Por Diego Long
Datos oficiales reafirman que quienes vienen de países limítrofes –al igual que los europeos en su momento– no le quitan trabajo a los argentinos, tienen altos índices de formalidad y que su vínculo con el delito es mínimo.
Se sabe, porque se ha abusado de la idea, que a la República Argentina la compone un crisol de razas. Pero también suele decirse que es un país cuya sociedad desciende de los barcos. Para nadie es un secreto que se trata de una nación con un fuerte componente inmigratorio pero la teoría del barco supone tácitamente un origen de ultramar, lo que, en otras palabras, es la negación de todas las demás ascendencias que enriquecen a la Patria. Es el lugar común históricamente preferido de los medios de comunicación dominantes y los políticos de la vieja era, que soñaron ser la Europa de América del Sur, los blancos, la inmigración calificada, venida directamente de la cuna de las ciencias y las artes, como se inculcaba férreamente en las escuelas. Este argumento mantuvo al país de espaldas a sus vecinos regionales hasta la llegada del kirchnerismo.
La Argentina inmigrante, desde sus orígenes, ha recibido migración regional. Desde la promulgación de la 25.871, de Migraciones, y la puesta en marcha del programa Patria Grande, de regularización de inmigrantes, de las más avanzadas en el mundo en esta materia, se corrigen históricas injusticias e ignorancias que rodearon el tema. La consigna es entender que, más que un orígen común, Latinoamérica está atada a un destino común.
Según el director Nacional de Migraciones, Martín A. Arias Duval, la norma impulsada por el entonces presidente Néstor Kirchner, “implanta un nuevo paradigma en materia migratoria en nuestro país, poniendo el eje central en la protección de los derechos humanos de los inmigrantes e implementando, también, un novedoso criterio de acceso a la residencia, íntimamente ligado a la decisión de todos los presidentes de la región de fortalecer el proceso de integración regional que ahora se ve ratificado por la Constitución de la Unasur. Es fundamental el poder contar con elementos objetivos que nos permitan poder seguir militando esta política migratoria”, asegura.
En ese contexto acaba de ver la luz el libro El impacto de las migraciones en Argentina, que es el resultado de un estudio que la Dirección de Migraciones le encargó a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) a mediados del año pasado, en base al reciente censo poblacional, y que arroja no pocas novedades y derribar algunos mitos.
Los últimos datos arrojan que en nuestro país viven 1.805.957 personas que han nacido en el exterior, y que nada menos que 1.402.568 provienen de países limítrofes, categoría que incluye a Perú en este estudio. Es decir que los inmigrantes representan el 4,5% de la población argentina y el 77,6% de ellos son nacidos en países sudamericanos. Los migrantes regionales representan un 3,5% de la población total, rompiendo por primera vez la barrera histórica que los mantuvo por debajo del 3%. Entonces, un primer mito que cae es el del predominio de la inmigración europea en estas pampas.
En el último censo (2001) los extranjeros conformaban el 4,2% de la población total y, los llegados de naciones limítrofes, eran el 65,9% de ellos. El crecimiento de 0,3% en una década es demasiado humilde, dando por tierra con el segundo mito, el que sostiene que hay aquí una inmigración desbordada. Sobre todo, cuando hablamos de un país en el que el grupo de los venidos de afuera ha tocado un siglo atrás el pico del 30%.
De los más de un millón cuatrocientos mil inmigrantes regionales, el 39% proviene del Paraguay. En el segundo lugar, con un 25%, se ubican los bolivianos y, más lejos, la lista se completa con los Chilenos (14%), los peruanos (11%), los uruguayos (8%) y los brasileros (3%). El estudio realizado por la OIM permite observar la transformación de la composición del colectivo inmigrante. Italia, por ejemplo, lideró la lista hasta el año ’90, pero cayó al tercer puesto en el censo siguiente (2001) y al quinto en el actual. El camino contrario recorrieron los bolivianos, que en el ’90 se ubicaban quintos, pero en las dos mediciones poblacionales siguientes ya se afirmaron como el segundo país que más pobladores tiene en la Argentina. Mismo camino que recorrió Perú, que sus más de 15 mil coterráneos de veinte años atrás lo colocaban octavos en cantidad y hoy, que son diez veces más, ascienden al cuarto lugar.
Mientras que la población migratoria europea experimenta un proceso de envejecimiento como resultado de no haberse renovado, “la población de los países limítrofes más perú –cuenta el director regional de la OIM, Juan Artola–, se concentra entre un 75% y un 80% de ellos en el tramo etario de los 15 a los 64 años, en edades productivas, lo que confirma el carácter laboral de esta migración”. Además, el especialista señala que en el colectivo de los migrantes “se mantiene un alto índice de metropolización, que ya se había notado en el censo anterior, y que se relaciona a la obtención de mejores condiciones sociales y laborales. El 75% de los paraguayos se concentran entre la ciudad y la provincia de Buenos Aires, como el 72% de los peruanos y sólo el 55% de los bolivianos, ya que su inserción en el rubro agrícola los dispersa mucho más”. La habitual asociación de latinos y pereza es el tercer mito que sucumbe.
Mitos falsos. Otro lugar común que sirve para enfrentar a nacionales y extranjeros es el que afirma que “vienen a sacarnos el trabajo”. El informe llegó a la conclusión de que los migrantes regionales se ocupan en espacios que los argentinos rechazan. Por ejemplo, los paraguayos, con fuerte presencia en la industria de la construcción, resuelven el problema histórico del cuello de botella de la mano de obra del sector. Allí hay un 22% los inmigrantes y sólo un 8% de la población económica activa argentina. Otro ejemplo es el del espacio vacío de la frutihorticultura que llenaron los bolivianos y cuya eficiencia productiva, además, contribuyó a reducir los costos del acceso a ese consumo. En la actividad textil y del calzado hay un 7% de la población suramericana y sólo un 2% de argentinos. En el comercio el peso de inmigrantes se equipara al de los nacionales. Y en el servicio doméstico, las inmigrantes son muchas más que las nacionales. En este rubro, como en el de la construcción, además, los niveles de trabajo registrado son bastante más altos que el de los argentinos incluidos en el ámbito formal.
En el marco de la nueva legislación, entre el 2004 y el 2011, los paraguayos son los que tramitaron más radicaciones permanentes –350 mil–, seguidos por los bolivianos y más abajo, los peruanos. Entre las radicaciones provisorias repite el podio, primeros los paraguayos con unas 400 mil, segundos los bolivianos con más de 250 mil, seguidos por las 150 mil de los peruanos. Es decir que también se extingue la muletilla que los acusa de indocumentados.
Tradicionalmente, el fantasma de la amenaza exterior se utilizó política y mediáticamente para ocultar ciertas responsabilidades. Desde la ley de Residencia que, bajo la consigna de la lucha contra el caos social, expulsó discrecionalmente a activistas europeos, hasta la versión de la amenaza que representan los migrantes latinos para la seguridad, el desempleo y los servicios públicos, pasó mucha agua bajo el puente. En los ’90 fueron el chivo expiatorio del desempleo resultante de las políticas neoliberales y su consecuente agravamiento delictivo, como de los recortes en el área social.
Restos de aquellas época perviven en la Ciudad de Buenos Aires, cuyo gobierno en lugar de asumir la quita de fondos, por ejemplo, al sector sanitario, achacan con el relato del desborde extranjero. El trabajo da un ejemplo de estigmatización xenófoba citando a Mauricio Macri durante la toma del Parque Indoamericano por parte de personas damnificadas por las nulas políticas de su gobierno en Vivienda. El descendiente de inmigrantes acusó: “No podemos seguir tan expuestos a una inmigración descontrolada, al avance del narcotráfico, de la delincuencia (…) tenemos que defender la ley. Pareciera que la Ciudad se tiene que hacer cargo de los problemas habitacionales de todos los países limítrofes”. El Instituto Nacional de Estadísticas español calcula que desde el comienzo de esta crisis hasta el año 2020 van a emigrar 250 mil españoles por año. Más bien le haría Macri al pueblo español abriendo los brazos a sus migrantes que criticando la nacionalización de YPF.
El trabajo, presentado en la Casa Patria Grande Presidente Néstor Kirchner, revela que los nacidos en países limítrofes utilizan los servicios médicos “con menor frecuencia que el resto de los habitantes” de la Capital Federal.
El último capítulo de la publicación aborda la instalada relación entre inmigración y delincuencia. Detalla que, al 2008, eran 28.093 los detenidos argentinos y 2054, los de países limítrofes, lo que da un índice de 123 extranjeros confinados cada 100 mil contra 99 nacionales. El estudio reconoce que los inmigrantes “presentan índices de detención superiores a los nacionales”, pero concluye que ello se debe a “las prácticas de discriminación que se ejercen sobre estos grupos” por parte de las fuerzas públicas y el sistema judicial, consistentes “en una mayor vigilancia y control de los mismos y, como consecuencia, en mayores detenciones y posteriores procesamientos, condenas y encarcelamientos”.
Desde el salón desbordado por quienes asistieron a la presentación, a través de una arcada pueden verse cuadros en los que el ex presidente Kirchner se abraza con mandatarios. Con Inácio Lula Da Silva, Evo Morales, Hugo Chávez, José Mujica, Rafael Correa....
Fuente: Miradas al Sur
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