Una experiencia inédita en el municipio de José C. Paz. En 2009 el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación inició un programa para reinsertar a personas sin hogar de la Ciudad de Buenos Aires. Arrancó con 98 familias y diez de ellas viven ahora en el nuevo complejo Sol y Verde.
Por Roly Villani.
La historia del complejo de viviendas Sol y Verde del municipio de José C. Paz tiene muchos comienzos posibles. Lo que sucedió con el barrio creado por el gobierno nacional para alojar a familias en situación de calle puede empezar a contarse, por ejemplo, con esa máquina de generar pobreza que fue el neoliberalismo. La retirada del Estado de todas sus funciones dejó en la indigencia a miles de personas, muchas de las cuales terminaron en la calle. También puede arrancar con la historia de cualquiera de sus habitantes, la de Ivana o la de Julián, por ejemplo. O puede contarse desde el día en que tomó estado público el accionar de la UCEP, esa patota a sueldo contratada por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para desalojar a los indigentes de las plazas y parques. La brutalidad de la hoy supuestamente desmantelada UCEP (Unidad de Control del Espacio Público) fue tan alevosa que el jefe de gobierno Mauricio Macri todavía está procesado por su creación.
En ese momento, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación entendió que debía hacer algo con la población más vulnerable de la Capital, más allá de la política sobre el tema que desarrollara el macrismo. Así se desató un proceso largo, de más de tres años, que comenzó con la selección de los casos a través de recorridas nocturnas por la ciudad y de las llamadas que recibe el ministerio.
No era fácil, la tarea. Los datos que el Gobierno de la Ciudad difundió en 2012 con gran movida de prensa decían que en la ciudad viven unas 1300 personas en situación de calle. Pero Proyecto 7 (una ONG creada por personas sin hogar) desmiente ese número y dice que son al menos diez mil. Es decir, tampoco había estadísticas para empezar a trabajar. Entre esos incontables casos, el ministerio necesitaba encontrar a familias y no a personas solas, por el tipo de tarea que se proponía.
"Una vez que los encontramos, creamos con ellos un vínculo y partir de ahí empezamos a trabajar cuestiones básicas como la documentación, porque la mayoría de ellos no tenía partidas de nacimiento. Es decir, armamos un proceso completo de inclusión con las herramientas de la Asignación Universal por Hijo, las pensiones no contributivas (si correspondía) y la escolarización", explica a Tiempo Argentino Mirta Pulido, directora nacional de Gestión de los Centros de Referencia del Ministerio (foto en la página 41).
Ese proceso, que arrancó con noventa y ocho familias, tuvo una bisagra la semana pasada, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Alicia Kirchner, inauguraron el barrio construido por cooperativas del Programa de Ingreso Social con Trabajo, Argentina Trabaja. En esta primera etapa, diez familias (o, lo que es lo mismo, 59 personas) tomaron posesión de su nueva casa. El próximo paso es la terminación de otras 16 casas. Pero es una bisagra y no una finalización porque el ministerio sigue acompañando a todas esas familias hasta que termine su reinserción.
"A las otras familias las fuimos ayudando a reinsertarse con otros métodos –explica Pulido–. Vimos que había muchos que tenían una casa familiar a la que sólo había que hacerle refacciones o ayudarlos con alguna gestión para recuperarla, es decir, los que llegaron hasta este punto de recibir la vivienda fueron una minoría que no tenía ninguna otra posibilidad."
UN BARRIO NACE. El complejo de viviendas del barrio Sol y Verde queda en una zona alejada de José C. Paz. Los pocos vecinos que vivían allí cuentan que, hasta hace muy poco tiempo, sólo había unas cuantas calles de tierra y muchos lotes pelados. La gestión nacional que decidió instalar allí este inédito barrio para personas que atravesaron una situación de calle construyó una terminal de colectivos y convenció a la empresa local para que los habitantes de la zona tengan transporte público. Los terrenos fueron adquiridos por el Estado Nacional gracias a una gestión del intendente Carlos Urquiaga. A partir de allí, el Programa Argentina Trabaja dio inicio al proceso que concluyó con la construcción de la vivienda definitiva para cada una de las diez familias.
Las casas son de material, cuentan con tres dormitorios, cocina-comedor, baño y lavadero. Se entregaron con todos los servicios básicos, como luz eléctrica, gas envasado, agua corriente y pozo ciego, y el mobiliario que cada familia necesita según la cantidad de miembros.
Las calles siguen siendo de tierra, pero el movimiento del barrio ya no es el mismo. En breve, se va a instalar en esa zona, que antes era campo, una delegación municipal.
"Esto sucede sólo si la Nación se hace cargo e interviene cuando hay otras administraciones que no hacen nada o lo hacen mal", dice Pulido. "Los dispositivos del Gobierno de la Ciudad para paliar la emergencia de la gente que vive en la calle son temporarios y está claro que los lugares en los que solamente se puede pernoctar hay mucha circulación de gente, les roban los documentos, se separa a los padres de los hijos, es decir, son insuficientes y muchas veces contraproducentes." «
La llamada que cambió la vida de ivana tolaba
Sonó el celular. "Hola, ¿habla Ivana Cecilia Tolaba?", dijo la voz. Ivana colgó sin contestar. "Yo tengo que preguntar quién es, ¿cómo me van a decir mi nombre!", se enojó.
En realidad, fue una reacción no pensada. Era un día de lluvia e Ivana estaba muy enojada, había tenido que dejar de cartonear junto a sus hijos y esperaba bajo un techo improvisado atrás de la estación Once. Los días de lluvia son malos para cartonear, nadie saca cosas afuera y lo que se encuentra se puede arruinar por el agua.
La cosa no había sido siempre tan mala para la mujer y sus hijos. Unos años atrás, vivía una vida bastante ordenada. Separada del padre de los chicos y acostumbrada desde chica a luchar para ganar un peso, alquilaba un departamento en Lugano que sostenía con su trabajo en una empresa de seguridad.
Hasta que sucedió la tragedia. El remisero que llevaba todos los días a la nena de diez años al colegio intentó abusar de ella. "Eso fue lo que me desarmó todo, tuve que irme de Lugano porque mi hija no podía ni verlo y el tipo se paseaba todos los días por el barrio", recuerda ahora Ivana. "Y nadie hacia nada. Si vos no llevás una criatura partida al medio, nadie hace nada."
Cuando la situación se hizo insostenible, Ivana vendió todo lo que pudo y alquiló en un hotel en Once.
Al principio logró acomodar todo una vez más: trabajaba limpiando casas por horas en los horarios en que los chicos iban al nuevo colegio. Hasta que el hotel le aumentó el alquiler de ochocientos a mil doscientos pesos, algo que la economía familiar no podía sostener. "Tuve que salir a buscar un lugar más barato, pero es muy difícil que te acepten en un hotel con chicos y los que te aceptan te cobran de mil pesos en adelante."
Es decir, en poco tiempo los tres terminaron en la calle. Perdieron las pocas cosas que tenían. "Y entonces, de chica de la limpieza pasé a ser cartonera, andaba por la calle con los chicos y un día que estaba muy enojada con la vida, conmigo y con los políticos, una amiga me dijo que escribiera al Ministerio de Desarrollo Social."
Ivana recuerda con lágrimas en los ojos que volcó toda su historia en una carta furiosa en la que pedía que la ayudaran a pagar un alquiler.
Y un par de semanas después de llevar la carta, la llamaron al celular.
"No lo podía creer, la primera vez les corté, pero me llamaron otra vez y me dijeron que hablaban del ministerio, que les dijera dónde estaba, que me mandaban a una trabajadora social", recuerda.
El primer tiempo estuvo en un hotel de la zona de Constitución hasta que se culminó la construcción del barrio Sol y Verde.
Mientras tanto, recibió el paliativo del Programa "Argentina Trabaja". "Soy una agradecida de la vida –dice Ivana–. De la misma manera que me encontré gente de mierda, como en todos lados, encontré en la vida gente que se acercó a darme una mano cuando lo necesité."
Las cosas cambiaron, hace quince días Ivana y sus hijos viven en la casa nueva y, según afirma, la mudanza parece que le trajo suerte: "Ayer me llamaron para un trabajo nuevo de media jornada mientras los chicos están en el colegio."
Volver a empezar, pero esta vez con la estabilidad que necesitaba.
"papá, ¿vamos a volver a tener una casa nuestra?"
Julián estaba trabajando en un restaurante en Constitución cuando recibió en su celular el mensaje que le cambiaría la vida. La madre de sus hijos le anunciaba que se volvía al Chaco con la nena y que lo dejaba con los dos más grandes.
"La llamé y le dije que pensara en los chicos, pero no hubo caso, así que en poco tiempo tuve que dejar el trabajo porque no podía dejarlos solos." En esta sociedad que sigue considerando la maternidad como una obligación más que como un proyecto, a Julián Saucedo le pasó algo que en general les sucede a las mujeres. Tuvo que cumplir los dos roles y eso, se sabe, reduce mucho las posibilidades laborales.
Habían venido de Chaco unos años atrás y se alojaban en un hotel tomado de la zona de Congreso. Entre los vecinos del edificio, Saucedo entró en contacto con grupos que ayudaban a la gente en situación de calle y se puso a ayudar a quienes estaban peor que él. "Durante unos meses había arreglado con una panadería que me regalaba todas las noches lo que sobraba de pan y lo repartía a la gente que vivía en Plaza Congreso, así que conocía bastante del trato que daba el Gobierno de la Ciudad a la gente que vive en la calle", cuenta Julián, y agrega: "Yo ya me había enterado que si uno llama al BAP (Buenos Aires Presente, el programa de la Ciudad que atiende la emergencia social) o al 108, la única opción que te dan son los paradores nocturnos y que eso no sirve, porque el que está en la calle necesita un lugar más o menos estable para arrancar. Los paradores son sólo para adultos, las familias que quedan en la calle se tienen que separar para que el gobierno les dé una cama." Esta información iba a ser determinante en las decisiones de Julián.
La cosa se estaba poniendo espesa con la policía en el edificio. La separación y la falta de dinero terminaron empujando a Julián y sus hijos a la Plaza Congreso.
"Papá, ¿vamos a volver a tener una casa nuestra?", recuerda Julián que le preguntaban los nenes. También recuerda la respuesta que le surgía espontáneamente: "No lo sabemos, lo único que sabemos es que nosotros vamos a estar siempre juntos y que juntos vamos a pelearla." Se le humedecen los ojos a Julián cuando recuerda. Y también se le humedecen cuando asegura que recibió muchos palazos pero que nunca se dio por vencido. Por ejemplo, en todo el tiempo que estuvo en situación de calle los chicos siguieron yendo al colegio.
La mañana de un viernes de invierno, Julián se decidió a llamar al Ministerio de Desarrollo Social. "Conté lo que me pasaba, me dijeron que me iban a mandar a alguien y al rato llegó Carla, una asistente social que nos llevó a un hotel en el que estuvimos casi dos años", dice. Como sucede con todos los casos de los flamantes propietarios de Verde y Sol, Julián demostró que, con un poco de estabilidad, sabría sacar adelante su familia. Y así fue.
Juan Pablo, el hijo mayor, tiene hoy trece años y está esperando que arranque el año lectivo para empezar la secundaria. Javier tiene once y pasó a sexto con excelentes notas. Cada uno tiene su habitación impecablemente ordenada en la nueva casa. "Ahora trabajo de seguridad por mi cuenta para una diseñadora y un restaurant mexicano en Palermo", cuenta orgulloso, sentado en la cocina-comedor de su nueva casa. Tiene franco lunes y martes, y algunas veces termina muy de madrugada. "Pero no hay problema, yo les digo que cierren bien y que me esperen adentro. Estos chicos están muy preparados."
Fuente: Tiempo Argentino
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