a su palabra, a su constancia y a la fuerza que les dio la gente. «
 
Fuente: Tiempo Argentino.

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