El padre Pepe Di Paola es uno de los curas villeros con mayor visibilidad. Ya no reside en la villa 21 de Barracas, pero trabaja en zonas postergadas del partido de San Martín, en el extremo norte del Gran Buenos Aires.
Por Marina Cavaletti.
Dos horas en auto fueron necesarias para llegar al Colegio Inmaculada Concepción donde el sacerdote recibió a El Tribuno para conversar sobre el papa Francisco, a quien conoció de cerca. Allí señaló que “la elección de Bergoglio como Papa es un momento espiritual que la Argentina no tiene que desaprovechar”.
“Nos tomó de sorpresa. En el cónclave anterior teníamos expectativas. Yo estaba en la villa y venían periodistas de todo el mundo a hacernos entrevistas y nos contaban que era uno de los candidatos. Después se dijo que quedó segundo. Esta vez no teníamos expectativas. Tuvo un impacto muy grande porque hemos trabajado mucho tiempo juntos, él nos apoyó, se involucró tanto en la misión que realmente sentimos mucha alegría. Y la gente de la villa es la que más alegría sintió: lo vi en la Plaza de Mayo, la gente de la villa mostraba su fotos bendiciéndolos, bautizándolos, tomando mate con ellos. Era como decir: “Estamos orgullosos de que este hombre que venía y nos visitaba sea ahora el líder de la Iglesia”. La gente estaba contenta y eso demuestra que lo que nosotros veíamos de él era una realidad, porque uno puede decir una cosa, pero si la gente de la villa lo siente de otra manera, queda la cosa entre curas. Pero cuando ves que la gente de la villa se siente orgullosa, es porque realmente estaba implicado en la vida de ellos”, dice Di Paola.
¿Qué rasgos destaca de la personalidad del Papa?
Es una persona muy espiritual, mucho de rezar. Es una persona más bien tímida y muy silenciosa. Es de hacer cosas sencillas como viajar en colectivo o rechazar una casa confortable para vivir en Buenos Aires. El lo hacía por su espiritualidad, no para quedar bien, sino por el estilo de vida austero que él piensa que tiene que tener cualquier sacerdote, y más el obispo. Estaba todo el tiempo pensando en la diócesis y era muy accesible a los sacerdotes.
¿Cómo se modificará la Iglesia a partir del primer papado de un latinoamericano?Creo que va a ser un aporte importante, porque la Iglesia a veces centra sus conflictos y sus conversaciones en Europa. Creo que esto le trae a la Iglesia mundial la mirada del continente, del Tercer Mundo, de la religiosidad popular, de la opción por los pobres. Creo que es un aporte bueno. No creo que pueda hacer todo, por la edad que tiene, pero va a iniciar un camino que después tendrá que seguir otro. Creo que es un aporte muy valioso para la Iglesia.
¿Cuáles serán sus principales preocupaciones?
Creo que su mirada va a estar puesta en los lugares pobres, de guerra permanente, en lugares de Africa, lugares que sufren. Ahí pondrá su mirada Francisco. Es una persona que va atender a todos, porque tiene amplitud de criterios: el diálogo interreligioso es muy común. Por ahí ibas a verlo y salía un rabino o un pastor. Es un hombre que mira más allá de la Iglesia, tiene una mirada que abarca la humanidad.
Bergoglio se comprometió con muchas causas, ¿colaboró en su lucha contra el paco dentro de la villa 21?
Bergoglio se comprometió mucho con las villas. Las villas tuvieron varios desafíos, pero en la época de él, el de la droga era el más importante. Había que trabajar mucho en prevención y él nos ayudó muchísimo. También trabajamos en la recuperación.
Carlos Mugica, en su momento, no hubiera pensado nunca que el problema de las villas iba a ser ese. Entonces el problema eran los tendidos de luz, el agua, el pavimento, era otra la dinámica del trabajo.
En la década nuestra el desafío fue el de la droga, el paco que, a partir de la crisis de 2001 destruyó a los chicos. Hicimos un documento que Bergoglio lo puso en el boletín eclesiástico, que es el boletín oficial de la diócesis. Eso hizo que tuvieran voz los que no tienen voz. Pero la contracara del agradecimiento de la sociedad fue la amenaza. Bergoglio estuvo muy cerca nuestro. A mí me ayudó mucho, fue un momento muy difícil, pero él lo denunció públicamente y a partir de ahí hubo un acompañamiento grande.
Este domingo Bergoglio tendrá su primera Pascua como Papa, además de la próxima Jornada de la Juventud en Brasil.
A América la llamaron “el continente de la esperanza”, también dijeron que con su fuerza evangelizadora América iba a evangelizar a Europa, creo que es un ida y vuelta. Creo que el mensaje de Bergoglio de una Iglesia pobre para los pobres es el más importante. La gente está entusiasmada por su simplicidad y sus palabras. Me alegro que le toque la Jornada Mundial de la Juventud ahora porque es una buena forma de empezar: encontrarse con los jóvenes, ese mensaje que se va a transmitir por todo el mundo, especialmente en América. Hasta ahora él pone el acento en una Iglesia austera, de perdón.
A los curas villeros no les resulta ajeno aquello de la “Iglesia pobre”, ¿que pasará en otros sectores que, en algunos casos, no practican la austeridad?
Creo que tiene una fuerza grande que lo diga el Papa para todos los católicos, no es solamente la opción de un grupito. Está demostrado que no solo en las villas los sacerdotes pueden hacer una opción por los pobres. Creo que hay una mirada de Bergoglio y que coincide con la nuestra: no es ver al pobre como alguien al que hay que ayudar, sino como alguien del que hay que aprender. Porque el pobre está abierto a Dios porque no está condicionado por las cosas. “No quiero una ONG piadosa”, me gustó esa frase que dijo el cardenal. No vamos a hacer el bien y después nos vamos. Hay que involucrarse con el pobre, desde el Evangelio, desde lo más concreto.
¿Bergoglio ha hablado de Mugica o Angelelli, referentes de las villas, con ustedes?
Para mí el padre Carlos Mugica es el referente más importante. Bergoglio lo ha valorado mucho a medida que se fue metiendo en las villas. A Mugica seguramente lo conocía, porque tenían más o menos la misma edad. Creo que Bergoglio ha conocido mucho de Mugica a través del relato de la gente, que es lo más importante. También hemos hablado de Angelelli. El tiene una mirada muy positiva.
¿Cómo ve su referencia a la Patria Grande? Porque se dijo que existía una distancia entre Bergoglio y el Gobierno y luego aparecieron afiches que consignaban que el Papa era “argentino y peronista”?
Creo que, aunque digamos que no, los argentinos somos muy prejuiciosos, somos de etiquetar y poner en bandos diferentes. Cuando, en realidad, si a muchas de esas personas les decís que escriban en una hoja cómo debe ser la Patria Grande. Después recogés lo que escribió cada uno y te das cuenta de que no hay tantas diferencias. Entonces, creo que es muy importante este momento.
La elección de Bergoglio como Papa es un momento espiritual que la Argentina no tiene que desaprovechar, porque es un momento donde las personas pueden dejar de lado prejuicios, preconceptos, temas que usan como divisorios.
Lamentablemente en la Argentina se juega siempre un Boca-River, siempre contrarios. En realidad, vas a encontrar muchos puntos en común entre esa gente que aparecen como adversarios, pero no lo son.
Luego de su nombramiento surgieron comentarios sobre una supuesta ligazón con la última dictadura. Lo que dijeron es lo mismo que dijeron en el cónclave anterior para ensuciarlo. En aquel momento había que elegir al Papa y sacaron el tema a propósito. Ahora nadie pensaba que iba a ser Papa, sino hubiesen sacado antes el tema también.
A mí me parece que es un absurdo, más teniendo palabras de personas mucho más importantes en el campo de los derechos humanos que las que han escrito periodistas que sabemos que tienen viejos rencores con Bergoglio.
La palabra de Pérez Esquivel tiene que ser LA PALABRA. Pérez Esquivel dijo que no tuvo nada que ver con la dictadura y si agarrás a la gente que trabaja sin ideología dentro de los derechos humanos, vas a encontrar la misma opinión. Podrán decir después, como dijo Pérez Esquivel, si hizo todo lo necesario. Algunos pensarán que podría haber hecho más. Pero esa complicidad de la que se habla no existió y son viejos rencores, viejas broncas que le tienen. La palabra inapelable tiene que ser la del Premio Nobel de la Paz, que en plena dictadura fue perseguido, que no mantiene una línea partidista. No se compromete con un gobierno, y eso lo hace mucho más creíble en los derechos humanos. Adolfo Pérez Esquivel es una persona seria. El ha sido muy claro.
Nosotros, los sacerdotes, en su momento, le hemos preguntado si era verdad. Y Bergoglio nos dijo que no. Si nosotros pensáramos que él fue cómplice, no estaríamos al lado de él. Alicia Oliveira, que fue defensora del pueblo, dio su testimonio de cómo él ayudó a tantas personas que fueron perseguidas por la dictadura.
Nosotros hemos querido saber sobre ese punto, que nos parecía fundamental y quedó aclarado.
Fuente: El Tribuno
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