Lanzan el libro La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración. Una investigación de Ana Mariani y Alejo Gómez Jacobo reunió una treintena de historias para reconstruir la vida cotidiana de ese centro clandestino.
Por Jorge Boccanera
Como si la memoria se empecinara en recoger fragmentos de un espejo quebrado para reconstruir el latido de la vida, el libro La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración organiza el relato pormenorizado de los sobrevivientes del mayor centro de detención y exterminio del interior del país, en tiempos de la dictadura militar. A cargo de los periodistas Ana Mariani y Alejo Gómez Jacobo y editado por Aguilar, la obra ofrece un registro de las actividades represivas de este campo que funcionó en Córdoba entre 1976 y 1978 bajo jurisdicción del ejército, donde estuvieron detenidas unas 2500 personas, la mayoría de ellas asesinadas y enterradas como NN.
La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración se publica en consonancia con el juicio a 44 represores de ese espacio de confinamiento, lo que resignifica y potencia los testimonios de los sobrevivientes en la megacausa que comenzó en diciembre pasado. Entre los acusados figuran el ex general Luciano Benjamín Menéndez, ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército y los ex capitanes Jorge Acosta, Guillermo Barreiro, Héctor Pedro Vergez y Aldo Cecchi; este último se habría suicidado 24 horas antes del inicio del juicio.
Ubicado en un predio de más de 15 mil hectáreas, La Perla fue un escalón del infierno, según las páginas del libro, donde se suceden imágenes de prisioneros que tras ser molidos en la tortura escuchan cómo torturan a otros prisioneros; y detenidos que ven a otros detenidos antecederlos en el "traslado al Pozo", eufemismo que ocultaba el crimen.
La Perla fue programado como campo de detención y exterminio al momento en que se preparaba una represión generalizada que excedió en mucho a las organizaciones armadas de izquierda ya abatidas por esa fecha, y cuando resultaban insuficientes dependencias como el D2 (Departamento de Informaciones de la Policía) y el campo de La Ribera.
Que sólo 17 víctimas hayan sobrevivido indica la ferocidad de este campo (al que llamaban La Universidad), poblado por más de 2000 detenidos de 1976 a 1978, entre ellos numerosos adolescentes y familias enteras; uno de esos sobrevivientes, Ana Mohaded habla en su testimonio de: "Un dolor que yo vivía sin razón, y que no sabía cuándo iba a terminar…ni cuál era su lógica… temías que te leyeran el pensamiento." Mohaded, desaparecida cuatro años y medio resume el objetivo de ese espacio de confinamiento: "El aniquilamiento, el aislamiento, la incomunicación, el aplastamiento total de la persona."
Otra sobreviviente de La Perla, Cecilia Suzzara, a la vez que da cuenta de su cautiverio, denunció, entre otros, los asesinatos de los militantes Diego Ferreira Beltrán y Enrique Fernández Semar (muertos en la tortura), la embarazada Silvina Parodi, la adolescente Alejandra Jaimovich y del ex Secretario General de Mecánicos de Córdoba (SMATA), René Salamanca.
La reconstrucción de la trama de la represión en las voces de los sobrevivientes se convierte en un acto de memoria activa que tanto reúne la peripecia cotidiana como el análisis: "La represión en este país fue una política deliberada de exterminio, como lo afirmó el propio Menéndez en 1977, al decir que estaba dispuesto a aniquilar a una generación" (testimonio de Eduardo Porta).
Uno de los primeros sobrevivientes en denunciar las atrocidades de La Perla fue Piero di Monti, quien en 1980 nutrió su denuncia agregando una extensa lista de detenidos desaparecidos víctimas de tormentos y asesinatos.
Otros ex desaparecidos –Gustavo Contepomi y Patricia Astelarra, autores del libro Sobrevivientes de La Perla (1984)– sostienen que no existía una lógica que permitiera dilucidar quién iba a quedar con vida; y dan el ejemplo de un prisionero que aunque "participaba activamente en interrogatorios y torturas" y "se desvivía por colaborar", fue como la mayoría "trasladado al Pozo".
Ambos rechazan un "imaginario héroe / traidor" y llaman a reflexionar sobre un tema "muy complejo y que requiere distintos tipos de abordaje"; para Astelarra no es lo mismo decir que una persona "cantó", que decir que "le arrancaron información bajo tortura. La responsabilidad es siempre del torturador, no del torturado".
Al libro de Mariani y Gómez Jacobo le antecede también la investigación del periodista Roberto Reyna, La Perla, editado en 1984; paradójicamente en ese mismo '84, con el advenimiento de la democracia y cuando tomaba estado público el genocidio perpetrado por los uniformados, uno de los sobrevivientes de La Perla, Eduardo Porta, permanecía tras las rejas como rehén político.
Secuestrado en 1976, Porta –de La Perla pasó a Rawson y a Villa Devoto– fue mantenido en la clandestinidad hasta 1984, pese a estar a disposición del Poder Ejecutivo; y apenas salió denunció en medios periodísticos: "He estado un año entero con los ojos vendados, atado y esposado". Porta fallecería años después. Su denuncia y la de los sobrevivientes que testimoniarán en el juicio que se realiza a 44 represores de La Perla es memoria que barre impunidad y cumple un mandato ratificado en cautiverio: "el que sale con vida cuenta lo que pasó". «
Fuente; Tiempo Argentino.
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