miércoles, 17 de abril de 2013

FOBIAS, ADICCIONES O EL MERCADO DEL SINTOMA EN EL SIGLO XXI

En Argentina, los nuevos trastornos de ansiedad desplazan a los viejos miedos, aunque por su complejidad, también los agravan. Temores reales versus la industria farmacéutica. ¿Las pastillas son la única solución?
 
Por Soledad Lofredo
      
En los últimos cuatro años, el miedo a salir a la calle sin el celular se transformó en un trastorno de ansiedad que repercute en el 53% de los usuarios de los teléfonos móviles. Esta nueva patología se llama nomofobia, término que proviene de la abreviatura de las sílabas "no-mobile-phone", nacida en Reino Unido.
Los datos los brinda una investigación del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (Ceeta), y asegura que el trastorno creció 13% en los últimos cuatro años: "Cada vez son más los consumidores que se ven atados a sus teléfonos inteligentes y a que la tecnología es cada vez más accesible y económica", aseguran los especialistas argentinos que participaron de la investigación. "Los trastornos de ansiedad, en ese caso, pueden estar acompañados por síntomas tales como malestar general, hipervigilancia, inquietud o temor a estar desconectado o aislado. Y se hacen visibles cuando las personas pierden su teléfono móvil, se les agota la batería, el crédito o no tienen cobertura de la red", cuentan.
El estudio también asegura que son las mujeres y los adolescentes los que suelen ser más propensos a este nuevo malestar.
"Las personas que sufren nomofobia adoptan comportamientos de reaseguro", explican desde el centro de estudios, "y sienten que el teléfono o las conversaciones mantenidas les dan tranquilidad, rechequean mensajes y mails y visitan las páginas de redes sociales o las noticias en forma permanente". El informe del Ceeta agrega que una respuesta típica de la personas que tienen este problema es que el teléfono es su vida, que lo es todo, que les brinda la sensación de sentirse acompañados. El caso más común es que llegan a situaciones tales como no poder dejar el celular incluso en los momentos de reunión familiar como puede ser compartir una cena o reunión.
Para combatir ese nuevo trastorno, los especialistas del Ceeta recomiendan a los padres evitar que los hijos tengan conexión a la red desde su habitación y establecer horarios para un uso correcto de las tecnologías: "Hay que separar momentos: la noche es para dormir y, por lo tanto, el teléfono móvil debe estar apagado; del mismo modo que la cena es para comer y no para estar con el celular".
Esta nueva forma en que se manifiestan los trastornos de ansiedad también fue estudiada en España por un grupo de psicólogos agrupados en la organización USP Hospitales, para quienes los más propensos a sufrir de nomofobia "son los que tienen teléfonos inteligentes, ya que son los aparatos que más prestaciones permiten realizar, por lo que la dependencia se acrecienta". Mensajes de móviles y chat predominan en su forma de interactuar. "Sin computadora ni móvil su apagón comunicativo es casi total", alertan.
 
Cuando el temor comienza a ser una obsesión. Según estudios de psiquiatras australianos, la adicción al teléfono móvil es un desorden obsesivo-compulsivo que tiene muchas probabilidades de convertirse en una de las adicciones no relacionadas con drogas más importantes del siglo XXI. A diferencia de otras adicciones, la edad en la que puede comenzar la del celular es muy baja: desde los seis a los doce años. De hecho, existen móviles especialmente para los niños con dibujitos y muchos colores. Sumado al aval de los padres, que se sienten seguros de que su hijo/a tenga uno para poder llamar ante cualquier urgencia. El problema empieza cuando se abusa.
En los foros de la web, las declaraciones de los más chicos abundan. "Me gasto más de 100 pesos al mes para recargar mi celular", "cuando hablo por mensaje no me siento tan tímido como cuando estoy cara a cara con esa persona", "el teléfono siempre va conmigo: cuando ceno, en el colegio, cuando estudio…". O, una de las más alarmantes: "A veces me despierto por la noche y, además de ir al baño, miro el móvil para ver si ha entrado algún mensaje o tengo alguna llamada perdida".
Pero, a pesar de este nuevo y catalogado trastorno, ¿cuáles siguen siendo las fobias más comunes en Argentina? Aracnofobia y bufonofobia (el miedo a las arañas y sapos) afecta a la mitad de las mujeres y sólo al 10% de los hombres; la sociofobia (persistente e intenso miedo a ser juzgado negativamente en situaciones sociales) es la fobia más común entre adolescentes y jóvenes, se calcula que cerca de un 4% de las personas entre 18 y 55 años la padecen, y es igualmente común en hombres y mujeres; todavía no pudo calcularse el alcance de la aerofobia (miedo a viajar en avión) pero está comprobado que sólo el 5% de los pasajeros aborda el avión sin temores de ningún tipo; la agorafobia (el miedo a los espacios abiertos) es un trastorno más común entre las mujeres que entre los hombres, quienes temen en todo aquel lugar donde no se sientan "seguros" o no puedan "recibir ayuda"; la claustrofobia (el temor a quedar confinado a espacios cerrados) aqueja a un 5% de la población, quienes suelen evitar los ascensores, subtes, túneles, habitaciones pequeñas y hasta las puertas giratorias; la acrofobia (el miedo a las alturas, no simple vértigo sino un temor que ocasiona ansiedad a quienes lo padecen) suele manifestarse en situaciones tales como las de asomarse a un balcón, estar en un mirador elevado o junto a un precipicio; la brontofobia involucra elementos climáticos o determinados fenómenos meteorológicos, y la nictofobia (el miedo a la oscuridad) es un miedo muy común entre los niños a los peligros que pueden estar ocultos tras la oscuridad. Si un adulto le continúa teniendo pánico irracional también estamos ante la nictofobia.
"Los objetos que nos resultan imprescindibles se nos convierten en íntimos y, por lo tanto, podemos temer perderlos: También cambian con la época y la cultura", cuenta la psicoanalista Mónica Códega. Comparándolo con las adicciones, el sufrimiento por algo excesivo es el punto en donde se tocan estos dos malestares.
 
La solución no tiene forma de a pastillas. El Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales (más conocido como DSM), que se publica en Estados Unidos pero se toma de referencia en todo el mundo está en proceso de actualización. Ahora, podría incluir muchas de las nuevas conductas que afectan hoy al ser humano: la adicción a la tecnología, al sexo, al juego, al trabajo y a las compras.
Los expertos de la Asociación Americana de Psiquiatría, que agrupa a 36 mil psiquiatras, están trabajando en una nueva definición de lo que es una adicción. Nuevos síntomas serían nuevas enfermedades.
Pero la guía que clasifica síntomas y tratamientos y que incluye fármacos también genera críticas y rechazos en todo el mundo. Sobre todo de los psicoanalistas: "Se trata de un manual que describe conductas supuestamente patológicas, sin base conceptual seria. Y como es de divulgación las personas terminan creyendo que sufren de eso", advierte Códega. "La pregunta sería: ¿para qué vamos a recibir a las personas una por una si lo que vamos a hacer es colocarlas en un manual? El encasillamiento que se hace del malestar humano nunca está a la altura de la subjetividad humana", asegura la psicoanalista.
En distintas partes del mundo se han organizado Movimientos Anti DSM. Once mil profesionales de todo el mundo firmaron un documento en el que piden a la asociación de Estados Unidos que no ponga en marcha el manual. "Cada actualización presenta más trastornos y así se medicaliza cada vez a más personas", afirman.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pide por el uso racional de los psicofármacos, para lo cual sugiere actualizar la formación tanto de los médicos generales como de los psiquiatras. También que la medicación debe ser un recurso más para el tratamiento y la rehabilitación y no el único.
"Existen intereses de laboratorios medicinales que promueven las ventas por sobre las necesidades reales de las personas -señalan-. Los laboratorios despliegan, además, políticas de promoción para aquellos profesionales que más prescriben, premiando con viajes y asistencia a congresos. Por otra parte y, lamentablemente, la mayor parte de la investigación está en manos de los laboratorios en lugar de los Estados, por lo que frecuentemente el interés se orienta más a cuestiones de mercado que a las necesidades de grandes grupos poblacionales.".
 
Fuente: Miradas al Sur

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